Parte

   Por: J. Miguel Vargas Rosas  
     
    Me quedo sentado, mirando la puerta que ella acaba de azotar. Hay una sensación extraña, pero solo miro y también persiste la impotencia, el coraje. Solo miro la puerta cerrada.
- ¿Vas a seguir escribiendo y trabajando sobre eso? - había gritado - te acusarán de terrorista y se acabó todo. Si no te interesa mi honorabilidad y mi orgullo, por lo menos que te importe el tuyo.
- ¿De terrorista?, no lo soy, solo escribo una historia y cuento otra mediante un audiovisual.
- Sí, pero de terroristas...
- Ni siquiera sabes si lo son de verdad.
- Uno ha muerto en el 86 y el otro estuvo en un penal de Lurigancho, no sé dónde.
Harto, solo atino a gruñir:
- Al fin y al cabo, terrorismo también aplica el gobierno, ¿acaso no es terrorismo que nos tengan desempleados, hambrientos, sin esperanzas?, yo solo quiero mostrar el arte y la mentalidad de ellos sin opinar.
- ¡Ya basta!, ¡ya hasta hablas como ellos! - me corta tajante - Yo cuidaré mi honor. Allá tú que no piensas sino solo...
Entonces tiro el cenicero al suelo, haciéndolo trizas. 
- ¡Basta!
     Finge ser la dolida, empaca sus cosas y no la detengo más. Cierra de un portazo, tras abandonar el departamento. Recién entonces me percato de la desolación en la que me encuentro allanado. ¿Vale la pena el documental?, ¿vale la pena la novela que escribía hasta hace unos minutos?, y una crisis existencial me acompañará toda la noche hasta que de seguro me decida por continuar, solo, pero continuar sin desmayar...

Pintura: Carlos Zenozain. 

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