Saltar al vacío en Perú

 Escribe: J. Miguel Vargas Rosas    

    Cual una película de ciencia ficción, versada en el fin de los tiempos, se ha registrado una sucesión de suicidios en el Perú, cuyos protagonistas son jóvenes (estudiantes y/o profesionales). En casi todos los casos, estos se han inclinado por saltar al vacío, como si ese salto les otorgara, durante unos segundos, la libertad que carecieron en esta tierra o, símil a los romanticistas de antaño, la escapatoria de un caos cada vez más infernal. Esto podría resultar una metáfora o prosopopeya de un país como el nuestro que salta al vacío y se profundiza en un abismo pantanoso y negro (tal como el destino de Héctor estuvo ligado al destino de Troya). 

    No es, pues, pura coincidencia que, según la OMS, 703,000 personas mueran por suicidio cada año y que, de estas, el 77% sucedan en los países con ingresos económicos bajos o medianos. Por otro lado, la psiquiatría actual establece que toda afección psíquica tiene una relación con algún suceso objetivo, y no únicamente con la pura psiquis humana (salvo algún daño físico), tal como lo predican nuestros Schopenhaurianos de la superación voluntaria que, según ellos, gracias a una voluntad superior (sin ningún medio objetivo) pueden volverse hasta grandes imperialistas (aunque prosiguen de asalariados) y, peor aún, pueden hacerlo solos. 

     En el Perú, según el Sinadef, el número de suicidios ha aumentado poco más del 22% entre enero y febrero del 2025. Esto constituye una señal de alarma o un parámetro que nos permite comprobar la crisis en la que se ha precipitado el Perú. Debemos aclarar que no es solo responsabilidad del gobierno actual, sino y, sobre todo, de un sistema que educa en el individualismo más egocéntrico y enfermizo; un sistema que no da salida a los jóvenes más que el placer pasajero y morboso, el conformismo, el consumismo, la soledad nociva y la antipatía más severa. Esa es la salida en contraposición a la otra: la muerte. A los jóvenes se le ha quitado la política, la filosofía, el derecho a la educación, el derecho a la salud pública y se le ha inculcado la brutal competencia individual, la falsa teoría de que el “que quiere puede” y el que no puede, es porque no quiere o es inservible socialmente, otorgándoles solo obstáculos, y que el sistema es “un dios eterno”, con imperfecciones, pero eterno. Por lo tanto, esta tragedia, propia de Sófocles, no tiene más escapatoria que la muerte, pues la “mano invisible” de Smith nos ahorca hasta dejarnos sin aliento. 

    De esta manera, se les ha quitado la esperanza y todo “mito” que los impulse a luchar por un Perú nuevo dentro de un Mundo nuevo, a cambio de 123, 350 empleos menos que en el 2022; una brecha social que se agiganta; un sueldo nominal mínimo que asciende —en palabra— a los 275 dólares, aunque en la realidad resulta menos que esto, y que el sueldo real resulta inferior, porque el costo de la canasta básica familiar asciende aproximadamente a 1,784 soles; represión social a cargo de las fuerzas del orden encargadas de imponer el desorden, las cuales demuestran, junto al gobierno, un desprecio inhumano por la vida (de ahí que se preocupen más por seguir privatizando derechos elementales como la salud y muestren una desidia total por la salud mental de sus ciudadanos); la violencia delincuencial que asesina a mansalva y a la hora que se le pegue la gana. 

    No olvidar que este sistema no ha sabido dominar la naturaleza, sino destruirla, y con esa misma insania no ha podido socializar la tecnología, sino que ha aprisionado (de una u otra manera) a la juventud, volviéndola en siervo de las máquinas, en vez de hacer que las máquinas se vuelvan serviles del hombre. Sin citar más problemas sociales que abruman a los ciudadanos en general, ¿no serían estos hechos objetivos los que influencian negativamente en la psiquis del peruano? No lo es todo, pero es un gran porcentaje de peso que el sistema acumula sobre los hombros de los de “a pie”. Se nos podrá reprochar que también influencia la predisposición de la mente del suicida, pero precisamente esta mente ha sido moldeada con un menosprecio por parte del sistema, de los gobernantes y, por último, de la sociedad misma, y jamás se le ha proporcionado una atención adecuada.

     Esto demuestra lo “erróneo” y lo “estúpido” del “razonamiento” de quienes aseveran que solo se suicidan los “ociosos”, teniendo en cuenta que los últimos suicidios los han protagonizado jóvenes estudiantes y trabajadores; asimismo, resulta insostenible la teoría de que “el que no puede es porque no quiere”, obviando que el sistema está diseñado para ser oprobioso y para asesinar en beneficio de una clase social cada vez más reducida. El Perú muere con cada suicida y con cada asesinado; el Perú es apuñalado por cada gobierno que defiende el mismo sistema, mientras nosotros nos sentamos a llorar y a ver lo que sucede, sin recordar que el mundo está mal porque existen personas que se sientan a ver qué pasa sin hacer nada.  

Comentarios

  1. Lastimosamente, nuestro gobierno peruano, no hace nada al respecto con estos problemas. La sociedad además de entender y buscar la fuente del problema, critican a las personas que se suicidaron, haciéndoles ver como cobardes. Espero que esta realidad cambie. Como dueles Perú.

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