EL OSTRACISMO DE UN REDOMADO

     SOBRE EL ARTÍCULO DE CERRÓN TITULADO “EL OSTRACISMO DE UN DISIDENTE”

    Escrito por J. Miguel Vargas Rosas

    Hay quienes aún consideran a Vladimir Cerrón como el “profeta de la revolución”, el “Lenin” peruano, la reencarnación de “Mariátegui” y por otro lado están los que siempre murmuran: “Hay que darle su oportunidad”, tal como el MRTA y otros grupos de izquierda lo hicieron con el primer gobierno de Alan García. Basta con leer su “justificación” para entender a cabalidad que no es para nada un revolucionario y mucho menos un marxista a carta cabal, sino más bien un comodín que se cola a la línea oportunista de derecha y buscando no perder la supuesta imagen revolucionaria que se ha ganado, esboza un montón de galimatías que para él resulta ser un sustento ideológico-político acorde al marxismo. Experto él en tomar frases sueltas de los clásicos del marxismo y tergiversarlos a su conveniencia, nuevamente se escuda en Mariátegui y Lenin —esta vez llega aún más lejos en su cinismo— con el fin de que las masas “comprendan” su alianza en el legislativo. 

    Sin más, empecemos a desenmascarar a este redomado que ha leído muchas obras de marxismo, pero al muy estilo de los kautskianos no ha entendido nada o si ha entendido ha optado el camino del oportunismo. A continuación, lo citamos: 

«Las desviaciones ideológicas de la izquierda no solo pueden ser entendidas cuando se orientan hacia la derecha, sino también hacia la ultraizquierda. Mariátegui decía que todo extremismo de izquierda era tan igual que un extremismo de derecha. Entendido así, debe quedar claro que el sectarismo, el dogmatismo, el purismo y el infantilismo de izquierda, no son más que la antesala del extremismo de izquierda».

Olvida nuestro descalabrado marxista que, Mariátegui también enfatizó lo siguiente: 

«Soy revolucionario. Pero creo que entre hombres de pensamiento neto y posición definida es fácil entenderse y apreciarse, aún combatiéndose. Sobre todo, combatiéndose. Con el sector político que no me entenderé nunca es el otro: el del reformismo mediocre, el del socialismo domesticado, el de la democracia farisea». (Carta de Mariátegui a  Samuel Glusberg, 1927) 

¿Nuestro “mariateguista”, Cerrón, podría excusarse pretextando que las dos grandes burguesías que imperan en el Perú, representados lógicamente por los fujimori, por Boluarte, por Verónica, por Saguesti, etc. son el conjunto de hombres de pensamiento neto y posición definida?, ¿podría justificar el “más grande marxista” sobre la faz de la tierra, Cerrón, su alianza con los aburguesados vende patrias, sin nada de decencia ni definición política salvo la de ser títeres del imperialismo, ante este enunciado de Mariátegui?, ¿es que acaso esta frase no le cae a él también como una estocada en el centro de sus blasfemias?, ¿no es su conducta la de un reformista mediocre, de un socialista domesticado, que con sus alianzas busca fortalecer la democracia farisea y en nada coadyuva a la revolución social? Mariátegui aún es más contundente, pues en otros textos como en «La crisis mundial y el proletariado peruano», incluido en «Historia de la crisis mundial» señala lo siguiente: 

«El campo proletario, como acabamos de recordar, no está ya dividido en socialistas y sindicalistas; sino en reformistas y revolucionarios. Hemos asistido primero a una escisión, a una división en el campo socialista. Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo. La división se ha producido, también, en la misma forma en el campo sindicalista. Una parte de los sindicatos apoya a los social-democráticos; la otra parte apoya a los comunistas»

Y más adelante prosigue: 

«Después de la guerra, todo ha cambiado. La riqueza social europea ha sido, en gran parte, destruida. El capitalismo, responsable de la guerra, necesita reconstruir esa riqueza a costa del proletariado: Y quiere, por tanto, que los socialistas colaboren en el gobierno, para fortalecer las instituciones democráticas; pero no para progresar en el camino de las realizaciones socialistas» (Los subrayados son nuestros).  

     Y Cerrón con su partido forman parte del reformismo mediocre que condenaba Mariátegui; pertenecen a la línea colaboracionista al que detestaba nuestro Amauta, colaborando con el gobierno para fortalecer las instituciones democráticas. No obstante, regresemos a la carta que dirige Mariátegui a Glusberg, y en el mismo párrafo a lo citado anteriormente, sentencia lo siguiente con el mismo aplomo radical y claro: «Además, si la revolución exige violencia, autoridad, disciplina, estoy por la violencia, por la autoridad, por la disciplina. Las acepto, en bloque, con todos sus horrores, sin reservas cobardes»; cobardía de la que adolece Vladimir Cerrón, quien para no llegar a la “violencia” prefiere besarle los pies al imperialismo. Por lo tanto, no negamos para nada que el ultraizquierdismo sea malo: Mariátegui es claro en esto cuando se refiere al fascismo, por ejemplo. Pero esto, en nada da razón para aliarse con los enemigos del pueblo que asesinan a mansalva a este. El ultraizquierdismo tiende a convertirse en un error grave como cuando se cierra en el sectarismo y el dogmatismo, concebidas en sus conceptos reales(aunque estos dos términos le han servido a la “izquierda” para abandonar o rechazar el camino del marxismo, confundiendo sectarismo y dogmatismo con posición ideológica), mas no implica para nada subirse al coche del oportunismo o  crear alianzas con las clases opresoras más viles que no darán ningún beneficio o consecución de derechos para la clase trabajadora. En errores de izquierda cayó nuestro camarada Stalin, por ejemplo, pero eso no ocurrió por hacer alianzas con la burguesía o montarse en la carroza del oportunismo. 

