Murmurando "De la ternura y la guerra"
Por: J. Miguel Vargas Rosas

También juega un rol importante el instinto de supervivencia, hasta hoy inexplicable, que perdura en el ser humano, reflejado en la huida emprendida por un obrero durante el bombardeo al pabellón azul en la isla de El Frontón. Los relatos están fuertemente contextualizados y siempre se inclinan por narrar la convivencia de los subversivos con las clases sociales más bajas, demostrando que estas apoyaron directa e indirectamente al movimiento subversivo.
Se puede hallar entre sus líneas, cierto deseo e ímpetu por rebelarse o mostrar los errores más graves (como el dogmatismo emergente) de la entonces directiva de Sendero Luminoso.
“(…) - Pero, ¿cuál es principal? Me parece forzado el ahorcamiento.
- ¿Está cuestionando la directiva, compañero?
- No se trata de cuestionar, sino de analizar las cosas con amplitud y expresar con claridad las ideas. La consigna no deja dudas, pero el gallinazo… no me parece.”
La conversación se extiende y se aclara que al protagonista el Partido lo ha relevado de sus cargos por cuestionar constantemente. Esto, desde el ámbito sociológico nos da una muestra palpable de las grandes contradicciones dentro del movimiento subversivo que en la mayoría de los casos se terminaban por silenciar, debido al contexto. Literariamente, podemos ver reflejado el espíritu de Gilbonio, quien trata de desprenderse de ese pasado, de mostrarlo como un episodio erróneo, pero no puede dejarlo ir, todavía algo lo enlaza a esa etapa y le duele (de ahí que esa añoranza al pasado, me recuerde a los románticos).
Otro diálogo que muestra esa misma rebeldía en el intestino del movimiento, se da en el último cuento titulado “Últimos albores con Livia”, que trata parte de lo acaecido en el penal de Castro Castro el año de 1992. Tenemos también que Gilbonio ha provisto de una caracterización heterogénea a sus protagonistas; son estos del pueblo y se han unido al movimiento más por sentimiento que por ideología; sin embargo, contrastan con su espíritu de sacrificio, como si hubiesen sido forjados para dar la llamada “cuota de sangre”, pues no se rinden ni caen en la traición, lo que les conduce a finales trágicos, convirtiéndolos en víctimas de las peores atrocidades cometidas por el otro bando (el Estado). Esta tragedia llega al clímax total en “Semilla”, donde su narración se torna cruda para transmitir el dolor de una mujer gestante, torturada sin piedad.
Su prosa es sencilla, fluida e intensa, sin ambages ni decoraciones vanas, cuidando la estética para poder introducirse en el espíritu del lector, a la vez que utiliza constantemente el flash back, al cual intensifica en el último cuento, donde además combina las técnicas narrativas modernas, que lejos de disminuir la calidad, lo engrandece y lo intensifica.
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