Modigliani: más que realidad, una leyenda...

Por: J. Miguel Vargas Rosas


Tras la muerte de Jeanne Modigliani, toda la leyenda volvió a desatarse en 1984. Todos debieron de evocar a la vieja Francia y a los viejos barrios de Montmartre y Montparnasse, en donde las escuelas de arte no eran sino los cafés-bar. Pero sobre todo, tras la muerte de la única hija de un gran pintor italiano, residente en Francia, debieron todos evocar el 24 de enero de 1920, cuando un Amedeo Clemente Modigliani, cuyo diminutivo de su apellido (Maudit) paradójicamente traducido al francés significa “maldito”, decía a su agente y representante Zborowsky: “Yo ya estoy muerto, pero te dejo a Soutine”; haciendo referencia a uno de los pintores reconocidos y quien fuera amigo de Modigliani, Chaim Soutine.
También debieron imaginar a Jeanne Hébuterne, la mujer del pintor livornés, quien acompañó a éste hasta los últimos días de su vida. Aquella noche del 24 de enero, ella llegó al hospital de caridad cuando el pintor había ya dado el último suspiro. Dicen que miró el cadáver, dicen que no le lloró ni lo besó, ni siquiera se acercó a él, se quedó en el umbral. Sólo le miró largo tiempo, con dulzura, pero a través de su mirada demostraba cierto vacío en su alma.  
Días antes del 24 de enero, un grupo de sus amigos encontró a Modigliani en un estado deplorable, pues agonizaba en su estudio de pintura de la Rué de la Grande Chaumiére, acompañado de Jeanne Hébuterne, quien le sostenía la mano y le hacía un retrato, mientras él le pedía que no lo abandonase, que lo siguiera hasta más allá del morir para seguir amándose. La Meningitis tuberculosa que sufría desde pequeño se había agravado debido a que el pintor llevaba una vida descontrolada, en la punta de los dedos, con adicción al tabaco, el vino y las drogas. El grupo de amigos trasladó a Modi al hospital de caridad de Montparnasse.
Precisamente cuando lo encontraron en su estudio, él y Jeanne se encontraban rodeados de botellas de vino vacías junto a latas de sardinas abiertas. Jeanne Hébuterne, no pudo resistir a esta pena, tal vez debió escuchar en su mente adolorida la voz de Modi, pidiéndole que le siguiera hasta el más allá, tal vez sólo recordaba los buenos tiempos con él, con él que un día antes de caer en grave crisis, había sacado la autorización para casarse con ella, con ella que tenía padres que detestaban a Modigliani por ser judío y llevar una vida tan descarriada. Por esa tenaz lucha que ambos sostuvieron para mantener su amor, para fortalecer ese amor tan loco y algo oscuro.
Amedeo Clemente Modigliani

Después de la muerte de Modigliani, en la madrugada, mientras sus hermanos y su padre discutían el futuro de la que en un tiempo fue también pintora y luego se tornó en musa inspiradora del pintor livornés, Jeanne se tiraría del quinto piso de la casa de sus padres. Llevaba aproximadamente ocho meses de gestación del segundo hijo de Modi o Dedo, como solían llamar a Amedeo Modigliani sus más íntimos amigos. 
El entierro de Modigliani fue apoteósico el 27 de enero de 1920. Cientos de personas asistieron a acompañar a quien tenía el corazón de niño y era querido por muchos, además todos los artistas de la época también fueron;  mientras que Jeanne fue sepultada en secreto. A partir de 1930 recién se unirían nuevamente, a pedido del hermano mayor de Amedeo Modigliani, Emmanuel Modigliani, quien convenció a los padres de Jeanne que los cuerpos reposaran juntos, por lo que así se hizo con los siguientes epitafios: “Alcanzado por la muerte en el momento de gloria”; que yace inscrito en la tumba de Modi y “Compañera devota hasta el extremo sacrificio”; que está escrito en la tumba de Jeanne.
“Lo que busco no es lo real o lo irreal sino lo inconsciente, el misterio del instinto en la raza huamana”; explicó un día de sobriedad y uno de los pocos días de cordura que tenía Modigliani, al hablar de sus pinturas. Lo sorprendente de Modi es su devoción a la pintura, su entrega total al arte y por ende la incomprensión de la que fue víctima. Se cuenta que solía encerrarse en su estudio o en sótanos a pintar sin límite de tiempo, con pasión y locura. A veces ni comía; sólo él, sus lienzos y sus botellas de vino, pintando sin salir varios días.
Antes solía hacerlo con las esculturas. Se encerraba largas temporadas, comiendo sólo lo necesario, esculpiendo sin límite en sótanos de mala muerte. Él era más escultor que pintor y dejó la escultura debido solamente a que los materiales costaban más que los materiales de la pintura y además el trabajar con piedra le causaban más daño a su salud.
Modigliani retratado por Jeanne Hebuterne

