MARGARET (MICRORELATO)


      Link observó los ojos azules e intensos de “Margaret”, tal como había bautizado a esa cosa extraña que le venía a visitar por las noches, pegando su diminuto rostro verde con grandes ojos azules, en los vidrios de su ventana. Cuando Link, con sus anteojos de intelectual, la miraba con cierto asombro, se profundizaba en un sueño involuntario donde “Margaret” le conducía por un vasto campo repleto de árboles que se movían y donde las flores cobraban vida. Esa noche, “Margaret” volvió a pegarse en su ventana, aleteó un poco, lanzando chispas de fuego; Link la observó y se durmió profundamente. 
En el sueño de esa noche, la última, Margaret lo condujo por un espacio insólito del vasto campo y le dijo: “De nada sirven los sueños, si sobre ellos prevalece la egolatría y es muy corta la vida como para vivir solo soñando. Despierta, lucha, batalla y muere marchando siempre hacia los sueños, mientras construyes muchos otros, nuevos”; Link despertó abrumado en la madrugada y no supo por qué, pero sintió que no volvería a ver a “Margaret”; suspiró, se asomó a la ventana y oteó las calles frígidas, por donde vagabundeaba el espectro del silencio.

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