Escrito por: Fernando Marcazzolo Una vez más el tránsito se detiene, el silbato de un policía araña sin descanso el aire, su mano izquierda gesticula en lo alto, los vehículos en la avenida agilizan su paso; en otras cuatro hileras los motorizados aguardan: dos en un sentido y los otros dos en otro. Será en las filas de los detenidos en que por la impaciencia, el aburrimiento y la resignación, hacen amistad con choferes y viajantes, y adonde los vendedores de la calle llegarán ligeros pintando mariposas en sus labios, ofertando sus productos: agua helada, bebidas, helados, chupetes, gelatinas, frutas en bolsa listas para ser comidas, así como otras necesidades que el ingenio del vendedor ha detectado para hacer llevadera la espera de los rodantes. Los mercaderes recorren presurosos las largas ringleras, ellos no tienen que pensar en la furia del sol, ni en lo brutal del calor que los aprieta. Como guerreros van decididos, sin importarles el sudor que corre por sus cuerp