Algunas palabras sobre la "Creación heroica"

Escrito por J. Miguel Vargas Rosas         

        La izquierda oportunista —entre la que incluiremos a Verónica Mendoza, Antauro Humala (por no decir los Humala), Cerrón y sus respectivos partidos políticos (si es que partido político se puede llamar a esas organizaciones)— siempre ha ocultado sus verdaderos intereses, cual fariseos, citando y deformando a verdaderos revolucionarios; y escudándose en estos han ascendido a la montaña más alta de la hipocresía y la estafa ramplona, asumiendo su rol de defensores del sistema capitalista. 

Así, Cerrón y Mendoza en los últimos comicios electorales han utilizado la célebre frase de “creación heroica” de nuestro Amauta José Carlos Mariátegui, para tergiversar a conveniencia la postura original, “convicta y confesa” de uno de los más grandes marxistas-leninistas que tuvo América Latina. Lo propio hizo el “gran” Antauro Humala cuando aún sus aires de seudorevolucionario lo condujeron a tomar la comisaría de Andahuaylas.  Muchos preguntarán, ¿y Castillo? Castillo, por su parte, no tuvo el valor ni la capacidad de manejar un discurso propio, y a falta de este se sumaba al parloteo populista (al muy estilo de Fujimori cuando aún manejaba su verborrea “izquierdista”, o Toledo o el propio PPK cuando se autocalificó de “marxista”) salvo que cuando le convenía azuzaba contra los comunistas sin piedad. 

Mendoza y secuaces llegan a la deleznable conclusión de que Mariátegui no planteaba una revolución y mucho menos una violenta y socialista; idea que plasman tanto en sus charlatanerías como en su accionar. Entonces, para ellos Mariátegui no quería una revolución socialista, a lo soviético, sino más bien que la “creación heroica” debía ser aplicada según la “realidad peruana” analizada por un “pensamiento peruano” que no tenga “limitaciones ideológicas” o esté “libre de cualquier influencia extranjera”; y esa “realidad”, según ellos,  demanda reformas o aplicación de una “democracia” más “equitativa”, lo cual los conduce irremediablemente a considerar el “marxismo” como algo muerto, al muy estilo de las despotricadas de los doctores burgueses y aburguesados, solo que con menos sustento ideológico y científico. Ah, pero cuando el pueblo les pregunta sobre el marxismo, ellos responden alterados y exageradamente compasivos que “algunas partes del marxismo son dables”. Por eso es que se limitan a aparecer solo en los procesos electorales y esfumarse cuando las papas queman. 

    Cerrón, por su parte, es la típica imagen de un revisionista descarado que se autodenomina marxista, mas sus discursos electoreros son antimarxistas, solo que ornamentados de frases “revolucionarias” que el propio Marx aborrecería por estar vacías y fuera de lo científico. Pero el deber de un revisionista es precisamente eso: bregar por la perdurabilidad del capitalismo y para lograr dicho objetivo —lo ha entendido a la perfección— es mejor bombardear el movimiento revolucionario desde adentro y confundir a las masas trabajadoras, desviándolas del camino de su emancipación real.  Por esto mismo, su accionar tampoco tiene ni lo más mínimo de marxismo, sino más bien de oportunismo. Ejemplo clave es la lucha por el poder que enfrentaba contra Castillo, el que debió ser su títere, anhelando con fruición el poder de la democracia burguesa para seguir con su nefasto historial de corrupción, pues es lo que vemos que hace la mayoría de su partido —organización sin articulación ideológica ni cuadros revolucionarios— enquistada en el poder legislativo, aunque esto no implica solo “intereses personales”, sino también intereses políticos supeditos al imperialismo y a las contradicciones imperialistas.  

        Antauro Humala, ya en su VADEMECUM etnocacerista llevaba al radicalismo estos postulados y se alzaba como la imagen viva de lo “autóctono”. ¿Cómo lo hacía? Planteaba que nada debía venir de afuera, ni siquiera las ideologías, sino que todo debía inventarse de manera nacional y autóctona, lo que lo conducía a destruir todo para empezar desde cero, proceder que a su vez lo colocaba en el grupo de chauvinistas retrógrados —por lo menos de palabra, porque en los hechos ni eso fue y lo demuestra el devenir de los hechos actuales— y su concepción racial lo erguía como una mala imitación de Hitler, condenando a los “blanquitos” y/o "criollos" a las peores torturas. De esta manera, supuestamente él iba a realizar la “creación heroica” del que hablara Mariátegui. 

