¡Heil Dina!: el discurso del remedo de una dictadura fascista en defensa del Capital financiero.


   Escrito por J. Miguel Vargas Rosas 



 Dina empezó su discurso tedioso, considerado el más extenso en aproximadamente 20 años de República, menospreciando y minimizando a quien, otrora, fuera su jefe, Castillo. «El Gobierno anterior minimizó la celebración del Bicentenario de nuestra Independencia debido a su miopía histórica y política sobre el significado de la fecha»; una miopía de la que supuestamente padecen todos los políticos que representan al sistema o a la Gran Burguesía. No obstante, resulta hilarante estas palabras de Boluarte, pues es como si un orate acusara de loco a otro. Luego, cargada de pedantería sin límites, anuncia obras para los años que le “quedan” democráticamente por gobernar. «Por eso, anuncio que, en aras de reivindicar a nuestra Patria, mi Gobierno conmemorará el Bicentenario de la epopeya de Ayacucho, en diciembre del próximo año, con una alta dimensión latinoamericana de integración y cooperación y un sentimiento nacional de homenaje y reconocimiento a todos los que dieron su esfuerzo y sus vidas por la libertad». De esta manera, la otrora “revolucionaria” por la que apostó la izquierda en su momento, ya no solo sufre de miopía sino también de una sordera conveniente, pues ha decidido no escuchar la voz del pueblo que en pleno discurso seguía protestando y exigiendo su renuncia, como tampoco puede ni podrá explicar cómo conseguirá antes la alta dimensión latinoamericana de integración y cooperación, si los gobiernos de los demás países —quienes por mostrarse desdeñosos al actual gobierno, no implica que sean revolucionarios y mucho menos socialistas— no la consideran como representante del Perú. 

    Más adelante, se sujeta a su “lema guía” inscrita como «Año de la unidad, la paz y el desarrollo», mas en una sociedad polarizada, la unidad se dio entre las dos facciones de la gran burguesía y hay paz para estos, una paz momentánea, enclenque, que se bambolea y bamboleará hasta volverse a quebrantar, y el desarrollo cacareado solo es para los capitales. En el otro polo del país, la paz no hubo ni lo hay cuando la tasa de pobreza se incrementa y se encarece el costo de vida; la unidad se va forjando entre las clases oprimidas, mas la lucha de clases también se ha ido agudizando, y el desarrollo en las clases oprimidas es nula si se esperan las gestiones gubernamentales. Siguiendo la linealidad del discurso, este se presta para un guion de una secuela de El padrino: «Soy una mujer de paz»; corte y pasamos al plano de los militares y policías disparando contra el pueblo en provincias y los heridos mortales en las calles de Lima. «Dialogante»; corte y a plano de Boluarte dando el siguiente mensaje ante las pantallas nacionales: «¿cuántos muertos más quieren?». 

Insiste en victimizarse, en mostrarse como mujer humilde al aseverar que es provinciana, quechuahablante, la primera mujer en presidir el gobierno, dando un guantazo a las “feministas” que pregonaban el nombramiento de una mujer como presidente del Perú para eliminar el “patriarcado”. «(…) no puedo estar lejos del sufrimiento originado por la pobreza y la miseria que han postergado por décadas a millones de compatriotas, en la costa, la sierra y la selva». Sin mencionar que su exconsejero—según nota en semanario en sus trece— manifiesta que la susodicha presidente proviene de la clase gamonal, la pobreza y la miseria no son ajenas a los gobernantes ni a la gran burguesía, como tampoco a los capitalistas y los neoliberales, sino más bien la defienden como un elemento fundamental para la producción de riquezas, tan importante como el ejército de desempleados que se debe conservar para los momentos de crisis principalmente. De esto ya hablaron Mises y Hayek, por ejemplo, de una manera tan descarada sin tener la más mínima vergüenza… vergüenza que trató de aparentar en su momento Adam Smith, y también lo hizo Keynes, para no citar a Marx, Lenin, Stalin o Mao y no asustar a nuestros izquierdistas y derechistas. Por lo tanto, ella como Castillo, Toledo, Alan, no estuvieron lejos del sufrimiento originado por la pobreza y la miseria que origina el sistema neoliberalista, pero tampoco quieren ni les conviene eliminar la raíz de todo este mal. 

