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Mostrando entradas de octubre, 2015

RECUERDA

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Ayacucho (Ciudad de las Iglesias)

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  Llego a Ayacucho y un vientecito cálido acaricia mis mejillas. Su propio nombre en quechua habla de la tristeza con la que te recibe esa bella ciudad, pues Ayacucho (vocablo quechua) traducido al español quiere decir “Rincón de muertos”. Piso las calles de Ayacucho, veo la Universidad San Cristóbal de Huamanga, de afuerita nada más.               Después, camino por sus calles angostas, contemplando sus casas pegadas. Lo que sobresale más son sus iglesias, con escaleras gigantescas y una infraestructura muy mítica, del virreinato, por algo es conocida como “la ciudad de las iglesias”; ya que cuenta con un aproximado de 37 iglesias.          Tomo un bus y enrumbo hacia las Pampas de Quinua o Pampas de Ayacucho, muy conocida porque fue ahí donde se libró la última batalla por la independencia del Perú. Ahí, en las Pampas arrecia el viento ferozmente, tanto que temes que te eleve y te lleve a la lejanía. Es vacío, con una estatua erigida en honor a los héroes de

RENCOR

La odio porque es divina y porque es poesía, la odio porque la acaricia el viento cuando no estoy  y la naturaleza una alfombra de versos a sus pies teje, la odio porque es cordura  y yo locura... La odio sencillamente porque la amo...                             J.M.V.R.

EL MES MORADO (Reflexiones)

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        ¿Alguna vez han sentido cierta presencia de misticismo en la vida?, ayer mientras construía una alfombra para recibir al Señor de los Milagros, un Jesucristo venerado en el Perú y que en la ciudad de Huánuco lleva el nombre del Señor de Burgos, sentí otra vez ese misticismo. Cientos de personas construyendo alfombras, haciendo juegos florales para esperar a la adoración, mientras en una mesa pobre, una madre llora porque sus hijos mueren de hambre o de alguna enfermedad.  Sin embargo esa misma madre gasta los últimos centavos para recibir a dicho Señor que inmutable es cargado por toda una cofradía vestido de morado. Ayer mientras miraba la devoción de la población, me llegaban malas noticias, mientras mi madre se aferraba a no blasfemar, a ayudar al prójimo, recibir bien a la cofradía. Mi mundo una vez más se llenaba de misticismos, ¿Qué de milagroso tiene el señor de los milagros? Mi abuela me hubiese mandado callar, explicándome con su voz maternal por qué Dios hace las

SCORZA, UNA MIRADA AL ESCRITOR

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“Mientras los mendigos lloren de frío en la noche, mi corazón no sonreirá. Matad a la tristeza, poetas. Matemos a la tristeza con un palo. Hay cosas más altas que llorar el amor en tardes perdidas; el rumor de un pueblo que despierta, eso es más bello que el rocío” Exclamaba el poeta que después se convirtió en narrador de una guerra silenciosa ocurrida en los andes peruanos y que a sus cincuenta y cinco años de edad, sentía verdaderamente que “los locos están afuera y los hombres más sensatos en el manicomio” , frase lanzada por Martín Adán y a quien Manuel Scorza Torres (nacido el 9 de Setiembre de 1928) le empezaba a dar la razón. Scorza que había nacido en Huancavelica, escribía con una nostalgia y una rabia muy profunda: “América no puedo escribir tu nombre sin morirme”, en su poemario “Las Imprecaciones” dedicado a José Carlos Mariátegui, cuando había decidido optar por el camino del marxismo, renunciando a su pasada militancia en el APRA, partido político al que