Javier Heraud: Poeta y Guerrillero

Por: J. Miguel Vargas Rosas


     El 15 de mayo de 1963, prácticamente tres años después del triunfo de la revolución cubana, Javier Heraud Pérez tenía los 21 años de edad bien acentuados. Con una estatura de 1.83 aproximadamente, se desplazaba en medio de la niebla de Puerto Maldonado, a bordo de una canoa, en el río de dicha ciudad, con un único objetivo: huir de la Guardia Republicana del Perú de aquel entonces, pues ésta había recibido información de que en la selva de Madre de Dios, específicamente en Puerto Maldonado, habían descendido con intenciones de iniciar una lucha armada, tropas guerrilleras educadas por el gobierno de Cuba. Minutos antes se había desatado un enfrentamiento con disparos de intermedio entre el grupo guerrillero formado por 10 jóvenes más o menos y una tropa de la Guardia Republicana.
Dicen que Javier y sus otros dos compañeros con los que huía en plena oscuridad, levantaron la bandera blanca como forma de rendición, sin embargo las metrallas de los guardias no cesaron. Aproximadamente 30 balas “Dum-dum” que impactaron en el pecho y la cara del joven poeta, acabaron con su floreciente juventud en medio del río de Puerto Maldonado. Entonces, la leyenda empezó a crearse entre los pobladores de dicha ciudad.
Después de esto, la última carta a su madre, escrita antes de abandonar Cuba, con destino a “El Viaje” estoico, debía ser entregada a la señora Victoria Pérez Tellería, quien conmovida, descubrió las siguientes líneas: 

 “Nov 62. La Habana. Cuba.
Querida madre:
                         No sé cuándo podrás leer esta carta. Si la lees quiere decir que algo ha sucedido en la Sierra y que ya no podré saludarte y abrazarte como siempre. ¡Si supieras cuánto te amo!, ¡si supieras que ahora que me dispongo a salir de Cuba para entrar en mi patria y abrir un frente guerrillero pienso más que nunca en ti, en mi padre, en mis hermanos tan queridos!
                         Voy a la guerra por la alegría, por mi patria, por el amor que te tengo, por todo en fin. No me guardes rencor si algo me pasa. Yo hubiese querido vivir para agradecerte lo que has hecho por mí, pero no podría vivir sin servir a mi pueblo y a mi patria. Eso tú bien lo sabes, y  tú me criaste honrado y justo, amante de la verdad, de la justicia.
                          Porque sé que mi patria cambiará, sé que tú también te hallarás dichosa y feliz, en compañía de mi padre amado y de mis hermanos. Y que mi vacío se llenará pronto con la alegría y la esperanza de la patria.
                                             Te besa
                                                           Tu hijo
                                                                                                    Javier “

