Cultura de la destrucción y cultura destruida


    Por: J. Miguel Vargas Rosas 



    El imperialismo, según Vladimir Ilich, empieza a forjarse a fines del siglo XIX, pero es en la primera mitad del siglo XX aproximadamente, que se profundiza y deja ver su verdadero rostro. Los trust y monopolios toman las riendas de la economía mundial, bajo la frase tan mencionada hasta ahora; “Liberalismo” y después vendría la imposición del “Neo liberalismo” que se supone debería corregir los errores del liberalismo; sin embargo, basta ver la realidad mundial, los bombardeos a países económica y políticamente subdesarrollados, como es el caso de Irak, Irán, Siria, Palestina, nuestra propia América Latina, para ver que esos errores, en vez de subsanarse, se han ido agudizando y ha seguido creando, lo que Lenin llamaría parásitos económicos; es decir, esas entidades que literalmente no trabajan pero producen riquezas a expensas de una gran mayoría social. También basta ver las constantes crisis en las que caen las grandes potencias, arrojando a miles de obreros a la muerte y degradando a los propios burgueses, pero manteniendo en vida y en el poder a una cantidad cada vez más reducida de grandes capitalistas.
      Eso queda como tarea. Profundizar de forma sistematizada en el estudio del imperialismo en la etapa moderna, aplicando correctamente la dialéctica científica; mas, lo que nos compete en esta ponencia, es hablar sobre cultura y soberanía nacional. Para lo cual, quiero que vean el siguiente vídeo que pertenece a una película de Charles Chaplin. En este se nos muestra a dos hombres, dos seres que pueden expresarse e intercomunicarse y que tienen dos perspectivas y sentimientos diferentes; a uno no le importa dañar o devorar al otro con tal de saciar su hambre o buscar su beneficio; mientras que el otro prefiere sacrificarse, comer una miseria, compartir con el otro ser, es decir busca sobrevivir ayudando a su prójimo (una visión más humana). La pregunta es: ¿cuál de los dos tiene una cultura?, ¿el primero al que no le importa devorar a otro ser humano con tal de vivir?, ¿o el segundo que sobrevive ayudando a su prójimo?
     Nuestra respuesta es, los dos poseen una cultura; diferentes, pero tienen una cultura. Vallejo ya por la tercera década del siglo XX, se hacía la pregunta, ¿qué es cultura?, pues no hay realmente una definición de ella. Solíamos decir, esta persona es inculta o tal cual sí es culta, pero todos poseemos una determinada cultura, el que sea negativa o positiva es un tema diferente. En este caso, ambos tienen una cultura, el primero (el que quiere devorar al otro) tiene una cultura muy oportunista, propia del capitalismo, que no le interesa destrozar la vida y la cultura de los demás con tal de saciar su ambición y su supervivencia; mientras que el segundo tiene una cultura más humana, más de pueblo, más solidaria.
     Basándonos en esto, ya desde la invasión de los españoles, el Perú ha sido sometido a una cultura de hambre, de ignorancia, y de antidemocracia. A los invasores españoles, como a los colonos y capitalistas ingleses, no les tembló la mano al momento de destruir una cultura ancestral y mística como la cultura incaica; no querían la liberación, sino la opresión; no querían jamás la democracia, sino la dictadura. Entonces el Perú se vio sometido a una cultura y un reinado del terror, se nos enseñó que nuestra cultura no era cultura, sino una apreciación ínfima del mundo. Se nos implantaron nuevos dioses con el único fin de oprimirnos y saquear nuestra tierra. Luego, es bien conocido, que siguieron vendiendo (por no decir regalando) nuestra patria, nuestras riquezas, destruyendo nuestra cultura y medio ambiente.
    Paulo Freire se refería a esto, aunque, en otras palabras, en el libro “La educación del oprimido”. Nos han estampado en la piel y el alma una cultura de oprimidos y de contentarnos con seguir siendo oprimidos. De ahí que emerja el poco amor hacia lo nuestro y surjan seres dominados por la alienación. Vemos a los que nos oprimen u opresores como modelos a seguir, pero nos ocultan la verdad histórica de cómo esos países se fueron haciendo grandes imperios, es decir se nos oculta que los grandes imperios se forjaron explotando a países ricos en naturaleza y cultura, mediante una violencia inhumana.
