Analizando el "Testimonio del Hombre que Caminaba"

Por: J. Miguel Vargas Rosas



Conocí a Marlon Maraví allá por el 2007. Nos distanciamos tras una polémica  tres años después aproximadamente. Así que nada me ata a alabarlo ni a atacarlo, por lo que me tomo la libertad de poder comentar su obra “Testimonio del hombre que caminaba”, publicada en el 2011  por la editorial Arteidea y el cual recién pude leer. Quise empezar de esta forma para no iniciar con el clásico: “el libro está conformado por 6 capítulos, con temáticas diversas que el autor ha creído conveniente en dividir, colocándoles los siguientes títulos: “Testimonio del hombre”; “Los Falsos Rostros del amor”; “Cruzando las esquinas”; “Desde el Calor de la Vicharra hogareña”; “La estrella Roja” y “En los límites de la vida” ”.
            Desde mi punto de vista como lector, veo en la poesía de Maraví M.R.  versos existenciales, hay en él una nostalgia por el tiempo que ha transcurrido; esa tristeza sutil que empapa el alma cuando la mirada del corazón se vuelve hacia atrás y divisa todo lo que ha quedado en el pasado. Maraví M.R. conserva su estilo parsimonioso, suave, no acelerado, ni loco, por ratos hace uso de palabras muy populares y utiliza onomatopeyas; enriquece de esta forma su poesía, que a veces llega también a la narrativa poética, pero que quede claro que esta narrativa podría interpretarse como un conjunto de metáforas. En el caso de la luz, cuando el autor señala que la luz ingresa a su habitación, la luz podría ser una metáfora de vida, de alegría o tal vez de nostalgia.
El poeta también cultiva los versos de amor conyugal, sobre todo el canto al amor perdido, al amor que se ha marchado a lo lejos, dejando un vacío con lágrimas en el pensamiento, ese amor que como nos llena de alegría y ternura, también nos suele hundir en el más grande abismo de la tristeza insondable. Hay versos creados a partir de la realidad momentánea que vivió el autor, una realidad que duele y es plasmada como un golpe certero al corazón. Se atreve también a cantar al pueblo, al que muestra explotado, vilipendiado, lamentándose por él, pero sin mostrarse partidario de ninguna política aún.
Hay muchos poemas bien logrados por parte de Maraví M.R.; fue para mí muy agradable leerlo. Leer a un poeta que conserva la parsimonia en sus versos, que trata de mostrar el academicismo y lo popular en sus líneas, encandila el corazón. Maraví logra versos que contagian de sentimiento, que enternecen al lector y lo conmueven. Todos los que hemos conocido a Maraví, sabemos un poco de su vida, de su casi muerte, experiencia que él plasma también en este poemario y sabemos de todos sus dolores, desde la pérdida de su padre, sus internamientos en hospitales, la pérdida de una jovencilla a quien quiso. Todo, plasmado en estas 78 páginas de poesía.
“Ya no hay recuerdos en esta tarde/ allá quedó olvidada/ mi apartada infancia hecha bolas”; como habíamos señalado ya, Maraví en esta ocasión utiliza la frase popular: “…hecha bolas”, además coge un lenguaje juvenil, casi adolescente para rememorar la infancia. Maraví se pega mucho a ese pasado que fue dulce. Se enternece y entristece precisamente porque ese pasado ya jamás volverá.
En los poemas de amor, también utiliza lenguaje popular. “Ella transita cada tarde por avenidas gastadas/ con ese andar que atrae pupilas ardientes/ el ocaso dorado agranda su sombra/ la cuadriplica/ a los puntos cardinales/ se coge el cabello y sonríe para sí misma/ sabe muy bien lo que tiene y puede tener/ esa tarde rosada cruza por mi puerta/ sus ojos acusan temerosos/ la jodida presencia del amor en los míos/”; aquí rompe el lenguaje academicista y bien preparado, con la palabra popular “jodida”, que lejos de malograr el poema, lo realza ya que demuestra una antítesis de aquel enamorado no correspondido que odia al amor precisamente porque no lo aman, pero aun así sigue amando a la amada.
En otros versos resalta la onomatopeya, como en el siguiente: “Solíamos despertar por las mañanas,/ al dar el canto de un ave/ o el sonido de un balón en el piso/ entonces calzábamos nuestras/ zapatillas desgastadas/ limitadas por el pavimento/ mmmmm….sí”; ese mmm, no es sino la degustación por ese pasado tan hermoso y donde el poeta era feliz.
Hay en Maraví mucho de ternura. Los versos anteriores no son sino la añoranza por regresar a los viejos tiempos, a aquella infancia donde todos éramos felices, sin conocer aún la realidad que se hace cada vez más cruenta. Cuando le canta al pueblo, la mayoría de sus versos conservan calidad alta, aunque hay partes (según mi opinión), en que baja un poquitito de calidad. “Mi pueblo brota/ en las uñeras de estériles cerros,/ entre plásticos vidriosos/ y letrinas señoriales,/ tísicas velas impregnan humildad sobre carcomidas mesas.”; para el escritor, el pueblo al que canta su poesía no es pues una hermosa avenida, ese pueblo sufre, está ensangrentado, ensuciado, improductivo. Lanza con sus versos académicos la realidad social en la que está sumida la mayoría del Perú, pese a que éste (el pueblo) trabaja hasta más no poder, como dijera versos más adelante: “Mi pueblo camina, suda gotas ultravioletas/ regatea en mercadillos de carpas enmohecidas”, con esto trata de levantar en el mismo pueblo y sus lectores la indignación más grande contra la injusticia que campea en la tierra. En política, Maraví aún duda acerca del futuro, aún duda de cuál es el correcto camino a seguir por el pueblo. Pero en el cierre del  poema que analizamos y se titula II, puntualiza: “Mi pueblo me dio su sangre/yo le doy mi muerte”, con esto termina el poema y de ahí que brote mi aclaración de que en ciertas partes, la calidad baja, pues según mi opinión este cierre pudo mejorarse más, sin embargo los dos versos, son de hondo mensaje, de profundo sentimiento, necesarios de examinar minuciosamente con el análisis, porque abarca mucho.
Encuentro en Maraví un poeta joven, que ha conseguido, en gran mayoría, su propia voz y esa voz se inclina a hablar de la existencia, de la muerte, de la soledad, del amor íntimo, de lo hogareño como cualquier otro escritor que lleva en las venas la sangre de la sierra peruana. Su sentimiento es lánguido, casi acercándose a lo trágico. Lograría mucho más si llegara a despegarse de Vallejo o Scorza. Sobre todo de Vallejo, porque en algunas partes de este su primer libro, encontré similares versos a los que usaba César Vallejo.
 Por lo demás, es un libro muy bien trabajado y logrado. Maraví deja relucir su estilo con una mezcla de modernidad y poesía clásica. A diferencia de Manrique quien no aseguraba que todo día pasado fue mejor, Maraví asegura que sí todo día pasado fue mejor, debido al dolor que se sufre hoy, pero olvida Maraví quizá que en el pasado también había dolor y sufrimientos tantos sociales como de amor. “Porque ningún día será mejor que el pasado/ en tanto la materia humana se desplome/ con sus ángeles que aguardan impacientes,/ y la vida al rato se fastidie/ al ver que no hay medicinas/ para el tiempo que vivimos/ y porque no soy, muy a pesar mío/ el hombre que alguien necesita”, como vemos hay rasgos de la poesía clásica española, así como del vanguardismo, aunado al estilo, la voz y sentimiento de Maraví. 