En su época de pintor, algunos de sus amigos que lo fueron a visitar, recuerdan que solían encontrarlo con fiebre, más delgado, pues no se alimentaba bien y de lo único que hablaba era de sus pinturas.   “Son mis ojos de italiano los que no pueden habituarse a la luz de París…Una luz tan envolvente…he imaginado nuevos temas en violeta, anaranjado, ocre… No hay modo de hacerlo cantar por ahora”;  le dijo una vez a Louis Latourette en el Montmartre de los años 1907, “No, no lo hay. Todavía es Picasso, pero mal hecho, Picasso le daría un puntapié a este monstruo”; el mismo Latourette narra que Modigliani destrozó durante esa época muchos de sus cuadros porque no le agradaban a él mismo y que siempre solía decirle que quería dedicarse sólo a la escultura. 
Por aquel entonces el estudio de Modi consistía en un cuarto con una cama, dos sillas, una mesa y un baúl. Además tenía todas sus carpetas llenas de dibujos. Ese cuarto estaba repleto de lienzos. 
No sería sino hasta años después en que Amedeo Modigliani, encontraría su propio estilo, ese estilo que buscaba con desespero. Los retratos de cuellos alargados, rostros ovalados, y desnudos cuyos trazos han sido catalogados ahora como casi perfectos. De ahí que surge una de sus frases que se hizo popular hasta ahora: “Pintar a una mujer, es poseerla”; junto a esa adicción a la pintura, aumentaba las leyendas de su personalidad irreverente, mujeriego y adicto a las drogas. Sus amoríos que siempre terminaban en breve tiempo y que a él le dejaban un sinsabor en el alma, sumiéndolo en gran pena, eran convertidos en pintura o en alguno que otro verso que solía escribir, porque Modi solía en sus embriagueces o incluso sobrio, en las calles o en las cantinas, recitar de memoria párrafos enteros de la Divina Comedia de Dante Aligheri.
Picasso, que sería su rival, porque Modigliani no admiraba tanto el cubismo, pero sin embargo fue influenciado por aquella corriente, aseguraría: “En todo Montparnasse, el único que sabe vestirse bien, es Modigliani”, aunque otras historias posteriores, no aseguradas, plantean que Picasso marginaba a Modigliani porque vestía como mendigo.
Modigliani y Pablo Picasso