Recuerdo haber conocido el candor y la ternura de Javier Heraud en sus versos, cuando yo apenas surcaba los 16 años de edad. Javier Heraud, amaba a la vida por más que le cantase a la muerte. “Yo nunca me río/de la muerte./ Simplemente/sucede que/ no tengo/miedo/de/ morir/ entre/ pájaros y arboles/ Yo no me río de la muerte. / Pero a veces tengo sed /y pido un poco de vida, / a veces tengo sed y pregunto/ diariamente, y como siempre/ sucede que no hallo respuestas/ sino una carcajada profunda/ y negra. Ya lo dije, nunca/ suelo reír de la muerte, / pero sí conozco su blanco/ rostro, su tétrica vestimenta”.  Y así como Antonio Machado, la vida para Heraud era un río que llega a la mar, pero un río que cambia constantemente de acuerdo a las circunstancias. 
Nacido el 19 de enero de 1942 en Miraflores, Lima; Fue de familia económicamente acomodada. A los 16 años de edad, se convierte en profesor de Inglés y Castellano. A los 17 publica el poemario “El Río”, que es bien recibida por la crítica literaria de aquel entonces. En este poemario hay una dulzura sutil y una ternura que a veces se torna violenta, al descubrir los dolores que existen entre los más necesitados. Ya había en Heraud los sentimientos del chico socialista. “Yo soy el río./
Pero a veces soy/ bravo/ y/     fuerte/  pero a veces/     no respeto ni a/    la vida ni a la /    muerte”; Heraud trata de reflejar en este poemario todos los momentos emotivos del hombre, ya que el río es la vida y la vida está llena de toda clase de cosas; las piedras en la poesía de Heraud son los dolores humanos y los dolores sociales, por eso el río choca contra ellas. Sin embargo es el río impulsivo también, ese río que se enfurece, que decide romper todo obstáculo, destruir todo dolor para crear la felicidad.
Heraud era jovial en sus poemas, amaba la vida como un niño ama jugar en la primavera. Una de sus hermanas, diría años después de su muerte, que él siempre fue un niño.
Ese mismo año, es decir en diciembre de 1960, compartiría el primer puesto con César Calvo el Premio “Joven Poeta del Perú”, gracias a su poemario “El Viaje”, libro que se publicaría el año siguiente, cuando Heraud empezaba a estudiar Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Este poemario tiene un mensaje existencial, lleno de ternura y magia; sus metáforas aunque parecen sutiles y sencillas, son profundas. En éstas está muy presente la muerte como parte de la resurrección a una nueva y mejor vida. Es tan existencial como El Río. “Qusiera descansar/ todo un año/ y volver mis ojos/ al mar,/ y contemplar el río/ crecer y crecer/ como un cauce,/ como una enorme/ herida abierta/   en mi pecho”. La vida aún sigue siendo para él un río, su propia vida es un río y quisiera que esa vida creciese como un cauce. Hay en él algo de melancolía tierna, un amor de niño hacia los padres, hacia la vida, hacia el prójimo. Una sinceridad muy intensa, expresada con palabras sencillas.  
  Sin duda, sería en julio de 1961, cuando visita Moscú, que sus ideales de forjar una revolución social, se reforzarían. Producto de esta visita, así como a la visita a la tumba de Lenin (líder de la revolución de Octubre), escribiría dos poemas Plaza Roja 1961 y En la Plaza Roja. “(San Basilio canta su hermosa/ balada de colores). / Lenin, dormido,/   vigila la marcha de su pueblo./ Allí está. Pueden verlo./     No es engaño). /     Adoquines y pasos./  Gente que se reúne:/ Gagarín que regresa de su vuelo/  con una flor que arrancó a las estrellas./   (Titov besa a las mujeres y a los niños)”. Ahí en Rusia, el joven poeta descubriría otro mundo construido por la revolución soviética, aunque para entonces los principios de Lenin y Stalin habían sido ya rechazados sutilmente por la burguesía que se había infiltrado en el gobierno. Sin embargo Heraud encontraba en aquella Rusia, un mundo distinto, un ambiente próspero, porque según le contaría a su hermana, en Rusia se reconocía el valor del escritor y de los artistas.   
