Mariangela Ugarelli: «Mis cuentos han sido formas en las cuales yo puedo explorar mi frustración ante injusticias que se dan en el mundo»

Recientemente ha publicado su segundo libro de cuentos titulado Fieras, el cual ha causado revuelo en las letras peruanas y es considerado por algunos como "un espacio que subvierte el orden canónicamente establecido: el humano resulta más feroz que las mismas bestias", donde utiliza óptimamente la prosa poética, sin descuidar la construcción de ambientes que oscilan entre lo oscuro, tétrico y lo escabroso, creando, a su vez, alegorías que pueden ser tomadas como una denuncia muy severa. Mariangela Ugarelli es licenciada en Literatura Hispánica por la PUCP y candidata a PhD por la Johns Hopkins University y ha sido antalogada en diversas compilaciones literarias. En esta oportunidad conversamos con ella sobre diversos temas relacionados a su literatura y su pensamiento.
 
Miguel Vargas (MV): Saludos cordiales, apreciada Mariangela. Es un placer conversar contigo, así sea de manera breve. Lo primero que salta a la vista cuando mencionamos a Mariangela Ugarelli, es un arte entre lo gótico, el terror, lo distópico, el realismo sucio y el oscurantismo, ¿por qué optar por este tipo de literatura en un país donde se ha posicionado bastante la literatura realista?

Mariangela Ugarelli (MU): Hola Miguel, muchas gracias por el espacio. Ahora bien, yo no pienso que mi literatura sea realmente gótica o weird o fantástica: tiene elementos de todos esos géneros pero también de muchos otros, hasta del realismo. Cuando escribo no estoy pensando demasiado en el género de lo que estoy escribiendo. Escribo lo que me gusta o gustaría leer y sucede que, en la mayoría de casos, el texto que surge tiene elementos que corresponden a ciertos géneros. Esto es porque lo “extraño”, por llamarlo de alguna manera, es lo que hilvana todas las lecturas (pero también películas y arte) que dan forma a mi propia escritura.

En este sentido, lo gótico está muy presente en lo que me gusta leer y ver. Desde que vi el Drácula de Coppolla cuando era chica, quedé impactada por esa estética y esa forma de contar historias. Aunque esa película no tuvo la mejor vejez (y más allá de las actitudes denostables de su director), debo reconocer que ver esa película y otras como ella influyó profundamente en mis gustos y lo que escribiría más adelante. Los cantos de Maldoror de Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont, también fue un texto central para mí. Me demostró que era posible escribir de otra manera, una forma “extraña” fuera de la lógica y de la idea convencional de belleza. Hubo un momento en el cual sentí que eso que a mí me gustaba escribir no era literatura “de verdad”, dada la impronta del realismo en nuestro país. Sin embargo, esa sensación duró muy poco y, en ese sentido, el son que tocasen la tendencia dominante en la literatura peruana dejó de importarme en cuanto a mi escritura refiere. 

Este último aspecto es una cuestión que me importa mucho más desde la historia literaria de nuestro país. Aquí me quito la máscara de escritora para responder con la de crítico literario. Desde ese punto de vista, la gran tradición del realismo peruano es, hasta cierto punto, una construcción. Dado ello, algunos incluso llegan a decir que la ficción de genero no existe o no existió en el país cuando eso es falso y ahistórico. Que estos textos fueran y aún sean escamoteadas por la crítica para dar la impresión de una teleología que desemboca en algunas de nuestras figuras literarias más reconocidas a nivel internacional, da la idea de que en el Perú nadie nunca escribió ni leyó nunca literatura de género. Por supuesto, esto es completamente falso. El discurso, empero se convierte en consigna para algunas casas editoriales que no se atreven a publicar material que salgan si quiera un poco del realismo, convencidas de que al lector peruano no le gusta la literatura de género. No creo que esto sea así. Creo que es tiempo de que intentemos algo distinto y eso es parte de lo que quiero hacer como crítico literario y como escritora de ficción. 

MV: ¿Qué significado tienen Poe, Lovecraft y Horacio Quiroga?

