MOTHER! (Película)

       Por: J. Miguel Vargas Rosas

      Madre!, de Darren Aronofsky, es una película compleja. A simple vista, se supondría que carece de un guion y una narrativa cinematográfica congruente y continuo, sin embargo, cuando se profundiza en el análisis de la película, uno descubre que se trata de una esfera repleta de enérgicos mensajes o un mar de mensajes, donde la simbología o metáfora juegan un rol importantísimo, por lo tanto, es demostrable que la narrativa sí tiene una continuidad y es congruente, aunque en el transcurso deje ciertos vacíos; muy pocos, a decir verdad.
Maneja un ritmo nada tedioso. Es lento, es ágil y violento cuando debe serlo.  Inicia transmitiendo una sensación de intriga. Contagia lo chocante, pero a la vez lo inaudito que resulta ver a seres desconocidos invadiendo la casa de una pareja. Esto ya es una metáfora. Para ello hay que estudiar la casa, que al principio es una que construye la mujer y que de pronto se ve invadida; poco a poco, llegan intrusos que dañan no solo lo físico de la casa y de la joven mujer, sino también lo psicológico. Cada plano corto tiene como objetivo representar ese golpe profundo en la psiquis de la coprotagonista interpretada por Lawrence. Los movimientos de cámara se van tornando rápidos como un rayo y del suspenso pasa a la histeria; todo va in-crescendo hasta que la mujer explota. Solo durante un momento se regresa a la normalidad.
Hasta ahí, podremos encontrar el tema del FEMINISMO en contraposición del MACHISMO. El hombre, cegado por su egocentrismo ha hecho que ingresen intrusos casi diabólicos a aquella casa que, en la primera parte del largometraje, da a entender que es un rincón íntimo de la mujer y de pronto se ve invadida; seres extraños la lastiman, su voz se apaga porque no tiene autoridad y al negársele esa voz de autoridad, la condición femenina es mancillada pues nadie la respeta. Los sucesos de violencia ocurren ante sus ojos y se expande hasta lastimar su cuerpo y alma. Es un desastre y un estrés que pronto estallará. La ausencia del varón durante los hechos en las que ella necesita apoyo, tratan de mostrar un rostro estúpido del machismo que es el de dañar a la mujer (o exponerla ante viles o nefastas acciones de horror) y no estar cuando esta más lo necesita. 
Pero Aronofsky va más allá. La trama continúa, con la reconciliación de la pareja. En esos momentos de paz, ocurren escenas que se acercan al terror, pero son extrañas, pues el piso y las paredes de la casa sangran o tienen heridas que palpitan y se pudren. La joven lo ve todo con terror. Las paredes del sótano son sacudidas por fuertes golpes. Entonces uno empieza a comprender que esa casa no solo es el lugar íntimo de lo femenino, no es solo el alma femenina dañada por una sociedad evidentemente machista, sino que es el mundo en sí, es la naturaleza a la cual daña el ser humano. 
Conforme avanza la historia, mujer y varón se funden en la pasión, procreando un pequeño que ella recibirá feliz en su vientre, mientras que él, gracias a eso, podrá recuperar la inspiración para culminar su obra tan añorada. Ya se da a conocer que ellos llegaron solos a esa casa que era una ruina en medio de lo oscuro. Entonces Aronofsky le va dando a los protagonistas aires de dioses, que más adelante se asemejarán demasiado al Dios cristiano y a lo narrado en la biblia.
Así el largometraje toca ya tres temas, el machismo con su contraposición el feminismo, el daño a la naturaleza y la religión. Aquí, Dios es prácticamente Him (Baderm), un hombre solitario dentro del mundo que es la casa, deseoso de admiración y lisonjas, por lo que no tardará en volver a llamar a la multitud, sin siquiera consultar a Verónica (Jenifer Lawrence). La muchedumbre acudirá a él por la devoción que le tienen a su obra. Él les convidará a quedarse y todo estallará nuevamente. La casa ahora será el mundo caótico y el ritmo irá acelerándose hasta la locura, hasta que el propio espectador tampoco puede soportarlo. Vándalos saquean la casa, otros se pelean, hay quienes realizan guerras mortíferas, fanáticos de Dios o de Him que intentarán matar a Verónica por ser la inspiración de la obra (la envidia), luego los codiciosos que lo querrán todo para ellos y los pobres que mendigan. No hay paz, no hay silencio, todo será un revoltijo de hechos y ruidos espeluznantes hasta que nace el elegido. Es decir, el hijo de Him en un apartado de la casa, solo y en medio de la pobreza.
Pero cabe señalar algo aquí, pese a que a toda esta maldad mancha la casa (mundo) de oscuridad, Him o Dios no lo ve como debería verlo, este está ciego de egocentrismo también y es capaz de perdonar con tal que la gente le demuestre adoración. Cuando nace su hijo, Verónica le pide por favor que los despida a todos, pero él se niega. Los ha perdonado y se deja convencer por los regalos que le hace llegar esa multitud que espera, en el primer piso, ver a la criatura recién nacida. 
            La obra se ha ramificado con una variabilidad de mensajes.


           Al igual que en la biblia, Him, contra la voluntad de la madre, dará a su hijo a los hombres, quienes lo alzarán con veneración, pero terminarán asesinándolo y hasta comiéndoselo. Todo acaba cuando Verónica estalla e incendia la casa no solo con fuego, sino con su ira. Nace el bucle cuando se le quita a Verónica el amor y esta se desvanece. Otra vez se regresa al génesis o comienzo de todo.
Aquí hay que ver que al sexo femenino se le muestra como en la Biblia, pasivo, que observa y sufre, pero a comparación de la biblia, termina revelándose contra el destino tan macabro de sumisión, buscando hacerse respetar, pero su grito y/o lucha no encuentra eco. La película es pues una bofetada fría, un espejo horrible de lo que somos, una crítica audaz contra la realidad en la que nos desenvolvemos.  Te deja, además cientos de preguntas reburujando en la mente. ¿Qué sería ser Dios un solo día?, ¿cómo sería crearlo todo y sentirse solo en la vastedad de tu creación?

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