   Ahora bien, ¿nuestra cultura ancestral se conservó?, sí, pero en los lugares marginados por los gobiernos de turno, con el objetivo de adormecer a la mayoría social que vive en la urbe e incluso en el mismo campo. Se han plasmado en obras de arte. Todos conocemos, por cultura general, las obras de Guamán Poma de Ayala, Lopez Albujar, José María Arguedas, Julián Huanay, Ciro Alegría, Valcárcel, entre otros grandes escritores y de igual manera a pintores que no mencionaré para no extenderme demasiado.
    Me centraré, por ende, a hacer un somero análisis de los escritores de la época contemporánea de la selva, de los que muy poco se habla. Al igual que los indigenistas que se han concentrado en su mayoría a rescatar la cultura de la sierra, los escritores de la selva han intentado mostrar la cultura selvática que va más allá de mujeres ardientes o exuberantes, de chistes insanos, como se nos ha tratado de mostrar mediante el sistema de radio y televisión que hoy domina y perjudica a la sociedad peruana. Es necesario hacer un breve análisis sobre las obras de arte, porque en estas está plasmada la cultura que aún persiste en los pueblos o en las personas.
   Las obras, por ejemplo, de Sangama y D. Hernández, reconocidos escritores selváticos, nos demuestran la unión que hay entre el hombre u originario de la selva con la naturaleza y sus componentes. El indígena de nuestra selva se ve constantemente hostigado por los animales salvajes, pero estos también son divinizados, son cuidados porque los toman como seres humanos, algunas veces feroces y enemigos, pero otras amigos y maestros. En “Selva Trágica” de D. Hernández, el jaguar es visto como maestro, le ha entregado de forma indirecta, una valiosa enseñanza al hombre: “Un buen cazador jamás camina por el mismo camino” y a parte de ello le ha mostrado la astucia con la que deben sobrevivir; la naturaleza y la tierra son sagradas para los aborígenes selváticos, tal como lo fue para los incas y como lo es ahora para los campesinos de la sierra. Quitarles esa tierra y esa naturaleza, es como arrancarles la vida y el sentido del mundo. Esto ya lo dijo José Carlos Mariátegui cuando en sus “Siete ensayos de la Interpretación de la realidad peruana” habla sobre el problema del indio y el problema de la tierra.
    Así pues, ningún escrito del artista selvático está desligado de la naturaleza, a la cual, los pobladores de las montañas, conservan y cuidan, tomando de ella lo vital y devolviéndole también lo vital. Los escritores, que conformaron a fines del siglo pasado el grupo literario “Maldita Boa”, rescatan eso. En un poemario titulado “Lupuna”, el árbol y la naturaleza son vistos como un sentimiento, una pasión, un ser humano más. De igual manera en los poemarios de los dos escritores más representativos de este grupo, Jorge Salazar Saldaña y Juan Sanchez Pacheco, se nos muestra el espíritu humano muy conectado al espíritu de la naturaleza, se podría decir que la naturaleza misma es una poesía a la que hay que cuidar con la vida. Todo gira en torno a la conexión entretejida del hombre con su naturaleza. De ahí que la riqueza más grande del planeta se conserve en nuestro país.
Martín Reátegui, escritor moderno, en su libro “Shunto”, pese a centrarse en el tema de la guerra interna que atravesó el Perú en 1980, también nos da a conocer a ese poblador selvático, inherente a la naturaleza. El propio fuego es considerado como un espíritu, un semidios. Los árboles son considerados “camaradas”. En conclusión, hay una cultura, al igual que en la sierra, que nos impulsa a amar la naturaleza, a conservarla porque de ella vivimos y de ella respiramos. Es más, es una cultura donde se concibe a la naturaleza y el hombre como un solo ente social.
   Los seres sobrenaturales que se crean en las leyendas y mitos, son hijos de la naturaleza selvática. Igual que el muki es hijo de las minas, o como los cerros son dioses llamados jirkas, en la selva un Chullachaqui es hijo (o pequeño demonio) de las profundidades de la selva, que cuida a esta, haciendo perder a los cazadores o madereros; un bufeo que se convierte en ser humano es como un ser parido de la entraña de los ríos. Esta cultura nos incita siempre a amar a la naturaleza; los dioses mismos o los seres espirituales están unidos muy íntimamente con la naturaleza. Muy diferente a la creación de un Dios inconexo con la naturaleza, un Dios que se ha autocreado fuera de lo natural.
