LA CRISIS REFLEJADA EN LOS PROCESOS ELECTORALES

      
Por: J. Miguel Vargas Rosas

         La llamada democracia representativa ha dejado entrever ya una de sus peores crisis como modelo político que inevitablemente influencia en su sistema económico. A su vez, es amenazada por las deducciones de la misma clase desposeída que, colocada entre la espada y la pared, va descubriendo lo que señalara Lenin en “El Estado y la revolución”: “La democracia es una forma de gobierno en la que cada cuatro años se cambia de tirano”; nada más ni nada menos, para lo cual utilizan los medios de comunicación y manipulan de diversas formas. A esto le sucede la implementación de leyes totalmente oportunistas, pues la gran burguesía (que gobierna actualmente el país) entra también en una contradicción muy grande, creando caos en su propio intestino, y paralelamente pugna por salvar la llamada democracia que ha empezado a desmoronarse ante el ojo público, debido a su rimbombante corrupción. 
  Esta crisis se refleja sobre todo en uno de sus proyectos más importantes: el proceso electoral, el cual marcha en declive, pese a los cacareos de los periodistas pro “democráticos” y las argucias de los órganos electorales, que han buscado la forma más sutil de ocultar los verdaderos resultados en las recientes elecciones. Partamos, entonces, de los datos proporcionados por la propia ONPE, que señala que la población electoral ha aumentado desde el 2014 en un 9.7%; es decir, la comunidad habilitada para participar en elecciones asciende a la cifra de 23 375 001 y con ello ha aumentado el ausentismo y el voto viciado.
Basta dar una simple ojeada a los resultados, para ver que el proceso electoral en el 2018 ha caído en un pozo oscuro y significa un gran golpe contra la democracia representativa. Eso ya se veía venir, por eso la urgencia de la gran burguesía, de fomentar el voto responsable, de apresurar las reformas del ejecutivo con el fin de engañar a las mayorías sociales y seguir haciendo creer a estas que el único camino correcto es el de la democracia burguesa o semicolonial en nuestro contexto. Pero lo que los acéfalos defensores del Estado de derecho han dejado de lado, es la reestructuración del círculo electoral, porque retienen a los mismos partidos aburguesados y vetan a cualquier otro partido que pueda mostrar otro lado de la democracia burguesa. Este veto encuentra amparo entre las leyes de la constitución del 93, que exige gran recolección de firmas e ingentes sumas de dinero para ingresar a competir por los cargos de poder. Así pues se ha ido creando vacíos con el fin de lograr el empoderamiento de determinados partidos, sobre todo de aquellos que se guían por el capitalismo burocrático y de esta forma dar a la clase desposeída más de lo mismo aunque con diferentes nombres y rúbricas.  
Si profundizamos nuestro análisis, de esta política tan controlante ha devenido sencillamente el autoritarismo de un partido que hoy domina el 56% del poder legislativo y cuyos tentáculos mafiosos se han expandido en el poder judicial y otros órganos públicos, a tal punto de presionar al propio ejecutivo. Este autoritarismo burgués ha quitado casi todo lo “democrático” del gobierno de turno, y la democracia solo funciona como funcionaron los demócratas en la era esclavista; es decir, la democracia solo funciona para ceder el voto a elementos de la clase gobernante, y aquí cabe resaltar solo a la clase gobernante porque el JNE y la ONPE juegan un rol decisivo alterando los votos de la población en favor de determinados candidatos, acorde a la necesidad de la gran burguesía (o para continuar con el ejemplo, en favor de determinados esclavizadores).
Así pues, el porcentaje de ausentismo, voto nulo y en blanco, alcanzó un 28% de una población electoral de 21 3
01 916 en el 2014, lo cual activó la alarma de la gran burguesía que aplicó represión contra movimientos populares, violando el derecho a la protesta estipulada en su propia constitución y toda su actividad política se limitó a persecuciones contra dirigentes sindicales, universitarios, obreros y campesinos, so pretexto de la lucha contra el terrorismo, contra la violencia y la delincuencia, mas la tasa de delincuencia seguía en incremento. Mientras tanto, se organizaba todo el círculo electoral, para garantizar las próximas elecciones, por lo que soltaban dádivas y argumentaban supuestas persecuciones contra funcionarios corruptos. El momento era propicio para rearmar partidos que estaban por los suelos, sacar a la palestra a personajillos como si fueran nuevos pero que ya habían estado condenados desde mucho antes, tal es el caso de Pedro Pablo Kuczysnki que había huido del gobierno de Velasco tras intentar vender propiedades del Estado al sector privado norteamericano.
Para el 2016, en elecciones presidenciales, el ausentismo, los votos nulos y en blanco suben a 30% y los que apoyan a algún partido, se reparten de forma muy diversificada, que nadie supera el porcentaje antes mencionado. Empieza la gran crisis de los procesos electorales, exhibiendo a la luz la crisis de la llamada democracia, porque ningún partido ni candidato tiene el respaldo de la mayoría social. Las contradicciones entre los bandos de la gran burguesía se agudizan y cada quien busca el control total del gobierno. Pese a esta división muy notoria, los bandos se unen en los momentos más álgidos, intentando engañar a las masas populares con espejismos. Tal es el caso de las reformas promulgadas por el ejecutivo, en contraposición al reclamo de las masas populares, que salieron a movilizarse, exigiendo el retiro de todos, elecciones generales nuevas, convocatoria de una Asamblea Constituyente y eliminación de la constitución.
