El "marxismo" en decadencia

Escrito por J. Miguel Vargas Rosas     

    El marxismo no es un dogma —esto quedó claro desde siglos atrás— y bajo este lema, han buscado los propios “marxistas” quitar del marxismo todas sus constituyentes más esenciales, con tal de acaparar puestos dentro del sistema. Hay quienes van pregonando que la revolución es posible si se ingresa al viejo juego de las elecciones burguesas, cuando estas fueron criticadas por los clásicos del marxismo. Sin ir muy lejos, el propio Mariátegui hablaba de que el fascismo había dado una lección revolucionaria al proletariado internacional, «…que el poder se conquista mediante la violencia y se la mantiene a través de la dictadura»; sin embargo, nuestros “marxistas” modernos al muy estilo de Henri de Man —a quien criticara nuestro Amauta en uno de sus artículos— proponen con mucho entusiasmo y apasionamiento no solo el “revisionismo”, sino que mediante este también proponen la “liquidación” del marxismo, basándose solo en argumentos superfluos tales como «los tiempos han cambiado y el marxismo no pudo triunfar». No obstante, si revisamos la historia a través de José Carlos Mariátegui, podremos encontrar lo siguiente: 

«El marxismo sufre desde fines del siglo XIX —esto es desde antes que se iniciara la reacción contra las características de ese siglo racionalista, entre las cuales se le cataloga— las acometidas, más o menos documentadas o instintivas, de profesores universitarios, herederos de la ciencia oficial contra Marx y Engels, y de militantes heterodoxos, disgustados del formalismo de la doctrina del partido». (J.C. Mariátegui. Defensa del marxismo. Archivo de Chile. 2008, p. 1)

    De esta forma podemos aseverar que nuestros “intelectuales modernos” y “marxistas modernos” al intentar revisar, reformar y liquidar el marxismo a su ventaja, no tienen nada de originales ni tampoco pueden escudarse en “los cambios de tiempos y contextos”, pues lo único que ha demostrado este conjunto de cambios de los tiempos, es el ahondamiento de la crisis política-económica del capitalismo reflejado en el enriquecimiento de cada vez menos burgueses y la pobreza de cada vez más trabajadores, mientras que el reformismo, la socialdemocracia y el “marxismo moderno” no han podido solucionar este problema ni hacer la supuesta revolución dentro del sistema en ningún punto del mundo. De esto se debe partir para enseñar a nuestros “marxistas confundidos” que no es un error sencillo el proclamar o defender ciertos candidatos en las elecciones burguesas o levantar el antiguo lema de que mientras no haya quien mueva una mano para fundar el Partido del proletariado, corresponde ayudar a determinados candidatos de la izquierda. Es un error garrafal, en tanto sirva para confundir y desviar de su camino emancipatorio a las mayorías sociales, haciéndoles creer o depositar su confianza en tal o cual candidato que se suma al sistema burgués. ¿Es posible transformar un sistema si juegas con sus leyes, sus órganos, dentro de su propio circuito y formas parte de sus fichas?

      El fenómeno más insólito de nuestros “marxistas modernos” ha sido el apoyo incontenible otorgado al actual presidente del Perú, argumentando análogos discursos a los ya presentados anteriormente; sin embargo, hoy ya no pueden chistar sílaba alguna al verse “traicionados” por el proyecto de izquierda. Cometer un error y corregirlo es de sabios —reza un refrán—. No obstante, con el apoyo al ex presidiario Ollanta Humala brindado por nuestros marxistas modernos, incluyendo a los recalcitrantes buscadores de amnistía y paz, se volcaron a un proyecto similar en este supuesto “Bicentenario de independencia”, negándose a oír los discursos de nuestro campo, so pretexto de que Castillo era “pobre”, “profesor”, “rondero”, etc.  Sin realizar un análisis marxista exhaustivo tal como demanda el materialismo dialéctico e histórico. No supieron diferenciar entre una “clase en sí” de una “clase para sí” e hicieron creer al pueblo que había una esperanza más en aquella candidatura, y no bastando con ello proclamaban a los cuatro vientos la proximidad del fin del neoliberalismo, el cambio de sistema, la unión de la izquierda —la cual no duró ni medio año— y hasta la construcción del socialismo en el Perú. Todos esos vacuos sueños reposados en endebles patas, no duraron ni un cuarto de año de gobierno. En este lapso el candidato de los pobres, tal cual bautizaron a Castillo, fue destituyendo a los —según la perorata de uno de los grupos marxistas— verdaderos revolucionarios agrupados en Perú Libre, quienes fueron sustituidos por la izquierda caviar y por lo cual  finalmente decidieron sabotear la gestión del ejecutivo, arrojando la cháchara de haber sido traicionados cuando estos autodenominándose marxistas-leninistas utilizaron la imagen de un profesor a cargo del SUTER para atraer personas, dejando de lado así su postura política y ambicionando el poder a toda costa, mas no de manera socialista, sino de forma autoritaria, sin forjar cuadros políticos marxistas ni movilizar políticamente a las masas, por lo cual el gobierno inició con un equipo improvisado —tal como afirmáramos en su debido momento, el partido de Cerrón-Castillo ingresaba como una especie del monstruo de Frankenstein— y fue destejiéndose cada parte hasta quedar en lo que es ahora, un gobierno continuista.  

    Para los “marxistas modernos” que pregonaron la confusión a las masas, apoyando a un candidato, so pretexto de que no hay Partido de Vanguardia, tienen dos opciones: el de sumarse al proyecto marxista-leninista iniciado por el compañero José Carlos Mariátegui y reconstituir el partido de este, o pasarse sin máscaras a las filas de la burguesía internacional. Pues los marxistas, debemos constituirnos como aquellos médicos frente a una enfermedad que parece incurable y batallar, exponiendo la vida misma si es necesario, por descubrir la cura a dicha enfermedad, pese a que vayan muriendo en el camino algunos enfermos (Llorar a nuestros muertos y continuar la lucha) y luego concientizar al pueblo que la cura no tiene fallas. No tiene nada de malo buscar en el trayecto  mejoras inmediatas a la situación de las mayorías sociales, pero esto no implica engañar a estas argumentando que con tal o cual candidato se viene la revolución y descuidar, por ende, la reconstitución de partido de Vanguardia y abandonar el camino de la revolución social.  


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