Como introducción asevera que, debido al papel histórico que le corresponde, no dará un discurso tradicional, mas fue todo lo contrario, un discurso común y corriente, plagado de promesas populistas al muy estilo del gobierno fujimontesinista. «(…) con acciones reales, concretas y medibles, nuestra lucha contra los mayores flagelos que hoy agobian a nuestra población, que no les permiten vivir en paz, que perturban su tranquilidad, que afectan sus ingresos y su economía»; pero sus promesas no tienen nada de “reales”, tal como la promesa en vana de aumentar el sueldo mínimo —desmentido por los propios economistas neoliberales del Perú—, o las construcciones de obras en provincias que lo desmintieron también varios de sus legisladores. Su objetivo fue el de tratar de apaciguar el descontento de la población a través de mentiras y blasfemias. 

    Promete luchar contra la inseguridad ciudadana de manera enérgica e implacable, pero esta promesa es reiterativa en el Perú, con lo cual siempre se busca solo la persecución, detención y asesinato de líderes sociales y aplacar violentamente la protesta popular. Después nos alcanza datos del índice de pobreza, la baja de producción, el desinfle del PBI, y el aumento de la corrupción, cifras que son contraídas para el bienestar del sistema y lo suficientemente moderadas para que ella se muestre ante la opinión pública como heroína del Perú. Lo colosal y el colmo del cinismo es cuando enfatiza, triunfante, lo siguiente «(…)los peruanos fuimos conociendo la dimensión, el modus operandi y los implicados en la organización criminal que, incluso, desde antes  de acceder al poder, habría sido organizada por el expresidente Pedro Castillo, con su entorno familiar más cercano, parte de su consejo de ministros, otras autoridades y un conjunto de malos empresarios y empresarias ávidas de conseguir, de manera espuria e ilegal, contratos de obras con el Estado», como si ella hubiese estado apartada de todo eso, como si ella en todo ese tiempo hubiese sido una “Peruana de a pie”. A dichas pestes ella ya las conocía cuando era Vicepresidenta y gritaba a todo pulmón que se iba si sacaban a Castillo, y luego siendo ministra, sin mover un cabo para luchar contra todo ello. Su pasividad asustaba. Pero, incluso desde mucho antes, una persona que se jacte de “intachable”, “seria”, “decente”, debería investigar a fondo a la organización a la que pertenecerá y lógicamente a sus cabezas. Por ende, la imagen “inmaculada y virginal” que trata de mostrar nadie se la cree. 

    La convulsión social de la que habla, según ella, fue originada por el último intento de golpe de Estado —treta— del títere Castillo, pero obvia que esta convulsión viene desde PPK, pasando por el mequetrefe de Vizcarra, pasando por Merino y sus asesinatos, hasta llegar a Sagasti. Insta, mientras tanto a la inversión privada y el desarrollo del capital financiero como parte de esto —Este capital financiero ha sido el más beneficiado durante el gobierno de Castillo, y ha continuado beneficiándose en el gobierno de Boluarte, porque según “Finanzas” durante el primer trimestre del 2023, con Boluarte ya en la presidencia, las ganancias de los cuatro principales bancos del país, ascendieron a S/. 2,442.8 millones, nivel más alto que en los mismos períodos de los últimos cuatro años y la utilidad del BCP fue del 54.5% del monto total en los primeros tres meses de este año (Finanzas(2023)— demostrando así que brega indefectiblemente por los intereses de la gran burguesía financiera. Al final del inicio de su discurso —que es lo que nos hemos propuesto analizar aquí, debido a que lo demás está lleno de populismo y falsedades— lanza su célebre perdón sin un ápice de dolor: «Con profunda y dolorosa consternación, pido perdón, en nombre del Estado, a los deudos de todos los fallecidos, civiles, policías y militares y también a los heridos, y mantengo mi compromiso, junto a los funcionarios y autoridades, de allanarme totalmente y cooperar con el trabajo que, conforme a ley, está realizando el Ministerio Público. No habrá impunidad para nadie en este caso»; Según ella, nadie quiso esas muertes, pero le faltó ser más sincera y decir: “fueron necesarias” para insuflar miedo a las masas alzadas en protestas, acusarlas de “terroristas”, pues para ella no fueron protestas sino “ataques” maquinadas por seres poderosos de la izquierda que manipulan a las masas, masas que para ella es un conjunto de seres sin raciocinios y que, símiles a borregos, son fáciles de manipular. Ella sí estuvo cerca del sufrimiento causada por la pobreza y la miseria, las masas no: ellas están alejadas de su propia realidad. Es la lógica acéfala de Dina y de los representantes de la gran burguesía. 

Comentarios

Más populares

La última estocada....

Los cuentos embrujados y norteamericanizados de Roncagliolo