Analizando el "Testimonio del Hombre que Caminaba"
Por: J. Miguel Vargas Rosas
Desde
mi punto de vista como lector, veo en la poesía de Maraví M.R. versos existenciales, hay en él una nostalgia
por el tiempo que ha transcurrido; esa tristeza sutil que empapa el alma cuando
la mirada del corazón se vuelve hacia atrás y divisa todo lo que ha quedado en
el pasado. Maraví M.R. conserva su estilo parsimonioso, suave, no acelerado, ni
loco, por ratos hace uso de palabras muy populares y utiliza onomatopeyas;
enriquece de esta forma su poesía, que a veces llega también a la narrativa
poética, pero que quede claro que esta narrativa podría interpretarse como un conjunto de metáforas. En el caso de la luz, cuando el autor señala que la luz ingresa a su
habitación, la luz podría ser una metáfora de vida, de alegría o tal vez de
nostalgia.
El poeta también cultiva los
versos de amor conyugal, sobre todo el canto al amor perdido, al amor que se ha
marchado a lo lejos, dejando un vacío con lágrimas en el pensamiento, ese amor
que como nos llena de alegría y ternura, también nos suele hundir en el más grande
abismo de la tristeza insondable. Hay versos creados a partir de la realidad momentánea
que vivió el autor, una realidad que duele y es plasmada como un golpe certero
al corazón. Se atreve también a cantar al pueblo, al que muestra explotado,
vilipendiado, lamentándose por él, pero sin mostrarse partidario de ninguna
política aún.
Hay muchos poemas bien logrados
por parte de Maraví M.R.; fue para mí muy agradable leerlo. Leer a un poeta que
conserva la parsimonia en sus versos, que trata de mostrar el academicismo y lo
popular en sus líneas, encandila el corazón. Maraví logra versos que contagian
de sentimiento, que enternecen al lector y lo conmueven. Todos los que hemos
conocido a Maraví, sabemos un poco de su vida, de su casi muerte, experiencia
que él plasma también en este poemario y sabemos de todos sus dolores, desde la
pérdida de su padre, sus internamientos en hospitales, la pérdida de una
jovencilla a quien quiso. Todo, plasmado en estas 78 páginas de poesía.
“Ya no hay recuerdos en esta
tarde/ allá quedó olvidada/ mi apartada infancia hecha bolas”; como
habíamos señalado ya, Maraví en esta ocasión utiliza la frase popular: “…hecha
bolas”, además coge un lenguaje juvenil, casi adolescente para
rememorar la infancia. Maraví se pega mucho a ese pasado que fue dulce. Se
enternece y entristece precisamente porque ese pasado ya jamás volverá.
En los poemas de amor, también
utiliza lenguaje popular. “Ella transita cada tarde por avenidas
gastadas/ con ese andar que atrae pupilas ardientes/ el ocaso dorado agranda su
sombra/ la cuadriplica/ a los puntos cardinales/ se coge el cabello y sonríe
para sí misma/ sabe muy bien lo que tiene y puede tener/ esa tarde rosada cruza
por mi puerta/ sus ojos acusan temerosos/ la jodida presencia del amor en los
míos/”; aquí rompe el lenguaje academicista y bien preparado, con la
palabra popular “jodida”, que lejos de malograr el poema, lo realza ya que
demuestra una antítesis de aquel enamorado no correspondido que odia al amor
precisamente porque no lo aman, pero aun así sigue amando a la amada.
En otros versos resalta la
onomatopeya, como en el siguiente: “Solíamos despertar por las mañanas,/ al dar
el canto de un ave/ o el sonido de un balón en el piso/ entonces calzábamos
nuestras/ zapatillas desgastadas/ limitadas por el pavimento/ mmmmm….sí”;
ese mmm, no es sino la degustación por ese pasado tan hermoso y donde el poeta
era feliz.
Hay en Maraví mucho de ternura.