    Todo esto se está destruyendo. El occidente con su imperialismo ingresa a nuestro país, a bombardearlo, a destruirlo todo, pues la cultura no es más que el reflejo procesado de toda una realidad objetiva y el imperialismo, con fin de expandir su dominio y agrandar su riqueza, destruye esa realidad objetiva. Al igual que los invasores españoles, el imperialismo ingresa con violencia a imponer su cultura oportunista y al igual que en el video, ven en la cultura más débil, algo que hay que devorar para saciar sus más repugnantes obsesiones y ambiciones. De esta forma nos educan, porque el fin supremo es que nosotros, como países tercermundistas, poseamos con el tiempo una cultura de títeres y nos sigan controlando como nos controlan ahora.
    Todo el sistema de televisión, radio y medio escrito, está controlado por intereses de las grandes potencias económicas; el sistema educativo ha sido erigido para adormecer a los estudiantes y para sobrexplotar al maestro. De esto ya hablaba Eduardo Galeano cuando señalaba que “mientras los niños pobres tienen que trabajar en las calles, los hijos de la clase media están atados a la televisión y los de la clase alta se adormecen al consumir las mejores drogas del continente”. Es decir, nos controlan directa e indirectamente. Es sabido que, en el Perú, la entronización del imperialismo norteamericano se intensificó desde la década del 60, con el fin de aplacar los movimientos guerrilleros y con su política de baja intensidad buscaron aplacar el ejemplo cubano, ese ejemplo que ellos veían como amenaza, ya que, de esparcirse el ejemplo cubano por América Latina, significaría la independencia económica y hasta política de los países a los que explota. Y Perú, era una fortaleza. Si se daba un golpe revolucionario en el Perú, que es un país grande y rico, implicaba una fuerte recaída en la economía norteamericana, peor aún, implicaba una fuerza en el impulso de las revoluciones de los países subdesarrollados.
     Por eso Estados Unidos refuerza su invasión. Ya a partir del 90 establecen bases militares clandestinas en el Perú y por el 2000 esas bases militares se legalizan del todo. Los aviones de guerra norteamericanos pueden pasearse a su libre albedrío por cielos peruanos hasta ahora y de esta forma controlan nuestra cultura, nuestras riquezas, nuestros medios de comunicación, nuestra educación, todos destinados a embrutecernos, a plasmarnos el olvido de nuestra historia y a hacernos creer sobre un crecimiento económico ficticio.
     Volviendo a lo nuestro, se invierten solo miles de soles en Educación, mientras que para la televisión millones de dólares, con programas chatarras que ayuden al fin supremo del imperialismo, mantener en letargo a la mayoría social. Muy aparte de todo ello, según un estudio reciente publicado en el diario “El País” de España, cada quince días aproximadamente, muere una lengua originaria a nivel mundial. Esto, comprende lógicamente la muerte de toda una cultura, porque con su lengua se pierde sus leyendas, mitos, enseñanzas, curaciones naturales, cosmovisión, etc.. El Perú afortunadamente no ha dejado morir su lengua quechua e incluso se conserva, poco, pero se conserva el Aymara y una que otra lengua nativa de la selva.
 Siguiendo con su fin expansionista, el imperialismo no ha dejado descansar a estas comunidades, ni respeta las culturas. Al implantar sus minerías, para explotar petróleo, minerales y otros de forma indiscriminada, tienen que arrasar con pueblos enteros. Ejemplo clave es Cerro de Pasco, que hoy solo es un cascarón a punto de derrumbarse. Han ahogado en sangre a los campesinos que se opusieron y cuya guerra silenciosa la narra Manuel Scorza, y con esa comunidad, con esos campesinos, también desapareció toda una cultura.
     Otro ejemplo, es la explotación de la Minera en Raura, donde solo hace cuatro o tres años atrás se detectaron a más de 40 niños con plomo en los pulmones y murieron otros tantos intoxicados por el agua que bebían. La mayoría de esa gente al ver que arrasaban con sus tierras, dedujeron dos soluciones: o peleaban o se hundían a morir en los socavones de las minas. Hasta hace un año, la comunidad se ha levantado en protesta y han recibido como respuesta solo promesas que quedan en palabras. Aquí también arrasaron con los quechuhablantes y arrasaron con su idiosincrasia de que la tierra es sagrada. Al igual que en Conga y otros lugares de la sierra.
