Fuga

J. Miguel Vargas Rosas Quizá solo queríamos huir, emprender la fuga, cruzar las lindes de este mundo donde muchas veces los sueños mueren en vísperas de la juventud. Tal vez por eso ella se tatuó la palabra “Fuga” en el abdomen y vagábamos hasta altas horas de la noche, sin rumbo fijo, riéndonos como locos, gritando, corriendo hasta sentarnos en la banqueta de algún parque desolado de esta gran ciudad. Quizá por ello yo conseguí el revólver de mi amigo “piltrafas” y tal vez por aquello de huir ella fumaba un poco de hierba cada tarde, cuando nos encerrábamos con vehemencia incontenible en alguna maltrecha habitación de esas inveteradas casonas, transformadas en hoteluchos de mala muerte. Encerrados, como si hubiésemos abandonado finalmente la realidad, ella se sentaba en la cama, mientras yo recostado a su lado me tomaba un poco de ron. — ¡Algún día nos iremos! —La fiebre de su locura le hacía sudar— ¡volaremos! ...