MU: Poe siempre fue un escritor de suma importancia para mí, como lo fue para la mayoría de escritores de lo no mimético en el territorio latinoamericano. Es curioso encontrar cómo cada escritor, ya sea Borges, Cortázar, el propio Quiroga o Amparo Dávila, tenía una relación propia en mayor o menor grado con Poe. Me atrevería a decir que es una de las figuras más influyentes en lo que al cuento corto latinoamericano refiere. Tras haber vivido seis años en su ciudad natal (Baltimore), donde aún se le recuerda mucho, puedo decir que el lugar que se le da a Poe en el canon literario, visto desde latinoamérica, es muy diferente del que se le da en su país, donde su asociación a la literatura de género irremediablemente lo coloca en una segunda fila.

Lovecraft, por su parte, es una figura difícil, con muchas aristas dolorosas (y no es que Poe no las tuviera). Pese a ello, su nombre es inevitable cuando se habla de ciencia ficción y de weird en la actualidad. De cierta manera, es el padre del weird. De Lovecraft me quedo con su forma de relacionar lo mínimo y lo cósmico, el fondo del mar con la inmensidad del espacio. 

En la actualidad, Quiroga es el que más resuena conmigo de esos tres nombres. Quiroga es mucho más que sus Cuentos de amor de locura y de muerte, tan inspirados por el propio Poe. Tiene narraciones que van mucho más allá del agón entre el ser humano y el animal, que tocan temas relacionados a la percepción más allá de los sentidos humanos o experiencias contadas desde el punto de vista de seres que no son ni humanos ni animales (como “Mi cuarta septicemia”, narrado desde el punto de vista de una bacteria.) De hecho, el cuento “La corrección” de Fieras es una reescritura en clave posthumana de uno de sus cuentos, “La miel silvestre”.


MV: Brevemente, ¿qué es la literatura Weird? 

MU: La categoría de lo “weird”, surge del texto de Mark Fischer The Weird and the Eerie (traducido como Lo raro y lo espeluznante). Desde mi punto de vista, lo “weird” es la categoría que sobrevive de las dos porque tiene una utilidad mucho más evidente que la de lo espeluznante (que Fischer utiliza para describir las películas de David Lynch). 

Más allá de lo escrito por Fischer en su libro acerca de lo “weird” al hablar de Lovecraft, en la práctica el término se utiliza para describir textos no miméticos (no realistas) de género híbrido. Textos poco convencionales que no solo combinan múltiples géneros sino que también juegan con una pluralidad de registros. 

Creo que ningún texto es realmente de un solo género. La idea de ver el género literario como una casilla de la cual un texto no puede escapar es anacrónica y tampoco se corresponde con lo que se producen en la actualidad. Desde mi punto de vista, lo “weird” tiene esa función pragmática, la de proveer una herramienta para agrupar textos muy disímiles entre sí, cuyo hilo conductor es precisamente la “rareza”que poseen al existir en los intersticios de múltiples géneros literarios y múltiples registros. 

En cuanto a mi praxis, yo no escribo desde lo “weird”. No escribo desde ningún género, aunque mis textos pertenezcan a varios. La categorización de los textos siempre es posterior. 

MV: En Fieras, hemos notado un nexo en la mayoría de los cuentos. Los seres se encuentran “prisioneros” de alguna u otra forma y los “carceleros” son diversos, ¿esa es tu perspectiva de la sociedad?

MU: No lo plantearía en esos términos. Creo que el sistema imperante, el poder en sí mismo (capitalismo salvaje, neoliberalismo) necesita hacer monstruos de todos nosotros para subsistir . Eso hace que los roles de prisionero y carcelero sean mucho más grises y que cada acto de consumo bajo el capitalismo sea éticamente imperfecto: somos ‘carceleros’ de alguien pero a la vez ‘prisioneros’. Con esto, sin embargo, no busco relativizar la cuestión por completo, pero sí pienso que estos dos polos no son atributos inherentes sino roles que uno u otro ser pueden asumir en un momento dado. En el caso de la industria cárnica, por ejemplo, los animales son prisioneros y las empresas sus carceleros. Sin embargo, quienes faenan a los animales y hacen el trabajo sucio, si bien son carceleros de los animales, son también prisioneros en muchos otros sentidos. Además, los animales también tiene una fuerza interna que la palabra “prisioneros” puede desenfatizar. De ahí que puedan lograr escapar o conseguir alguna forma de venganza. 

