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Mostrando entradas de diciembre, 2021

Extraño caso de amor: un extraño Pavletich en la literatura huanuqueña

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  Escrito por J. Miguel Vargas Rosas      No ha habido ni ha podido surgir en largas décadas, nadie de la talla de Esteban Pavletich en las letras huanuqueñas. Como parte de su lucha contra el conservadurismo feudal predominante en el contexto que le tocó vivir, luchó por innovar las letras y logró adelantarse a su época, muy diferente a un gran porcentaje de autores actuales de Huánuco que ya no luchan contra el sistema, sino que lo asumen como parte implícita de su ser, por lo que acogen, copian y plasman el estilo encumbrado por el canon literario. Pavletich buscó innovar, adelantarse a su tiempo, incluso rompiendo esquemas; en cambio ahora, innovar es copiar los estilos y esquemas de la literatura europea o del ya casi extinto Boom Latinoamericano. Quizá esto sea uno de los motivos para obnubilar la imagen de Esteban Pavletich Trujillo, a quien se le ha encasillado como indigenista dentro de la literatura peruana, lo cual no es ningún demérito, pero habría que reconocerle además la

Intertexto

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Escrito por J. Miguel Vargas Rosas La poesía, en este instante es un nido de arañas una puerta que al abrirse  deja entrar ogros monstruos tentaculares Es un envoltorio frígido  una noche interminable  un grito que se extiende desde la médula hasta la infinidad del universo.  La poesía, es en este instante un río furioso  que tarde o temprano  ha de erguirse envolver cálido  las entrañas.  La poesía, en este instante,  se me sale por los ojos y las arterias  porque es llanto, es congoja,  es risa desmedida y loca.  La poesía, en este instante, es un refugio que da miedo  pero más temprano que tarde volverá ser el refugio de mi alma  aturdida y sibilante. 

Un muerto en la pedrera

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 Escrito por J. Miguel Vargas Rosas                  — No lo muevas… Pero, papá tenía que hacerlo; debía sujetar con ambas manos el brazo endurecido del cuerpo inerte y hacerlo girar. Estaba en la pedrera. Cuánto frío han de sentir las almas al quedar en la pedrera, tiznando de sangre los pétreos objetos. Los rayos solares acariciaban parte de la cabellera encostrada.  — No, papá… —volviste a gimotear tú. Sin embargo, papá tenía que hacerlo y lo hizo, sacando fuerzas de flaqueza. Al ver el rostro de aquel cuerpo, supo quién era, pues lo reconoció pese a los ojos profundamente cerrados y el semblante pálido.  — ¿Es él, papá? —interrogaste, aunque el viejo ya no te hizo caso. Lloró, sujetando en su regazo el cuerpo marchito y muerto.  No te hizo caso por dos razones: Porque el cuerpo no pertenecía a un “él”; el cuerpo era el tuyo, porque no me buscaban a mí como tú creías, sino que te buscábamos a ti entre ese cúmulo de muertos; y la otra razón era, que no podía dejar de llorar

El último disparo: Arguedas y su obra

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 Escrito por: J. Miguel Vargas Rosas      Hasta ahora muchos se preguntan —sobre todo a inicios de diciembre— ¿Por qué José María haló del gatillo contra su cabeza?, ¿por qué esto no la mató al instante?, ¿hubo miedo?, ¿hubo arrepentimiento? La respuesta más sencilla es: “Fue un depresivo”. Sobre la mesa del mundo quedaba una novela inconclusa en la cual brillaba y brilla aún la sangre de José María. Vargas Llosa exclama en un viejo artículo suyo que la muerte del autor vendría a complementar precisamente aquella novela titulada «El zorro de arriba y el zorro de abajo» . En este planteamiento le damos la razón a Vargas Llosa; si bien es cierto que la última novela es una obra poco fluida, que tiene especies de huidas arremetidas por el autor con el fin de no enfrentar la realidad, se ve complementada por el suicidio real. Arguedas, en esta última novela muestra con claridad cómo ve, desde su mundo subjetivo, el mundo, el Perú ya no andino, ya no incaico y lo tiñe de oscuridad y de nost