        El ejecutivo se apoderó de las movilizaciones masivas contra la democracia burguesa, buscando direccionar las protestas contra un sector de la gran burguesía encabezada por el fujimorismo y cambiando el carácter de las mismas. Así, el temor más grande para el sistema fue el fracaso pleno de las elecciones de Octubre del 2018; por lo tanto, urgía oponer al pliego de reclamo de las masas, medidas con las cuales apaciguar las aguas. Ambos bandos acordaron no cerrar el congreso, aprobar las reformas vanas del ejecutivo para engañar y apaciguar la furia de la clase explotada, proseguir con la persecución política contra líderes sindicales y la infiltración entre los movimientos populares y universitarios, so pretexto de liquidar órganos terroristas. 
Por otro lado, la izquierda también formó parte de este vil engaño, porque se opuso al cierre del congreso y aprobaron las reformas que es parte del juego. Se dividieron entre el ejecutivo y el bando mayoritario del legislativo, pero en ningún momento renunciaron a sus cargos ni sabotearon la dictadura, mucho menos pasaron a alimentar la lucha de las masas populares (ojo, sin mencionar que algunos grupos izquierdosos pregonaban lucha contra corrupción, mas no contra sistema). 
De esta manera, la gran burguesía aseguró el desenvolvimiento de las elecciones municipales y regionales de octubre del 2018, eligiendo como ganador a un representante de la clase alta limeña, con ayuda de los órganos encargados del proceso electoral (sino explicar el súbito salto en porcentaje de voto del 3% al primer puesto en una semana de dicho candidato). Sin embargo, el fracaso se agigantó, pues en las elecciones recientes el ausentismo llegó al 19.9% aproximadamente de una población que debería ascender a 23 375 001, pero que en datos actualizados la ONPE señala que no pasa de los 22 mil (gran contradicción). Mientras que el voto nulo y blanco asciende a más o menos 20%.
La caída de estos procesos electorales, no es cosa de obviar, porque significa el derrumbamiento de todo un sistema que no ha podido solucionar el problema del campesinado, la informalidad, la industrialización, el problema nacional y el sector educación. Sabemos por historia que el sufragio universal ha servido a la clase burguesa como careta para encubrir la injusticia que predomina en su política y la opresión que ejerce sobre las grandes mayorías sociales. Por tanto, el fracaso del sufragio equivale a un liviano despertar de las masas adormiladas y el desenmascaramiento del gobierno de la gran burguesía que al ver caer en crisis sus órganos electorales, ve también desplomarse toda su tiranía, porque son los procesos electorales lo único que le permitía mostrarse como democrático. Pero, lejos de reconocer la muerte de su política y por ende de su economía, la gran burguesía con el apoyo del imperialismo, se aferrará al poder con uñas y dientes.  
El camino a seguir va a ser el de reformar algunos aspectos electorales, jurídicos y legislativos, ceder algunos derechos a las masas, intensificar la infiltración de las fuerzas del orden en los movimientos y sindicatos, persecución política contra dirigentes sociales; el apantallamiento de persecución entre bandos de la misma gran burguesía, para así desviar el problema principal y hacer que las clases desposeídas culpen a la corrupción abstracta como la culpable de todo el problema sociopolítico que saquea al país, pero no podrá lavarse las manos al momento de vender la patria a pedazos, como lo siguen haciendo ahora. Buscará reestructurar el círculo de sus representantes, para dar nuevos nombres que mantengan la esencia de servir a las potencias extranjeras. 
La reaccionarización de las fuerzas del orden será más intensa, no cabe duda. Es como un agonizante que lejos de resignarse a la inexorable muerte, da manotazos, pataleos e intenta robar órganos vitales a otros, para sobrevivir. Se sabe bien y es comprobado objetivamente, que toda la historia de la humanidad, como ya lo predicaran en su momento los representantes clásicos del marxismo, “es una historia de lucha de clases”; y acotemos a esto que en cada clase social hay contradicciones, que en el Perú ya se hicieron notorias. La gran burguesía con sus contradicciones (sin solución) reluce toda su endémica conformación, basada en la corrupción política, económica y moral; mientras que las clases bajas podrán solucionar sus contradicciones si forman un frente único de lucha donde confluyan los movimientos que han demostrado estar bregando constantemente con ellas, sin quitar el papel histórico a la clase obrera, que deberá unir a campesinos y otros asalariados, mediante un partido político que por el momento vemos aún no construido, mucho menos fortificado, mas urge hacerlo, urge forjarlo para poder dirigir ese frente único (esto demanda otro artículo mucho más amplio). 

Lima 17/10/2018

Comentarios

Más populares

La última estocada....

Los cuentos embrujados y norteamericanizados de Roncagliolo