Si bien en mis cuentos el tema de la venganza es medular, no es que la oposición entre el vengador y el enemigo sea mi forma de ver la realidad. En muchos casos, mis cuentos han sido formas en las cuales yo puedo explorar mi frustración ante injusticias que se dan en el mundo (la crueldad animal, la violencia contra la mujer, la gerontofobia, etc.); a veces son escenarios para que se pueda hacer una justicia que en el mundo “real”nunca llega. Esto me parece que es claro en mis cuentos más antiguos (como la “Fábula del zorro y el hombre”, por ejemplo). En cuentos más recientes,  (como “La corrección” o “Flora”) me parece que esto es mucho más gris. En relación a esto, cuando escribí el cuento “Carne”, que es quizá uno de mis cuentos más violentos, recuerdo que mi editora, Claudia Prieto, me preguntó si había sido difícil escribir algo así. Para mí, la dificultad en ese cuento no fue tanto escribir esas escenas, sino tratar de salir de mis propias ideas: soy vegana y el bienestar animal es un tema muy importante para mí. Quería escribir un cuento que no abandonase el elemento de denuncia, pero que tampoco perdiera el nivel artístico. 

MV: Espero no equivocarme, pero en tu narrativa hay una lucha por la preservación de la naturaleza y de los animales que nos remonta a la ancestral relación hombre-naturaleza, y en este aspecto, tus cuentos tienen un poco de Lorca cuando este escribe Poeta en Nueva York, ¿cierto?, ¿para ti esto es un tema de suma importancia?

MU: La mayoría de los cuentos de Fieras plantean algo en torno a ello. Me parece que es uno de los temas más importantes en la actualidad de nuestro país y del mundo. La explotación de la naturaleza no es algo que tendrá consecuencias en un futuro lejano: las consecuencias ya están aquí. La destrucción de el medio ambiente no solo afecta a personas no humanas (los animales por los que vela el veganismo) sino que también afecta a los seres humanos. En el Perú esto es muy claro: en la amazonía, líderes indígenas son asesinados a diario por defender sus territorios, mientras que otros lugares del país (como La Oroya) han sido convertidos en zonas de sacrificio por el nivel de contaminación. 

Creo que en la actualidad vivimos en un estado de alienación con respecto de la “naturaleza” como si no fuéramos parte de ella. Aunque he planteado algunos cuentos desde ese esquema, me interesa disolver esa división. La protección del medio ambiente no es algo que nos sea externo: los seres humanos somos parte de la naturaleza y la explotación de la misma depende de que permanezcamos ciegos a ello, que nos veamos como algo distinto. 

MV: Otra característica que se desprende es la violencia. En alguna parte, los animales se rebelan a través de la violencia contra los humanos y los humanos ejercen la violencia contra los animales, ¿qué papel juega y cuál es tu percepción de la violencia en la sociedad y cómo la reflejas o la trabajas en tu literatura? 

MU: Me parece que en la actualidad estamos rodeados de violencia: vemos todos los días un genocidio en Gaza y, sin ir muy lejos, el Estado peruano mata con impunidad. La ciudad en la que viví la mayor parte de mi vida, Lima, es un lugar que considero sumamente violento, tomada por la delincuencia y el desprecio de sus autoridades. La experiencia de “ser mujer” agrega otra capa de violencia, dado el statu-quo heteropatriarcal de la mayor parte del mundo occidental. Creo que en varios de mis cuentos se representa la violencia institucionalizada de la sociedad humana; violencia de género pero también la violencia en contra del mundo animal y vegetal. La violencia queda congelada en símbolos, en imágenes, en productos que separan la mente de esa violencia original.  Pienso particularmente en la carne que comemos y la idea del animal, que funcionan de manera separada en nuestro día a día. Parte de lo que yo quería hacer en Fieras era desmontar esos símbolos y reenfocar la atención sobre la violencia que los apuntala. 

Por su parte, el Estado (y grupos afines) no solo tiene el monopolio de la violencia. Construye al enemigo a través de la misma. La víctima deja de serlo para convertirse en un malhechor o en un pedazo de carne. El golpe mismo transforma. Esto fue lo que quise representar en cuentos como “Comunión” y “El milagro de la capilla”. 

Sin embargo, las personas no humanas (animales) y eso que llamamos ‘naturaleza’ también son muy violentos. Cuando pensamos en la fuerza de la naturaleza usualmente imaginamos un tsunami, un terremoto o, si estamos hablando de animales, a un gran mamífero cazando o luchando contra otro de similar envergadura. Yo quería ir hacia lo pequeño, donde ocurren cosas tan o más violentas, pero más interesantes para mí; al mundo de los insectos. Esa era un poco la idea del cuento “La corrección”. 


