La escuela es un arma a secas…

 Escribe: J. Miguel Vargas Rosas

Debo empezar mostrando mis respetos a la memoria del gran maestro Carlos Castillo Ríos, cuya obra cumbre Los niños del Perú calaron en mí de una forma estremecedora y a la vez humana. Esta vez, nos toca comentar sobre su artículo titulado La escuela, arma secreta contra la subversión, y señalar que compartimos en un 99% lo que se plantea en dicho texto, pues las Fuerzas Militares de los años 80’s so-pretexto de combatir la subversión, decidieron posesionarse no solo de la escuela, sino también de la universidad peruana. 

Castillo Ríos argumenta, en una parte de dicho texto, lo siguiente: 


«(…) Y aquí está el quid de la cuestión. Sendero Luminoso pues, según esta tesis (la de las fuerzas armadas y el gobierno de turno), existe merced a la acción de profesores de Ayacucho, quienes ideologizaron a alumnos de la universidad y de un colegio, para que, ya graduados, vayan a las zonas rurales a distorsionar la mente de los niños y adolescentes. En breve: el origen de Sendero y los otros grupos subversivos nada tiene que hacer con factores sociales y económicos. La explotación, la miseria, las dificultades para sobrevivir, no existen. Tampoco la injusticia social. La subversión es el resultado de una campaña de concientización llevada a efecto por profesores senderistas durante veinte años sin que las autoridades educativas hayan hecho nada por evitarlo».

Tesis que en efecto no tiene nada de erróneo, porque las causas principales del surgimiento de la rebeldía de las masas y de grupos subversivos son la pobreza, explotación, injusticia social, etc. Sin embargo, el planteamiento que realiza parece estar a medias, porque recordemos que hasta el propio Marx le daba un papel fundamental a la educación de las masas para que estas vean su realidad de forma fría y despierte la indignación que las impulse a luchar por su verdadera emancipación. 

Algo que pudieron ver con claridad el gobierno de entonces y las fuerzas armadas, no sin el asesoramiento del servicio de inteligencia del imperialismo norteamericano. Y es algo que descuidamos los socialistas. Bajo el planteamiento de Carlos Castillo confiamos en que solo el fenómeno externo —la pobreza, la injusticia social, explotación, etc.— bastaría para el levantamiento de las masas en busca de una sociedad superior; sin embargo, como podemos apreciar hoy, la educación se instituye como un factor de vital importancia para despertar la conciencia de los pueblos. 

Anticipados a esto, la reacción y/o contrarrevolucionarios utilizaron esta arma no para el progreso, sino más bien para adormecer a las masas explotadas del Perú y mantenerlos en el conservadurismo, sumando a este el carácter populista que tratan de mostrar en cada periodo de gobierno. Además, perpetraron la violación de la educación libre, amparándose en el pretexto de luchar contra el “terrorismo” y de esta manera amputaron el espíritu libre de la enseñanza-aprendizaje. No solo Castillo Ríos planteaba esto de una manera errónea, sino también los propios elementos que alguna vez combatieron y repetían hasta la saciedad que solo los factores externos determinaban el alzamiento de los oprimidos. Pero, vemos y sépase bien, también existe el factor mental o conciencia de clase, sobre el cual el propio José Carlos Mariátegui ya nos hablaba, que es la educación de los espíritus para que no queden desalentados producto de años de lucha, o para rebatir el lado oscuro que existe en ellos, pues tal como dijera Mao Tse-tung, no todo es rojo ni blanco puro, hay algo de rojo en el blanco y hay algo de blanco en el rojo o dicho en un proverbio más sencillo: “Hay rasgos de virtud en el malvado y de maldad en el virtuoso”.

El profesor Carlos Castillo, de manera indirecta nos advierte de esto, pues increpa que bajo el pretexto de luchar contra la subversión se intervenga no solo la universidad, sino también los colegios y es precisamente este temor el que hasta cierto punto contradice lo planteado por él, ya que de esta manera le da vital importancia a las instituciones educativas. Sin la educación, habría saltos espontáneos de indignación por determinados problemas, mas no una rebelión sistematizada ni la comprensión de que la culpabilidad de los males sociales es el sistema imperante. Por otro lado, el fracaso de los movimientos insurgentes se debió también en gran medida a la falta de educación de sus militantes y/o combatientes. Precisamente, esto fue aprovechado por los grupos contrarrevolucionarios para apoderarse de las universidades y asumir el control total y/o tiránico de las instituciones educativas, de una forma violenta primero y sutil después. Esta sutileza barbárica es la que demuestra la hegemonía de las fuerzas opresoras en la educación peruana, porque a través de currículos conservadores, infraestructuras ínfimas, la corrupción como traje diario de las instituciones educativas, condiciones económicas paupérrimas de las masas, y dádivas que las mantengan contentas solo por breve tiempo, han logrado mantener a salvo el Status Quo impuesto. 

Así pues, Castillo Ríos no desmerece la importancia de la educación, sino que ese planteamiento suyo es muy vago y está hecho a medias, por lo que faltaría profundizar en el tema. Ahora bien, si Ríos se planteara la vieja monserga de “la educación es y debe ser libre”, por lógica entenderemos que la educación debe enseñar a razonar al estudiante, a pensar autónomamente, lo cual es casi imposible, pero aún así los llevaría al análisis concienzudo de su realidad social y, en consecuencia, esta realidad externa, jugaría un rol vital para el inicio de movimientos insurgentes. Frente a ello, era indispensable que los contrarrevolucionarios o conservadores no dejaran ni un vacío en el sistema educativo, sistema que busca sostener de una u otra forma; no obstante, no hay mal que dure mil años ni cuerpo que lo resista, como tampoco hay jugada —basada en la mentira y la opresión— que no tenga cabos sueltos o que el sistema de dicha jugada empiece a debilitarse con el paso del tiempo. 

La educación, en sí, es un arma a secas, tanto para defender el sistema actual de las cosas o para derrumbarlas y crear una nueva sociedad. 


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