Javier entonces conocería el marxismo. Admiraría como muchos jóvenes de su generación, el gesto heroico de la revolución cubana, a cuyo principio se adheriría más, creo yo, por sentimientos de justicia, de igualdad y cambio, que por político. A cuba finalmente llegaría a estudiar cinematografía, porque según algunos de sus conocidos, tenía la idea de poder combinar la poesía con el cine, sin embargo aquel viaje de estudios daría un cambio total a la vida de Heraud, quien tras entrevistarse con el propio Fidel Castro, se ofrecería voluntario para llevar la revolución socialista hacia el Perú junto a otros jóvenes estudiantes. La guerrilla no se iniciaría. Algunos de sus compañeros que estuvieron con él en Madre de Dios, aseguran que el grupo de jóvenes guerrilleros sólo fue a ver cómo estaba la población y a conocer el lugar, por lo que no pensaban iniciar la lucha armada.
La poesía de Heraud, considerado como el prospecto de ser el continuador de Machado y otros grandes escritores, encandila por su ternura y su humanismo de niño inocente y puro, contagia ese amor a la vida, ese optimismo a conquistar los logros, a encabritarse y barrer los obstáculos, es existencial, muy difícil (o nunca) se halla en él el clásico poema de amor a la pareja; Heraud es más social, más global, sus versos dan la mano al caído en alguna avenida de la gran ciudad o del inmenso mundo; Heraud se descascara el corazón para dárselo al prójimo, desgasta las palabras para enseñarnos lo que es la vida y conducirnos por su cauce.
Sin embargo Heraud escribió, firmando con el seudónimo de Rodrigo Machado,  poemas muy comprometidos a la lucha armada, cuya calidad literaria no mengua, sino por el contrario logra darle una estética muy pulida y que encanta al alma. Recuerdo yo a los 16 años haber declamado el poema Ellos de Javier Heraud, en un concurso de declamación en la secundaria: “¿Dónde quedarán los traidores/ a sueldo, los vendidos, los pobre/ diablos?/ ¿A dónde irá la bazofia del país,/ ellos que hablaron de "libertad", /de "justicia", de "igualdad",/ cuando miles morían en los campos,/(comuneros, campesinos, indios/ desarmados) bajo las balas/del petróleo, de los latifundios, / de los explotadores?/ Dejemos nomás que escuchen/ los primeros tiros./Dejemos nomás que vean al/ primer campesino armado/ Dirán "es fácil". Y mandarán/ sus oficiales de plomo y de huiski (…)”; En este poema escrito en la Paz, Bolivia, cuando retornaba al Perú de forma clandestina, encontramos un odio de clase en Javier, un odio en contra de los explotadores y a favor de los explotados. 
Todos estos escritos firmados como Rodrigo Machado, tienen una belleza formidable, pero también contienen fuertes tintes políticos procomunistas. Mucho se ha escrito sobre Heraud, sobre su poesía que encandila, así que a mí sólo me resta decir que aquel año de 1963, balas genocidas que no respetaron la rendición, truncaron el gran talento de uno de los poetas más grandes que tuvo el Perú. Heraud pasó a la inmortalidad con sus poemas que transmiten y dan a conocer un alma humana, pura, amante de la vida, de sus golpes así como de sus festivales.
  Tras su muerte, Sebastián Salazar Bondy escribiría una carta doliéndose por la pérdida e igual lo hará Pablo Neruda, quien especifica no haber conocido al joven escritor, pero que con sólo leer sus versos y escuchar el dolor de las personas por la muerte de Heraud, ya imagina que se trata de un gran personaje. Los restos del poeta guerrillero serían sepultados en Puerto Maldonado.  Años después la población narraría sobre los hechos de la muerte del poeta guerrillero, indicando que tenían miedo porque se había hecho correr la voz que eran guerrilleros comunistas y que los comunistas matarían a los curas, violarían niñas y monjas, que matarían a familias enteras, sin embargo unos años después, gran parte de esa población conocería la historia de Javier Heraud, y lamentaría profundamente la muerte del poeta.
En mayo del 2008 sus restos fueron sepultados en Lima, tras permanecer en el cementerio de Puerto Maldonado durante 45 años aproximadamente. Javier Heraud, no es una historia triste ni una muerte trágica, es una vida solemne que emerge de sus versos…Heraud aún palpita en el corazón del pueblo y en las generaciones presentes, como digno ejemplo, de humanidad, de sacrificio por los demás… el corazón sigue palpitando en sus versos, esos versos que deben iluminar cada  hogar, porque son una esperanza, son una estrella más en el firmamento…

Comentarios

Más populares

La última estocada....

Los cuentos embrujados y norteamericanizados de Roncagliolo