    Después de intentar refugiarse en las palabras de Mariátegui, tergiversándolo malintencionadamente para justificar su cutre alianza con las facciones de la gran burguesía, denostando así sus verdaderas intenciones, buscará soporte y abrigo en Lenin, a quien también distorsionará. Su conducta semeja a la de un niño que intenta justificar alguna fechoría ante sus padres, pero estos no le creerán. Entonces volvamos a citar a nuestro amiguito Cerrón: 

«Lenin combatió las desviaciones de izquierda que rechazaban todo compromiso con otros partidos, afirmaba que “no se puede ignorar que toda la historia del bolchevismo, antes como después de la revolución de octubre, está llena de casos de táctica, de maniobras, de conciliación y de compromisos con otros partidos, incluidos los partidos burgueses"».

    Bastaría con parafrasear a Lenin sobre la función que debe cumplir el Partido en el parlamento burgués, o mostrar la conclusión a la que llega Lenin en la época previa a la revolución rusa, en la que el parlamento ya no le sirve al proletariado, pero iremos más allá para desmentir a Cerrón. Lenin sentencia lo siguiente de manera tajante: 

«El político que quiera ser útil al proletariado revolucionario debe saber distinguir los casos concretos de compromisos que son precisamente inadmisibles, que son una expresión de oportunismo y de traición, y dirigir contra tales compromisos concretos toda la fuerza de la crítica, todo el filo de un desenmascaramiento implacable y de una guerra sin cuartel, no permitiendo a los socialistas, con su gran experiencia de “maniobreros”, y a los jesuitas parlamentarios escurrir el bulto, eludir la responsabilidad por medio de disquisiciones sobre los “compromisos en general”»

(V.I., Lenin. La enfermedad infantil de la “izquierda” en el comunismo. Fundación de estudios socialistas Federico Engels, 1998, p. 45)

        Y tras denunciar la treta de los jefes de las tradeuniones inglesas, la Sociedad Fabiana y el Partido Laboralista “Independiente” a quienes acusa de pretender «eludir precisamente así la responsabilidad por la traición que han cometido, por haber concertado semejante compromiso, que no es en realidad sino oportunismo, defección y traición de la peor especie» (V.I., Lenin. p.45), acentúa:

 «Hay compromisos y compromisos. Es preciso saber analizar la situación y las circunstancias concretas de cada compromiso o de cada variedad de compromiso. Debe aprenderse a distinguir al hombre que ha entregado a los bandidos su bolsa y sus armas para disminuir el mal causado por ellos y facilitar su captura y ejecución, del que da a los bandidos su bolsa y sus armas para participar en el reparto del botín. En política, esto dista mucho de ser siempre tan fácil como en el ejemplillo de simplicidad infantil»

(V.I., Lenin. La enfermedad infantil de la “izquierda” en el comunismo. Fundación de estudios socialistas Federico Engels, 1998, p. 46)

          Así pues, ¿Cerrón y su alianza han servido para disminuir el mal causado por la gran burguesía del Perú contra las clases trabajadoras y facilitar su captura y ejecución o ha servido por el contrario para que él y su grupete participen en el reparto del botín? Por como vemos, el sendero que toma Cerrón y su grupo es el que conduce a participar en el reparto del botín y por nada es un camino marxista. Recordemos y contextualicemos que lo dicho por Lenin se refería lógicamente al tratado de paz que firman y con la cual buscaban que la Primera Guerra imperialista se detenga para que esta no siga insuflando daño al proletariado. Aquí, por el contrario, la alianza sirve para justificar los asesinatos y las persecuciones; es útil para “legitimar” la violencia política y la opresión contra las masas trabajadoras. Entonces, ¿quién cae en el infantilismo de izquierda? No es otro más que Cerrón y su grupoide.  Lo que hace Cerrón —utilizaremos el siguiente neologismo ya que Cerrón alucina ser el Lenin peruano— es como si Lenin hubiese firmado un tratado con el zar ruso para infligir ataques contra los demás países utilizando la vida de los obreros que ya morían en el campo de batalla. 

        Una vez que dejamos sin justificaciones estultas a Cerrón, no le queda más que seguir mostrándose como un “revolucionario” y como tal se resiste a confesar que lo que ha ocurrido dentro del gobierno actual es un momento de tregua (necesaria e indispensable para no ver afectado al sistema que defienden) entre la Gran Burguesía Burocrática y la Gran Burguesía Financiera y que su careta se le ha caído, pues entra a “participar en el reparto del botín”. Pero para él seguir fungiendo de “revolucionario” es indispensable, ya que con ello podrá señalar con el índice acusador a los que decidieron retirarse de su partido —de los cuales, muchos no tienen ni la m de marxistas— y los amedrentan con decepcionar al pueblo porque no podrán formular leyes ni nada; los tilda de oportunistas que aspiran a gobiernos regionales y que se aprovecharán del pueblo; los insulta como un delincuente que al verse sorprendido empieza a vociferar todo tipo de abyecciones para salir airado. 

        Hay que tener presente que es de su partido y de sus integrantes de los cuales habla; partido al cual él considera uno marxista-leninista con años de derrotero y este derrotero se ve en la actualidad como una simple pantomima que se ha caído ante las decisiones difíciles que demanda la situación actual del país, conformado por integrantes oportunistas que no han sido forjados en el fragor de la lucha del pueblo ni mucho menos. Por lo tanto, a lo que le temen es a la transformación social que es el inexorable camino, que en contraposición a sus actitudes oportunistas, opta el pueblo y hacia donde los sucesos actuales lo conducen ineluctablemente y con mayor intensidad . 

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