MV: Considero a Fieras un texto complejo e intenso que va más allá de una ficción vacía. Por esto me atrevo a formular la siguiente pregunta, ya que en el relato Carne hay una postura Calderoniana de libre albedrío frente a la violencia, ¿este “libre albedrío” es concebido como un proceso netamente individual o es necesariamente social? 

MU: Creo que es un poco de ambos. No sabría dar una respuesta demasiado clara a esta disyuntiva filosófica. Quizá mi intento de respuesta se encuentre en los cuentos mismos. 

MV: Teniendo en cuenta que algunas corrientes literarias, como el modernismo, plasmaron la plasticidad en sus composiciones, ¿cuánto y cómo influencian en tu literatura las otras disciplinas que prácticas? Cuéntanos un poco sobre estas

MU: La verdad (y lamento decepcionar), muy poco. Cuando pinto o dibujo casi no planeo, me dejo llevar por las formas que surgen de las líneas. En otros casos sí hay algo específico que quiero representar, pero la manera de plasmarlo va a depender del proceso mismo. Rara vez dibujo a mis personajes o escribo algo sobre un dibujo que he hecho. Sin embargo, sí toco temas similares. En ese sentido, la portada de Fieras está temáticamente relacionada con el contenido, pero en el libro no hay ningún cuento que se corresponda directamente con esa imagen; no hay ningún cuento sobre pavorreales. Además, algunos de mis cuentos sí parten de una idea pictórica. Por ejemplo, quería que “El milagro de la capilla” fuera un cuadro suprematista en palabras. 

MV: Puedo catalogar a Fieras como un libro muy profundo, filosófico y hasta político, donde lo terrorífico resulta mucho más útil como para encajarlo en el mero entretenimiento, en el cual también la voz narradora saca cara por los grupos más vulnerables, como los ancianos, quienes son presentados, a través de una maldición, como entes amenazados, olvidados y hasta asesinados por una entidad que no se puede apreciar físicamente, ¿crees que el tipo de literatura distópica, ficcional e incluso de terror, sean importantes para la construcción de una sociedad superior? Teniendo en cuenta que obras como Frankenstein de Shelley nos invocan a reflexionar concienzudamente sobre ciertos temas sociales. 

MU: Creo que, antes que nada, habría que cuestionarnos la idea misma de una “sociedad superior”. La literatura de género nos invita a desmontar nociones teleológicas acerca del progreso de una sociedad y cómo pretensiones de ese estilo pueden ser el inicio de una distopía. ¿En qué sentido es una sociedad superior a otra? Los controladores del mundo feliz de Huxley planteaban una sociedad utilitaria como superior, algo similar a la tecnocracia que nos propone Rosa Arciniega en su Mosko-Strom

Los ejemplos que acabo de dar funcionan como advertencias en cuanto a los peligros de sociedades utilitaristas y tecnocráticas, invitando a reflexionar en torno a sus gérmenes (ya presentes en la sociedad al momento de sus respectivas publicaciones), y a criticar la idea del progreso en sí mismo. Las distopías son formas muy claras de criticar a la sociedad, a los “futuros” posibles que se desprenden de la misma: El cuento de la criada de Atwood es también un buen ejemplo de ello. La literatura, sin embargo, en ningún caso, ni siquiera en estos que son relativamente claros, dice qué pensar sino que es una invitación a pensar, en algunos casos, sobre la sociedad misma. 

Tanto es así que puede ocurrir el caso contrario. Así como cualquier texto, la literatura de género también puede reproducir discursos nocivos de los que nos es difícil separarnos al ser nosotros mismos parte de la sociedad que los apuntala. No es ningún secreto que el terror y la ciencia ficción, históricamente hablando, han tenido un gran problema con la misoginia, problema al cual las narrativas de género escritas por mujeres publicadas en años recientes responden . Un poco como lo que propone Mark Fisher en su Realismo capitalista; es como si fuera más fácil imaginar un mundo donde hay naves espaciales que uno donde las mujeres y personas no binaries puedan ser realmente libres o como si fuera más plausible imaginar vampiros, brujas y fantasmas que una sociedad con un modelo económico distinto a los que conocemos.