Los versos anteriores no son sino la añoranza por regresar a los viejos
tiempos, a aquella infancia donde todos éramos felices, sin conocer aún la
realidad que se hace cada vez más cruenta. Cuando le canta al pueblo, la
mayoría de sus versos conservan calidad alta, aunque hay partes (según mi
opinión), en que baja un poquitito de calidad. “Mi pueblo brota/ en las uñeras
de estériles cerros,/ entre plásticos vidriosos/ y letrinas señoriales,/
tísicas velas impregnan humildad sobre carcomidas mesas.”; para el
escritor, el pueblo al que canta su poesía no es pues una hermosa avenida, ese
pueblo sufre, está ensangrentado, ensuciado, improductivo. Lanza con sus versos
académicos la realidad social en la que está sumida la mayoría del Perú, pese a
que éste (el pueblo) trabaja hasta más no poder, como dijera versos más adelante: “Mi pueblo camina, suda gotas ultravioletas/
regatea en mercadillos de carpas enmohecidas”, con esto trata de
levantar en el mismo pueblo y sus lectores la indignación más grande contra la
injusticia que campea en la tierra. En política, Maraví aún duda acerca del
futuro, aún duda de cuál es el correcto camino a seguir por el pueblo. Pero en
el cierre del poema que analizamos y se titula II, puntualiza: “Mi pueblo me dio su sangre/yo le doy mi
muerte”, con esto termina el poema y de ahí que brote mi aclaración de
que en ciertas partes, la calidad baja, pues según mi opinión este cierre pudo
mejorarse más, sin embargo los dos versos, son de hondo mensaje, de profundo
sentimiento, necesarios de examinar minuciosamente con el análisis, porque abarca mucho.
Encuentro en Maraví un poeta
joven, que ha conseguido, en gran mayoría, su propia voz y esa voz se inclina a
hablar de la existencia, de la muerte, de la soledad, del amor íntimo, de lo
hogareño como cualquier otro escritor que lleva en las venas la sangre de la
sierra peruana. Su sentimiento es lánguido, casi acercándose a lo trágico. Lograría
mucho más si llegara a despegarse de Vallejo o Scorza. Sobre todo de Vallejo, porque en algunas partes de este su primer libro, encontré similares versos a los que usaba César Vallejo.
Por lo demás, es un libro muy bien trabajado y
logrado. Maraví deja relucir su estilo con una mezcla de modernidad y poesía
clásica. A diferencia de Manrique quien no aseguraba que todo día pasado fue
mejor, Maraví asegura que sí todo día pasado fue mejor, debido al dolor que se
sufre hoy, pero olvida Maraví quizá que en el pasado también había dolor y
sufrimientos tantos sociales como de amor. “Porque ningún día será mejor que el pasado/
en tanto la materia humana se desplome/ con sus ángeles que aguardan
impacientes,/ y la vida al rato se fastidie/ al ver que no hay medicinas/ para
el tiempo que vivimos/ y porque no soy, muy a pesar mío/ el hombre que alguien
necesita”, como vemos hay rasgos de la poesía clásica española, así
como del vanguardismo, aunado
al estilo, la voz y sentimiento de Maraví.
Maraví utiliza esas cosas
sencillas que al ser humano aflige en sus momentos de soledad o en momentos de
destierro a los rincones de la meditación y los convierte en una belleza
poética. Aunque a veces se torna muy desalentador. Otras, piensa en la muerte,
claro está impactado por un episodio de su propia vida. Toca mucho la temática
del tiempo, critica incluso en algunos casos, la modernidad porque trae lo malo,
añorando el pasado pero intentando acoplarse al presente. Es un espíritu
contradictorio, que está en constante lucha en medio de toda esta actualidad
que a veces se nos hace desastrosa.
Su poesía romántica es cándida,
dulce, tierna, como un paseo en un parque sujetando de la mano la ausencia de
la amada que no volverá. Además se le saltan rimas de forma espontáneas. “Cuando
uno extravía un amor/ deja volar los deseos a medianoche/ por donde el silencio
se escurre/ como una herida abierta/ que sangra incontenible.”
Ya no podré seguir escribiendo
sobre esta poesía, sólo queda al lector leer estos poemas que a mi modo de pensar y gusto, es un libro muy bien trabajado y concluido.... Aquí ya se hizo tarde y la tarde se ha tejido con
bordados de soledad, mientras una lágrima se resbala del silencio.
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