        Pero, regresemos a Mariátegui y citemos sin modificación alguna su célebre frase, tan manida por oportunistas de izquierda y de derecha. 

«No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva» 

(Mariátegui, J.C. Aniversario y balance. Amauta Año III N° 17. Perú, 1928).


 

    Para elaborar o construir esta concepción política, Mariátegui no reniega ni niega su posición ideológica —el marxismo— de la cual se declara “convicto y confeso”. Lo que claramente plantea Mariátegui es que este marxismo debe ser aplicado a las condiciones del Perú, tal como lo hiciera años después Mao Tse-tung al lado del Partido Comunista de China, y no es —como señalan otros “estudiosos” del pensamiento de Mariátegui— que desdeña el marxismo para ser “revolucionario”, lo cual implica señalar que el marxismo no es del todo revolucionario. Por el contrario, Mariátegui se sujeta a los principios universales del marxismo y lo utiliza como es: un guía con el cual se debe estudiar la realidad particular de cada país y aplicar su universalidad a estas realidades concretas para llevar adelante la revolución socialista. Sobre lo de ser “revolucionario implica dejar el marxismo” que algunos politicastros plantean, es rebatido por el propio Mariátegui en el mismo texto, cuando puntualiza: 

«La misma palabra revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latinoamericana será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente la revolución socialista».

            (Mariátegui, J.C. Aniversario y balance. Amauta Año III N° 17. Perú, 1928).

Y el socialismo al que aspira Mariátegui, es el socialismo científico, no utópico ni el socialchauvinismo, ni mucho menos el socialfeudalismo o la socialdemocracia, etc. Para Mariátegui la violencia revolucionaria es la única salida para América Latina, por ejemplo, y esto es parte del marxismo: La violencia es la partera de la historia. O la lucha de clases es en Mariátegui algo innegable, como innegable es para él que en las entrañas de esa lucha de clases ha surgido ya  la nueva clase que deberá encabezar la transformación social: el proletariado. Para él la cuestión de clase pesa más que el de la raza y el sexo incluso. De ahí que se afiliara a la III internacional liderada por el camarada Lenin —ojo, todo lo indicado aquí fue dicho por Mariátegui sin titubeo alguno y no son palabras mías, ni pongo palabras extrañas en el pensamiento del Amauta. 

Para reforzar esta postura de Mariátegui, citemos el cierre del mismo texto que nuestros oportunistas de izquierda prefieren no citar ni mostrar: 

«Capitalismo o socialismo. Éste es el problema de nuestra época. No nos anticipamos a la síntesis, a las transacciones, que sólo pueden operarse en la historia. Pensamos y sentimos como Gobetti que la historia es un reformismo, mas a condición de que los revolucionarios operen como tales. Marx, Sorel, Lenin, he ahí los hombres que hacen la historia».

            (Mariátegui, J.C. Aniversario y balance. Amauta Año III N° 17. Perú, 1928).

Por otro lado, ¿Por qué habla del socialismo indoamericano? Precisamente porque Mariátegui comprendió que una revolución socialista debe servir a la revolución socialista mundial y una revolución socialista peruana coadyuvaba a la revolución de todos los países denominados indoamericanos (como lo señala en algunos de sus otros textos); es decir, buscar la hermandad de estos pueblos, pero esa hermandad debe ser de clase y a esto solo se puede llegar aplicando los preceptos del socialismo científico y netamente revolucionario que es el marxismo. 

Quitar esto a Mariátegui, es quitarle su esencia; no solo es mutilarlo, es aniquilarlo como pensador; es aniquilar su pensamiento y corromperlo. Es además, estancarse en galimatías para entrar en el juego del sistema actual y defender a este último directa (como en el caso de los "izquierdistas" que sí saben lo que hacen y dicen) e indirecta (como es el caso de algunos que con buena intención se suman a las propuestas "izquierdistas"). Por lo tanto, si realizamos un análisis de los hechos actuales, pero un análisis concienzudo, científico, dialéctico, nos daremos cuenta que el verdadero Mariátegui tiene vigencia y que junto a él el marxismo no ha muerto. 


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