Una historia de amor y de oscuridad (La película)

        Por: J. Miguel Vargas Rosas

       Los personajes principales, bien delineados, muestran en sus rostros, características particulares en las que hay que profundizarse para poder descubrir de qué se trata o en qué afecta a la psicología, pues son personalidades algo oscuras, oscuridad que expresan en sus miradas, en sus expresiones y hasta en su forma de hablar. La melancolía es inherente a cada plano, sea este uno de detalle o panorámico. Sencillamente la nostalgia invade el montaje de principio a fin.
Con una dirección de arte que refuerza el síntoma de tristeza y romanticismo, transmite en el espectador una sensación de ensoñación en la que es inexorable agobiarse sutilmente, esa sutileza que finalmente es rota debido a lo abrupto o frío de las escenas producidas por la segunda guerra mundial, episodio en la que gran parte del largometraje se desenvuelve.
Mas la cinta juega bastante con la simbología. Basta analizar la escena de las muertes, producto de la Segunda Guerra Mundial, una guerra injusta que en nada beneficia a los más; estas muertes son representadas solo por dos o tres personajes que caen de forma abrupta y fría en cualquier calle: una mujer, un niño y un varón. Los tres causan tristeza inacabable entre los personajes, pero sobre todo en el espectador. Así pues, estas tres muertes simbolizan los miles de muertes que causan desgarro y terror en las almas humanas; desgarro que muy difícilmente se sana. Simboliza también la muerte de la infancia, no solo por culpa de guerras, sino también por una realidad cruenta, ya que el niño cae mientras juega pelota en una calle desolada y la mujer en un día cualquiera, tendiendo la ropa en su azotea.
  El romanticismo, sobre todo, se ve reflejada en la madre de Amos Oz, quien ve a la muerte en forma de galán y ese joven apuesto aparece siempre que ella ve en la vida algo desgastado, sin sentido, es decir en el momento en que ella desea más a la muerte, porque todo en esta sociedad prácticamente ha perdido su razón de ser. Una especie de La Náusea de Sartre. La joven madre nos enseña que la muerte llega no necesariamente cuando el cuerpo es sepultado bajo tierra, sino cuando se ha dejado de vivir y el espíritu sucumbe en la monotonía o el letargo de una vida sin sueños, sin idilio, sin infancia.
Los ángulos bien elaborados, ayuda a ese juego del simbolismo, enaltece a quienes debe enaltecer, recrea una especie de magia cuando debe hacerlo. El montaje, que en momentos realiza cortes para mostrar imágenes extrañas, son comprensibles al final, todo con el fin de dejarnos ese sin sabor de la vida, esa nostalgia que nos imbuye a reflexionar, a salir de nuestro letargo. El tiempo, fluye lento mas no aburrido, representa lo largo que puede volverse la existencia durante una monotonía, sin embargo hay escenas en que ese tiempo explota y es raudo.  No cabe duda que la obra ha sido correctamente dirigida y correctamente grabada. 

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