Quiero dejar en claro, sin embargo, que el contenido político o social no hace que un texto sea superior o inferior a otro. Desde mi punto de vista, la literatura de género no está obligada a cumplir una “utilidad”. Tendemos a pensar que, dada la marginalidad histórica de las ficciones de género, éstas son “mejores” o trascienden su propia naturaleza cuando giran en torno a una crítica social o política más o menos evidente. Esto es muy claro en el cine y en la división que se intentó hacer hace unos años  entre terror y terror-arte o “high” horror. La exigencia implícita que se le hace a la literatura de género no existe para la literatura mimética (realista). En general, creo que el arte no tiene que tener una utilidad, sea este realista o no. 

Evaluar estas cuestiones dentro de la literatura de género hace perceptible algo que, en mi opinión, es sumamente importante en cuanto a la lectura en sí misma y que la tradición literaria peruana debería recordar más a menudo. La literatura realista también es ficción, es tan ficcional como cualquier texto no mimético. No por ser más verosímil deja de ser ficcional y, con ello, artificial. La literatura no “refleja” la sociedad, la retrata a través del prisma que componen el autor, el lenguaje, el libro mismo en tanto objeto y hasta el propio lector. 

MV: ¿Tienes un horario establecido para la escritura o escribes espontáneamente?

MU:  Depende de si dispongo o no del tiempo. Si puedo, sí me gusta separar un momento del día para escribir. Si no, tengo que escribir en los momentos que tenga libres. Si se me ocurre algo en un momento fuera de las horas determinadas, trato de privilegiar escribirlo por sobre lo que estaba haciendo aunque no siempre es posible. Trato de no dejar pasar un día sin poner algo sobre papel pero nunca dejo de escribir. Siempre estoy pensando en mis cuentos, aún si no tengo tiempo para escribirlos. 

MV: Cuando tienes en mente un proyecto literario, ¿planificas las estructuras de tus relatos antes de escribir o te inclinas por escribir según vaya brotando la llamada “inspiración”?

MU: Es distinto para cada cuento. Para algunos de los cuentos más largos sí armo un esquema pensando en los momentos por los cuales va a pasar la trama, especialmente si hay cuadros específicos que quiero retratar. En otros casos, como fue el de “Flora” me dejo llevar por la situación, por los personajes. 

MV: Para ti, ¿qué rol juega la poesía en una narrativa del tipo Weird?

MU: Como escritora no sabría responder por la poesía en lo “weird”. No escribo desde lo weird, creo que muy pocos escritores que recibimos esa categorización lo hacemos. Precisamente esa es la esencia de ello: la indeterminación, la hibridez. En tanto cosa híbrida me parece que admite momentos poéticos. 

Sí puedo responder desde mi propia escritura, fuera de la categoría. Cuando escribo trato de leer lo que he escrito en voz alta, es importante para mí considerar la sonoridad de lo que estoy escribiendo. El cuento, al ser una forma corta, me permite tener más control sobre las palabras específicas que utilizo y su sonoridad. Utilizo varios recursos propios de la poesía (como la anáfora, por ejemplo). Para mí es muy importante cuidar el estilo y escoger las palabras cuidadosamente; creo que el contraste entre el estilo utilizado y el objeto que se describe, muchas veces grotesco u horripilante, aumenta aún más el efecto estético de los cuentos. 

MV: ¿Con qué frase o verso te gustaría cerrar esta entrevista?

MU: Quiero cerrar la entrevista con una cita de José María Eguren, uno de nuestros grandes vates nacionales. En sus Motivos, Eguren comenta la vida de los insectos y pone de relieve una sensibilidad que me interesa más que nunca; anticipa un poco la dirección en la que está avanzando mi tercer libro de cuentos: 

“¿Cómo será el pesar de los insectos nocturnos? ¿Será un sentir de colores? La noche tiene tintes de muerte, como el amanecer de melancolía. Pero el infortunio del insecto debe ser efímero como su vida, pasajero como su levedad. Es inasequible el conocimiento de la sabiduría oculta de estos hijos de la tiniebla.” – “Tropical”, José María Eguren.

MV: Mariangela, te reiteramos nuestra enorme gratitud por concedernos esta entrevista y esperamos podamos volver a conversar sobre más. 








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