Acercándonos a "La distancia que nos separa" de Renato Cisneros.

 Por: J. Miguel Vargas Rosas     

      En “La distancia que nos separa” Renato Cisneros crea una amalgama de temas filosóficos y profundiza en el estudio psicológico, pues en la obra se comprueba la cierta realidad que tiene la teoría freudiana sobre el sexo como eje base donde se forja, de una manera determinada, nuestra conciencia. Así, muestra el divorcio de su padre “El gaucho” Cisneros con su primera esposa, pero su hija siente rabia, impotencia y odio, ya que siente que se divorcia de ella también, por los besos y las nalgadas que él le daba en forma de cariño. De esto se desprende también el cómo la psicología de los hijos de Cisneros se fue moldeando con mucho encono celoso para con el comportamiento de su padre (lo que da la razón a Freud cuando este apunta que toda nuestra psique parte de lo creado en la infancia e incluso pre infancia), lo que les impulsa, en sus juventudes, a realizar actos de rebeldía tan solo para darle la contra al “Gaucho” como una muestra de su coraje contra él, contra su traición y su abandono tan frío y mimético. Es como si se creara en ellos un trauma psicológico con la separación de sus padres, convirtiéndose así en una especie de neuróticos (en términos de Freud).
     Se asoma al existencialismo al estilo Camus, aunque él (Renato Cisneros) no toma posición del existencialismo, sino que expone un amasijo de interrogantes al relatar los últimos días y la muerte de su padre. Pone sobre la mesa, lo que en El Mito de Sísifo Albert Camus expondría, lo absurdo de la vida, el cómo luchar tanto y terminar en la nada, pese a seguir aferrándose a la vida. Cosa paradójica, pues es inexplicable (según la teoría de Camus y la narración de Cisneros) seguir aferrándose a la existencia sin poder matar al cien por cien lo absurdo de esta. Las descripciones someras de las características de la vida, de los sentimos, ánimos y otros, intensifican las interrogantes existencialistas, del cómo la vida se desgasta lentamente sin honores y sin nada, transmitiendo también el sentimiento de vacío que deja la muerte al convertirnos en polvo. Pero lo que le cuesta reconocer a Renato, aunque en algunos pasajes dice no sentirse orgulloso por varias acciones de su padre, es que ese vacío, esa nada del existencialismo de Camus, llega a su vida, por el vacío y el individualismo que su padre ha practicado antes de su muerte, por esa soberbia frente al pueblo que es el que hace la historia y que es el que tiene la capacidad de eternizar personajes. 
    Utiliza como secuencia narrativa el llamado “In media res”, dotándole de pasajes poéticos que endulzan o que impactan en el lector. Con un lenguaje fluido, conciso, sin detenerse en lisonjas literarias ni ornamentos tediosos, podemos darnos cuenta que estamos ante uno de los más destacados narradores nacionales contemporáneos, pero a su vez estamos ante una obra exenta de comedia, alegría o por lo menos sátira. Por lo que catalogaremos a “La distancia que nos separa” como una nostálgica, triste, caótica y destructiva, que se basa sobre todo en el estudio o la pintura casi realista de la alta burguesía peruana que ayudó a imponer dictaduras militares y después dictaduras civiles.          Es, por tanto, una obra “gentil” según la terminología de Gutiérrez. Podría ser romántica también, debido a su añoranza por el pasado, a la tristeza que le causa el derrumbamiento de ese pasado burocrático, mas no es esperanzador (y esto lo diferencia de la mayoría de obras románticas), tiene más bien aires de pesimismo debido a que ilustra la política sin futuro de la clase alta gobernante. De ahí que se refugia en la filosofía existencialista, bebe de este lo más pesimista y deprimente y utiliza la crítica ácida tan solo para mostrar su desprecio hacia el futuro o ideologías que plantean un nuevo y mejor futuro, tales como el socialismo o comunismo científico, embarrando el nombre de esta filosofía con una sola organización: Sendero Luminoso, al que critica desmedidamente.
     Ciertamente, “La distancia que nos separa” es la historia íntegra del “gaucho” Cisneros, padre del autor, pero a la vez se sumerge en etapas de la historia nacional como el golpe de Velasco Alvarado y el golpe de Estado contra este mismo encabezado por Morales Bermudez, centrándose o ahondándose en la guerra interna que atravesó el Perú a partir de 1980 en el gobierno de Belaunde Terry. Da pinceladas sobre los enfrentamientos, mostrando a los guerrilleros de Sendero Luminoso como sombras o fantasmas que nadie ve. Sin embargo, muestra también la agresividad con la que atacó el Estado a través de sus fuerzas armadas, pues es el “Gaucho” Cisneros quien plantea y empieza a aplicar la política del “60x3”, iniciando un nivel de violencia elevado por parte de las fuerzas del orden contra el pueblo peruano. En este campo, sobresale la imagen de la mítica Edith Lagos, cuya muerte no fue esclarecida totalmente y se quedaron las dos versiones: la capturaron viva, la torturaron y la acribillaron; la otra versión emerge precisamente del "Gaucho" Cisneros, quien planificó el ataque donde muere Edith y es que según el militar, Lagos murió en el enfrentamiento. Añade a esto que él vio el cadáver con varios impactos de bala en el cuerpo y con parte del intestino saliendo por el abdomen. Golpe atroz contra su soberbia sería el entierro multitudinario de la joven Lagos en la ciudad de Ayacucho. Luego están las anécdotas familiares, que se entretejen en el aspecto psicológico y la inmoralidad de la clase gobernante.
      Hay también una crítica suspicaz al estamento religioso, pues relata las visitas constantes que un cura y su monaguillo hacen a los soldados para que estos fornicaran con ellos. Así pues “La Distancia que nos separa”, demuestra la caducidad de un sistema, pero se queda ahí. En las páginas no hay esperanza, sino solo hundimiento y hay una profunda nostalgia por el derrumbamiento de lo caduco, sin ver la luz del mañana.

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