Entre Destructores y Constructores

Por: J. Miguel Vargas Rosas

     Alucinamos muchas veces, en un ataque de idiotez, que golpeándonos el pecho nos aproximamos a un paraíso extraterrenal mientras los demás renguean a hervir, escaldados, en un infierno también extra o subterrenal. Sin embargo, ignoramos o decidimos hacer poco al saber que hasta el 2011 poco más del 30% de la naturaleza ha sido depredada por el hombre, y para ir de mal en peor, Estados Unidos en el 2017 decidió retirarse del acuerdo climático de París, pese a contar con cargamentos nucleares peligrosísimos para la seguridad mundial y del medio ambiente (además, es el mayor contaminante del mundo desde hace 160 años).
     Recuerdo cuando pequeños, mis amigos, mi hermano y yo, lloramos cuando cortaron dos árboles de almendras que daban sombra muy cerca de la puerta de nuestra casa. Cosa paradójica, los cortaron para construir veredas en la calle y traer la llamada civilización a nuestro pueblo. Creí que la estupidez humana no llegaría a más, pero hoy imagino que siguen construyendo veredas en todo el mundo, utilizando el pretexto de llevar civilización en medio de la incivilización animal o salvaje, con más incivilización humana. Pero también descubrí que, así como existen multimillonarias empresas (mineras, madereras, etc.) que buscan ganar a costa de todo, hay niños viejos que dan el pecho o mueren asesinados; y comprendo que todo parte de algo tan complejo: “La cultura”. Hay culturas que construyen y culturas que destruyen; por ejemplo, la cultura altoandina se basa y sustenta en la conservación de la tierra como si fuera la madre de todo. En Bolivia (aproximadamente 2016), la constitución política concede derechos a la naturaleza cual si fuera un humano más, por considerarle el espacio donde se desarrolla la vida. Así, esta cultura pretende construir una humanidad cuyo cordón umbilical lo una a la tierra. A ultranza, cada 14 días muere un idioma nativo en el mundo y con este muere una cultura constructora entera.
    No bastando con ello, la cultura destructora arremete contra todo terco opositor, tal es el caso de los Mapuches en Chile y de los nativos de Bagua en el Perú, que sufren persecución y masacre por sus territorios; en Bolivia, aunque tienen influencia en el poder, los altoandinos también son marginados por capas reducidas de su propia nación. Mientras trato de ponerle punto final a este escueto texto, pienso que la solución no es tan fácil – acaso hará falta cambiar muchas cosas de raíz - pues la cultura es una forma de percibir el mundo, empezar a crear la vida en base a esta percepción, y la nuestra está tan reducida al consumismo – gracias a la prensa, a la mentalidad del sistema educativo - que, si el sol empezara a derretirnos, compraríamos grasa humana en latas porque creeríamos que la extinción es nuestro “divino destino”, cuando en verdad mucha responsabilidad está en esa cultura destructora implantada desde hace ya más de dos siglos y que libra hasta ahora una guerra mediática y directa en el mundo y por lógica contra el mundo…

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