El autor de “Testimonio del hombre”, hace uso de los objetos modernos y cibernéticos para realizar metáforas. Cabe resaltar que es algo novedoso por estos lares, pero en la poesía internacional se ha utilizado ya este tipo de poesía, por algo el propio Mariátegui ya decía, “utilizar las creaciones materiales de la modernidad para la poesía no es algo novedoso, la cuestión es cómo y para qué lo utilizamos”; Maraví las utiliza en este caso como figuras poéticas, para estilizar el poema. “(…) y él entiende porque sabe que cuando uno llega/ a determinada edad, el virus del tiempo se instala tanto/ en su software y hardware haciendo del alma una cosita/ que lentamente se seca… se desactualiza, pero aun/ así, mi madre nunca olvida esperarme en las noches/ y calentarme la cena como hace tantos años (…)”; además conserva su nostalgia, ese estilo tierno y hogareño que ya lo caracteriza. Extraña los buenos momentos, se preocupa por la madre que poco a poco se ausenta debido a la edad.
Maraví utiliza esas cosas sencillas que al ser humano aflige en sus momentos de soledad o en momentos de destierro a los rincones de la meditación y los convierte en una belleza poética. Aunque a veces se torna muy desalentador. Otras, piensa en la muerte, claro está impactado por un episodio de su propia vida. Toca mucho la temática del tiempo, critica incluso en algunos casos, la modernidad porque trae lo malo, añorando el pasado pero intentando acoplarse al presente. Es un espíritu contradictorio, que está en constante lucha en medio de toda esta actualidad que a veces se nos hace desastrosa.
Su poesía romántica es cándida, dulce, tierna, como un paseo en un parque sujetando de la mano la ausencia de la amada que no volverá. Además se le saltan rimas de forma espontáneas. “Cuando uno extravía un amor/ deja volar los deseos a medianoche/ por donde el silencio se escurre/ como una herida abierta/ que sangra incontenible.”
Ya no podré seguir escribiendo sobre esta poesía, sólo queda al lector leer estos poemas que a mi modo de pensar y gusto, es un libro muy bien trabajado y concluido.... Aquí ya se hizo tarde y la tarde se ha tejido con bordados de soledad, mientras una lágrima se resbala del silencio. 

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