     Nadie, en el Perú, podrá olvidar el llamado Baguazo, donde se registraron más de 60 muertes y otros tantos de heridos; varios desaparecidos y un enfrentamiento tan cruel y despiadado, bajo la orden de la célebre frase del aprista Alan García quien señaló que los nativos de Bagua eran “gente de tercera categoría”; y esto lo dijo porque sabía que la cultura de esa comunidad se basa, por sobre todas las cosas, en el cuidado del medio ambiente y la convivencia armónica entre el hombre y la naturaleza. Se creó la Ley de la Consulta Previa que, hasta ahora no se ha cumplido ni se ha hecho cumplir, por el contrario, a raíz del baguazo se han realizado reformas normativas, las cuales han permitido el fácil acceso a las tierras de las comunidades nativas con fines de inversión privada y pública, sin ninguna consulta previa. Esto lo informó a su tiempo Huaco Palomino, asesor principal de la Comisión de Pueblos Indígenas del Congreso.
     A esto sumémosle, que la mayoría de las empresas mineras son extranjeras y están exentas de impuestos, solo sometidas a un sistema de miserables regalías que equivalen al 1 o 3% del total bruto de ventas, es decir solo 3% como máximo de las ganancias. Este sistema fue impuesto por el segundo gobierno de Alan García en el 2006 y pese a las promesas de Ollanta Humala de establecer un impuesto a las sobre ganancias mineras, este no ha sido implementado hasta hoy y en cambio en el 2011 lo que hicieron fueron pequeñas reformas tributarias en cuanto a las regalías, a las que según un estudio de la PUCP, se aplican sobre todo a las utilidades (utilidades que por cierto pueden ser alteradas por las empresas) buscando percibir 3000 millones de soles, pero hasta ahora se percibió como máximo 1166 millones anuales de soles aproximadamente (ojo, soles, no dólares), suma que las empresas mineras cuadruplican en dos meses. La realidad actual, es que incluso en los últimos años se ha percibido solo 32,000 millones de soles según La República. 
Por esto dejamos que nos dañen la tierra, que asesinen la cultura de nuestros pueblos, por esta suma que luego no va a parar sino a los ingresos de la élite gobernante, dejamos que nuestro suelo sea despedazado y nuestra capa de ozono derruida; por esta insignificancia dejamos morir a nuestros hermanos del campo. La vida de esos hermanos, de esos hombres, no tiene precio alguno y sin embargo los gobiernos de turno que prosiguen con el sistema político-económico actual, los venden como a ganados.
     Seguramente, muchos preguntarán irónicamente, ¿entonces debemos dejar de explotar nuestros minerales?, la respuesta es no, pero debemos saber dominar a la naturaleza y conservar nuestras culturas, nuestros pueblos, porque por sobre todo están los pueblos. Nuestra moral y política debe ser siempre diferente a la explotación irracional del capitalismo. Hay maneras de aprovechar nuestros recursos, están los mecanismos, pero, así como vimos en el vídeo, el imperialismo solo quiere devorar y empanzonarse sin importar que destruye pueblos enteros.
      Pero hay quienes increparán seguramente y con justeza, ¿y los organismos encargados de defender el medio ambiente?, ¿los órganos que defienden a las comunidades indígenas?, si estas organizaciones tuviesen buenos corazones, tendrían que enfrentar a todas las leyes del comercio internacional. El lingüista y anarquista Noam Chomsky hizo un estudio sobre esto en su ponencia titulada “El control de nuestras vidas”.  Las organizaciones en defensa del medio ambiente, de la naturaleza e incluso de las comunidades indígenas como los organismos de salud, están supeditadas al poder de los organismos del comercio internacional como la OMC, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.
    En esencia, explica Noam Chomsky, con sustento de base, “el principio primordial de la OMC, y de sus tratados, consiste en que la soberanía y los derechos democráticos tienen que estar subordinados a los derechos de los inversores”. Es decir, sacrificar todo lo que se encuentre a derredor con el fin de sacar beneficios para los grandes inversores. La soberanía de los pueblos importa un bledo. Por ejemplo, la OMC establece también que el que reina en este mundo de la globalización son los llamados productores (es decir los grandes capitalistas) y el consumidor debe estar dispuesto a ser parte del experimento de estos, por eso es que el Perú no es más que un ser sometido al experimento de las grandes mineras. E igual no se puede prohibir una importación o determinados tratados comerciales, así estos dañen el medio ambiente, salvo puedas esgrimir científicamente que dichos experimentos te dañarán. Como no puedes, tienes que sujetarte al experimento, en este caso nos pusieron en el experimento del Tratado de Libre Comercio, pero una vez iniciado el experimento es imposible salir de él por vías legales, pues los organismos que utilizarás para esgrimir científicamente el daño que te causan con dicho experimento, son débiles, tan débiles que deberán ceder ante la presión de las grandes industrias.



     

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