Conforme Modigliani avanzaba en su creación pictórica, también se sumergía en la más grande pobreza. Cuenta el poeta Jean Cocteau que una noche estaba con Modi en un bar y éste le hizo una pintura, pero tuvieron que dejarlo encargado al cantinero porque ambos no tenían el dinero suficiente como para trasladar el lienzo en un vehículo. 
 Dedo solía regresar a Livorno, su ciudad natal en la vieja Italia, para recuperarse de los males pulmonares que en Francia se hacían más críticos. Laura Garsin describió en junio de 1909 a su sobrino Amedeo Modigliani de la siguiente forma: “Lo hallé miserablemente alojado a la altura de un primer piso en una de las diez o doce celdas dispuestas en una denominada Ruche”, pero el carisma de Modi, su belleza física descrita por muchas de las mujeres con las que compartió momentos de pasión, hacían que poseyera un magnetismo, por lo que tuvo muchos amoríos, la mayoría breves, de los cuales sobresalen dos: Beatrice Hastings y Jeanne Hébuterne. Ambas cayeron en la tragedia tras perder a Modi, ambas se aferraron al pintor livornés, levantándose sobre ellas también leyendas tan malditas y trágicas como la propia vida del pintor.
Beatrice Hastings, poetiza y marchante del feminismo, con quien sostuvo un romance de dos años, describiría a Modi como un tipo tímido y encantador en momentos de sobriedad, mientras que en momentos de embriaguez era triste y algo violento. Beatrice recordó que a la primera vista, Modi le pareció un tipo glotón, vulgar, pero cuando lo volvió a ver unos días después, lucía espléndido, encantador, carismático, elegante y culto. Terminó enamorándose profundamente de él. Se dice de ella que era una mujer de carácter muy fuerte, con uso de la razón antes que la pasión. Pero también se dice que fue ella quien incitaba al pintor a consumir más alcohol, aunque otras historias aseguran que era ella quien trataba de hacer cambiar al livornés, que dejara el alcohol y que buscase un trabajo fijo. Lo único hasta ahora comprobado es que tras el rompimiento del romance, Modi siguió con el arte, con su adicción a la pintura, pero Beatrice Hastings perdió finalmente la cabeza y se sumergió en la bebida.
Cuenta además el escultor Fierre Leonardi que, Matisse se enfadó mucho, pese a ser conocido por sus bromas, cuando Modigliani le prendió fuego al periódico que estaba leyendo Lenin (líder de la revolución rusa), y una vez que le quitaron el periódico encendido de las manos al líder ruso, Matisse inició una discusión con Modi, mientras Lenin asistía divertido a la escena, lo que demuestra la humildad y el gran carisma del gran Lenin.
El año de 1917 sucederían dos acontecimientos enigmáticos para Modigliani, cuyos finales fueron fatales. Ese año, su amiga la escultora Channa Orfolt le presentaría a quien sería su musa inspiradora, al amor de su vida, cuyo idilio vencería a la muerte misma: Jeanne Hébuterne, chica descrita por su madre como tierna, razonable, carácter fuerte, muy cuerda y con deseos de progresar en lo que se proponía. Para entonces, ella tenía 19 años de edad y él 33.
El 3 de diciembre de ese mismo año, se realizaría la primera y única exposición en vida de sus pinturas, celebrada en el Berthe Weill; desgraciadamente, horas más tarde la autoridad cerraría dicha exposición, por faltos a la moral, ya que también se exponían los desnudos que había pintado con pasión.

