Sobre el indigenismo y el socialismo. Una crítica al planteamiento "antifascista" de Milla Toro.
Escribe: J. Miguel Vargas Rosas
El señor Milla Toro, director del Diario Uno, en el artículo titulado "Esa basura fascista: el indigenismo” (Diario Uno, Columna Crítica filosófica. 2025), asevera que el “indigenismo” no busca la universalidad; por lo tanto, se aleja de lo que, en sus delirios de intelectual, él considera la finalidad de la “política”: “Incorporar todas las razas, etnias, religiones y lenguas dentro de una unidad política”. Con relación a esto último, olvida que existió —como ejemplo básico que el señor letrado ha olvidado— un “indigenista” literato llamado José María Arguedas que titula una de sus novelas más emblemáticas con el nombre de Todas las sangres, ya que en la misma avizora la posibilidad de la convivencia de distintas razas, etnias y lenguas en una misma unidad política; convivencia que no es posible debido a la brutalidad y el salvajismo del sistema capitalista. Esta última afirmación nuestra, nos conduce inexorablemente a refutar su planteamiento de que la finalidad de la política, a secas, consiste en “incorporar todas las razas, etnias, religiones y lenguas dentro de una unidad política”, puesto que el sistema capitalista, mediante su “política”, sojuzga a las mayorías sociales y extermina las culturas nativas sin remordimiento alguno, con el fin de producir la mayor cantidad de plusvalía, porque aquí no importan ya las culturas ni la integración de las mismas como tampoco la naturaleza (1), sino simplemente las ingentes riquezas que se puedan obtener de la mano de obra, y para ello es necesario mantener sojuzgada a la mayor cantidad de trabajadores que pertenece a las distintas culturas y razas. A menos que el señor Milla se refiera a incorporar todas las razas, etnias y lenguas en la miseria y bajo las botas del señor burgués.
Sigamos con los galimatías del director del Diario Uno. Todas sus deducciones a priori, lo conducen a la inevitable meta de creerse juez y lanzar la siguiente sentencia contra el “indigenismo”: Indigenismo es igual a Fascismo. Ni más ni menos que los neoliberalistas establecen el siguiente axioma: Nacionalismo es igual a Retroceso. Ambos planteamientos confunden —si es intencional o no, aquí no es la cuestión principal— conceptos y restan importancia que se le debe otorgar al “Indigenismo” y al “Nacionalismo”. No podríamos comparar jamás el “Nacionalismo” con el “Chauvinismo”; por ende, no es lo mismo sentenciar al “Socialnacionalismo” como el nazismo —cuyo vientre fue el capitalismo— que sentenciar al “Nacionalismo”, pues son dos políticas diferentes.
Si Milla revisa la historia económica, reconocerá que el “Nacionalismo” fue una etapa inevitable de todos aquellos países que hoy son potencias: USA, Rusia, China, Japón, etc. Porque el “Nacionalismo” les permitió desarrollar y fortalecer su economía interna y sus modelos de producción (2). Si hoy se ve con horror que un país de Latinoamérica tan siquiera hable de “Nacionalismo”, es porque no resulta conveniente que estos potencien y robustezcan su industria y economía interna; implicaría un acercamiento a la emancipación contra la opresión imperialista.
De igual manera, confundir el “Indigenismo” con el “Fascismo” concentra gravísimos problemas. El Indigenismo, históricamente hablando, es la nomenclatura que se le otorga al hecho de revalorar las culturas nativas que habían quedado relegadas y oprimidas tras la invasión europea a América, no de sobreponerla. Mejor aún, se trata aquí de que las culturas que han sido marginadas durante siglos y viven bajo el yugo del señor Feudal y/o de los Neocolonialistas, puedan manifestarse, ser escuchados y mostrar su realidad para transformarla como parte de la transformación social. Mientras tanto, el fascismo tiene un proceso histórico diferente —recomendamos al señor Milla leer la autopsia del fascismo que realiza Mariátegui y comprenda que este pensador, pese a ser autodidacta era menos ignorante que él— y es un mecanismo adoptado hoy por el sistema capitalista y que deja relucir cada vez que se ve amenazado; Hitler, que en su momento fue apoyado por el capitalismo europeo, se nutrió del “darwinismo” deformado por Spencer, quien lo trastocó en “darwinismo social” (Espina, A. 175) y ese mismo “darwinismo social” es utilizado por los neoliberalistas como Hayek cuando no tienen argumento científico para sustentar su teoría económica.
Milla afirma que no podemos sostener el indigenismo desde la izquierda socialista marxista-leninista, y tilda a Mariátegui de ignorante atrevido y le encara su equivocación por sostener el “indigenismo”. Lo que Milla ignora es que si se es marxista-leninista se debe tener en cuenta las realidades de las distintas clases sociales que cohabitan en una sociedad determinada o una única “nación política” como él prefiere llamarla, al muy estilo romántico-burgués. Olvida que un alto porcentaje de los oprimidos en el campo fueron (en la época de Mariátegui) y son (en la época de Milla) “indígenas” cuyos valores y principios son exterminados por la gran civilización burguesa. El socialismo debe dar una solución adecuada a esta problemática.
