El amor filial y su lado oscuro...

Por: J. Miguel Vargas Rosas


    "Pucha"; suspira mi amigo; la tarde todavía nos ilumina. Me ha contado que ha intentado suicidarse en repetidas ocasiones, ingiriendo pastillas, porque cree que su vida es un absurdo y que lo único que importa en esos momentos es no separarse de sus hijos y su conviviente, pese a que esta lo echa constantemente. El otro amigo mira el horizonte dorado, confesando que ha quedado como padre soltero; hasta ahora trata de explicarse el porqué su pareja sentimental le dejó. Esto podría ser un cúmulo de quejumbrosos relatos de amor y tragedias románticas o un diario sufrido de varios varones, tirados a la derivada del llamado desamor. Medito, mientras bebo un sorbo de cerveza, que también habrán mujeres en las mismas condiciones. Pienso que al abandonar este departamento, cuando se apague El Che y los Rolling stone, tendremos que poner la cara seria, la sonrisa melancólica, seguir con la vida, con la misma rutina algunos y otros rompiendo esta de mil maneras, como si estuviesen huyendo de alguien. 
        Debe hallarse algún tipo de explicación en la psicología para esto. Yo empezaría revisando el libro de Freud "La psicología de las masas y el análisis del yo", para delimitarla con la multiplicidad de conciencias del mismo psicoanalista. Sigmund señalaba que cuando el Yo se interrelaciona con las masas, se vuelve más afectivo y disminuye su grado de inteligencia (o en todo caso la descuida). Quizá al momento de amar, el Yo olvida en muchos aspectos la inteligencia, por eso se desborda en pasión ilimitada y ama con todas las conciencias que pueda poseer (el consciente, el preconsciente y el subconsciente), esto necesariamente desembocará en una obsesión de te doy a cambio de que tú me des. Somos un mundo, por lo que el sentido afectivo del Yo ha rebasado el sentido inteligente. La obsesión moderada es la correcta, la obsesión excesiva es la que trae consigo múltiples problemas. El otro quit del asunto es cuando se da el rompimiento, la obsesión perdura y el subconsciente sale a flote, con toda su oscuridad. 
     El subconsciente, según Freud, está lleno de salvajismos y cosas oscuras que creemos haber olvidado, pero que esperan un momento propicio para salir a influenciar con mayor intensidad en el  consciente, a través del preconsciente. "Donde hubo fuego, cenizas quedan"; sería el claro ejemplo. Ese subconsciente tiene mucho que ver por ende con los hechos neonatos por los que atravesó el Yo e incluso por la infancia que pasó. De ahí que algunos optan por el intento de suicidio; otros por el fingimiento de que no pasa nada pero aún recuerda con dolor al ser amado (esto podría ser un globo que se infla e infla) ; otros  llegan a la esquizofrenia y/o a lo psicótico que terminan cometiendo asesinatos. Tiene que ver también mucho la calidez o la frialdad que transmite la sociedad en la que se vive, pues muchos al sentirse soslayados o marginados en una sociedad frívola, encuentran su templo de refugio en la persona que dicen amar, pero esta solo es un objeto donde puede desfogar todos sus temores y cuando se termina, lo oscuro explota como un golpe o un disparo atroz.
      Entiendo que mi amigo, el que ha optado por el suicidio y no lo ha logrado, atraviesa el lado oscuro del amor, de ese mismo amor que algún día del pasado, le iluminó los ojos y la vida de forma mágica; comprendo que el otro amigo que dice ya no recordarla pero la evoca con cierto resentimiento al hablar del amor, también pasa su momento oscuro producto de aquel amor que en un momento fue luz. Yo contemplo a través de la ventana la soledad de los verdes cerros y entiendo que la princesa ha huido despavorida y que yo dejé de ser su héroe  hace mucho; que dejamos de ser realmente pareja al compás de una música que se acaba en el rincón del subconsciente. Y entiendo que solo otra pasión, otra obsesión, que debe llegar sin forzar nada, podrá hacer que mi subconsciente la guarde muy al fondo, muy al fondo, en donde nada es de cristal....


       
        

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