                                                                              Jeanne Hébuterne retratada por Modigliani
Entonces empieza la época más crítica del pintor. La familia de Jeanne Hébuterne somete a la joven a restricciones muy grandes, decidiendo no apoyar el romance que mantiene con el pintor, por considerarlo depravado y sobre todo Judío. El Pintor realizaría varios trabajos de desnudos con el fin de vendérselos a los turistas, sin éxito alguno. De esas fechas data la frase célebre del pintor: “Cuando conozca tu alma, pintaré tus ojos”; ya que había retratado numerosas veces a su mujer, pero en ninguna había pintado sus ojos, por lo que ella (Jeanne) decidió consultarle y él respondió con aquella frase.
En 1919, cuando él y Hébuterne se trasladan a Niza por la salud del primero, ella da a luz a una hija a la que llamarían Jeanne, como la madre. Cuenta la historia que 
Modi solía llegar ebrio a casa donde                        
la señora encargada, cuidaba a la niña; tocaba la campanilla para saber si su hija estaba bien y cuando la niñera respondía: “No haga ruido”; él sabía que su hija dormía, entonces se sentaba ebrio y luego se iba caminando riéndose a carcajadas. 
De esas fechas datan ya cuando Modi, desesperado y angustiado por la grave crisis que afrontaba, iba de cantina en cantina ofreciendo dibujos. “Soy Modigliani, vendo dibujos y retratos, sólo a veinte francos”; su mecenas, por decirlo así, Leopold Zborowsky, poeta y marchante de arte a quien conoció en 1916, nada puede hacer para ayudarlo. Él era el que le conseguía los estudios, el que se movía para vender el arte de Modi, sin tener éxito, es más él pagaba el cuarto donde el livornés vivía. Pero la fama de Modi ya se estaba expandiendo, que hasta Mariátegui en el Perú señala: “mientras coronan a un Matisse, empujan al suicidio a un Modigliani”; criticando a la sociedad capitalista.
Jeanne Hebuterne quedaría en cinta otra vez. Un día de 1920 los encontrarían a ambos, a quienes apodaban ya “Los Amantes de Montparnasse”, en la más grande miseria. Él agónico, ella casi enloquecida por el dolor y la tristeza, gestando de 8 meses. Kisling y Ortis de Zarate, llevarían a un Amedeo Clemente Modigliani moribundo, al hospital el 18 de enero y el 24 moriría. Cuenta la historia que Modi solía vender sus cuadros de desnudos a sus representantes a un valor de 100 francos o menos, sin saber que después de algunos años cada una de sus pinturas sería valorizada en más de 15 mil millones de dólares.
Jeanne Hébuterne a quien la gente míticamente describe como una chica que casi no reía, pero que sí apoyaba a Modi en todo lo que podía, después de la muerte de éste, la madre la vio llegar a su casa serena, normal, sin presagiar que esa misma mañana se tiraría del quinto piso. Jamás se explicaron cómo una niña tan razonable pudiera perder la cabeza por amor.
La pintura de Modigliani lo convirtió en una de las figuras más sobresalientes del arte pictórico. Sus retratos de cuellos alargados, como dándole un sentido de cisne a las imágenes y el cisne no es sino la representación simbólica del amor, del ensueño, si nos basamos en la Corriente modernista. Los rostros ovalados y los desnudos, en donde encontramos trazos muy bien realizados. La serenidad reflejada en sus desnudos contradice a la vida eufórica y desenfrenada que llevó. Maurice de Vlaminck, el fauve, describe de la siguiente forma el talento del pintor livornés: "Modigliani era un aristócrata. Toda su obra es un poderoso testimonio de ello. Sus lienzos llevan todos ellos la marca de una gran distinción. Lo grosero, la banalidad y la vulgaridad están excluidos de ellos". Si bien es cierto, sus desnudos sobresalen bastante, pero éstos nos llena de un erotismo artístico más no baja su nivel a la morbosidad o la corrupción, es Modigliani un pintor elegante, romántico y único, pues sus retratos se diferencia de los demás pintores, porque le da una característica de niño, tierno, sutil y hermoso.
Jeanne Modigliani, la única hija del pintor, escribiría años después la biografía más completa de entre tantas biografías que se publicaron sobre su padre. Además dedicaría gran parte de su vida a buscar la revalorización de la obra de su padre así como a rescatar las esculturas del mismo. Era una mujer de carácter fuerte que exigió siempre se resaltara más el arte apasionado que hacía su padre, que dar a conocer la bohemia en la que había caído su vida.
Modi dejó cientos de cuadros, la mayoría desnudos y retratos, salvo uno que otro cuadro paisajista; asimismo dejó incontables dibujos a carbón y escasos, pero también heredó a la humanidad, esculturas de piedra, que en su mayoría tiró a fosos y sótanos. Una vida entregada al arte de forma sacrificada, pero también al romanticismo apasionado y oscuro; Modi antes de marcharse, logró pintar los ojos de su amada Jeanne Hébuterne, diciendo con esto que había conocido su alma y  que era bella… Más que una realidad, Modi se fue convirtiendo en una leyenda…
Modigliani y Jeanne Hébuterne

Comentarios

Más populares

La última estocada....

Los cuentos embrujados y norteamericanizados de Roncagliolo