Tilda de “equivocado” a Mariátegui porque este, efectivamente, había propuesto y concebido la esperanza de que los propios “indígenas” escribiesen su literatura o diesen a conocer (con sus propias voces) la realidad objetiva que afrontaban, dando a conocer también sus pensamientos e idiosincrasia, mas, en ningún momento establece que hay que sobreponer esta cultura a las demás. El indigenismo, desde la óptica de Mariátegui, es perfectamente aceptable y si se apoya a un indigenismo determinado en la actualidad, es a ese indigenismo que busca poner sobre la mesa la realidad social “indígena” y busca coadyuvar a la transformación social como mecanismo de transformación de sus problemáticas particulares. No obstante, todo esto lo desconoce Milla y desconoce también que Mariátegui fue enfático al señalar que la cuestión de Clase pesa más que cualquier otro carácter, incluso pesa más que la cuestión de Raza o Género. Niega abruptamente y con cierta malicia que Mariátegui conoció la realidad del “indígena” de su tiempo, porque en el Perú subsistía el modo de producción feudal y el semicolonialismo; es más, de manera maliciosa, obvia señalar que el “indigenismo” era una propuesta que devenía de mucho antes y llega a su esplendor con los postulados de González Prada quien propugnaba la emancipación de los indígenas, pero en ningún momento propició la cuestión de razas por sobre la de clases.
Es cierto que superviven distintas culturas y etnias en el Perú de hoy. En todas ellas existen explotados y explotadores, pero de ahí que a Milla se le haga indispensable cambiar y alterar la historia real del Perú tan solo para envilecer el “indigenismo” o referirse peyorativamente sobre Mariátegui y creerse, en un baño de ego, ser un superador del mismo, resulta injustificable. Es real también, a la luz de todos los nuevos estudios, que hubo invasión española contra el imperio incaico y, dentro de ella, existieron alianzas y traidores y vendidos, pero esto no significa que no hubo explotadores ni explotados durante el virreinato ni mucho menos que el Perú era otra España, donde los que en su momento pactaron alianzas fueron “ciudadanos decentes”(3). Es más, los estudios recientes sobre la historia remarcan que sí hubo una masacre en demérito de la cultura incaica por parte de los españoles durante la invasión; masacre que fue criticada hasta por algunos soldados españoles. Por otro lado, según Milla, el que haya pobres y ricos no significa que hayan dominados y dominadores. “No había una suerte de dominantes sobre dominados más allá de las diferencias de clases sociales”; con esta frasecilla, niega rotundamente el origen de la miseria y la necesidad de someter a cierto porcentaje de la población a dicha miseria en beneficio de los “ricos”; en otras palabras, niega sin sustento alguno la relación que guarda la miseria y la riqueza, los miserables y los enriquecidos. Por ende, el planteamiento de Milla resulta más “simplón” que el “indigenismo”, al que acusa de “simplificar” la compleja historia peruana.
Finalmente, los socialistas, tal como el propio Mariátegui lo hace, enfatizamos en el internacionalismo, pero, a diferencia de Milla, quien parece alardear de maestro de “marxistas” por su dilecta lengua que funge didactismo, tenemos bien en claro el internacionalismo proletario y el internacionalismo capitalista que es un internacionalismo por el lucro y la plusvalía, de opresión contra los pueblos subdesarrollados y el dominio que ejercen las potencias mundiales. El socialismo es internacionalista, es universal, pero distingue su internacionalismo de aquel internacionalismo opresor y destructor al que llaman “globalismo”, porque el internacionalismo socialista es de libertad y de unión entre pueblos y culturas; es un internacionalismo que permite el avance indefectible hacia la sociedad sin clases: Ese internacionalismo que predicaba César Vallejo en sus artículos sobre cultura (Recomendamos al señor Milla leer los mismos)
(1) Marx aseguraba que el capitalismo tiende a destruir las dos fuentes de su riqueza: El hombre y la naturaleza. Y una política que se basa en esta práctica, no puede tener por finalidad “incorporar todas las razas, etnias, religiones y lenguas dentro de una unidad política” tal como quiere mentirnos el señor Milla.
(2) Es necesario discernir entre el nacionalismo socialista y el nacionalismo capitalista; este último, proclive a constantes crisis económicas y al sometimiento a condiciones de hambruna y sobre trabajo excesivo de las mayorías sociales en beneficio de las clases burguesas.
(3) Es más, los que traicionaron a los incas y los que hicieron pacto con los españoles, tal como la historia de Felipillo lo demuestra, tuvieron que alzarse en armas debido a la vil explotación que recaía sobre sus paisanos.
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