LA EPOPEYA DEL JOVEN MICROSCÓPICO DE J. MIGUEL VARGAS ROSAS

Por: Mario A. Malpartida Besada 
(marineroensierra@hotmail.com)



El libro La epopeya del joven microscópico (Lima, Ediciones Condorpasa, 2017), de Miguel Vargas Rosas (Huánuco, 1990) lleva en la portada el subtítulo: Cuentos mágicos. De esta manera, su joven autor sondea la línea fantástica sostenida por Julio Cortázar, cuando decía que “una buena literatura debe estar al margen de todo realismo demasiado ingenuo”. En su conferencia titulada “El sentimiento de lo fantástico”, el autor de Rayuela, afirmó textualmente: “Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí siempre, que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay intersticios por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento, que no podía explicarse con leyes, que no podía explicarse con lógica, que no podía explicarse con la inteligencia razonante”.
Esa parece ser la postura literaria de Vargas Rosas, extrapolando, naturalmente lo fantástico hacia lo mágico y nos ofrece cuatro relatos que no podrían explicarse con la inteligencia razonante, al decir de Cortázar. Sus cuentos “mágicos” tienen el sabor de lo extremadamente imaginario para proyectarse
y pintar un mundo distópico o antiutópico. En ese mundo van a enfrentarse lo sobrenatural contra lo natural. Sus personajes desbordan la realidad, en la que se ubica lo natural, y se trasladan al otro mundo, el de las cosas sobrenaturales. Ellos dejan de ser antropomorfos y tienen claveles en la cabeza, rostros de calavera, alas y cabezas enormes, formas cuadradas, o de costales o de robots. De cualquier forma que fueren, siempre pierden porque están marcados por el estigma de la fealdad y van a ser víctimas de un bullyin futurista.
Por otro lado, el entorno semeja el escenario de algunas películas de sino fatalistas, agoreras de destrucción y autodestrucción, a veces misteriosamente desolado, a veces poblado de seres extraños, que aparecen y desaparecen en forma sorpresiva, pero donde lo sobrenatural camina siempre de la mano con lo trágico. Por esos territorios van a trajinar los personajes en busca de vencer soledades, desilusiones o, acaso, un retorno a lo natural y la remota posibilidad de construir un mundo feliz. Dentro de este marco, el mar va a simbolizar la soledad, y el peregrinaje, la permanente búsqueda del sentido de la vida y el enfrentamiento contra el desarraigo. Así, pues, las visiones recurrentes en los textos van a ser el mar y el peregrinaje.
En “La última niebla del Cabeza de claveles”, Julián se llena de soledad contemplando el mar. Él es un tipo de mala apariencia, desfavorecido por la naturaleza, desarraigado, peregrino, acusado, perseguido y frustrado sentimentalmente en forma crónica. El personaje de “El largo viaje de don Mortuorio” tiene rostro de calavera. Ciertamente realiza un largo viaje y se enfrenta con seres marginales físicamente como él, aunque con rasgos diferentes.
“La última navidad del niño Saco de papas”, es el cuento del desencanto infantil: un niño descubre que no existe la navidad. Este niño también pertenece al mundo de los otros, es decir a los diferentes, pues siendo niño no conoce la alegría de su edad y es de
carácter pusilánime. Su peregrinaje en busca de brujos es análogo al de los otros personajes, pero en él subyace la ilusión de encontrar la tierra prometida. Por ello, este niño simboliza la esperanza no perdida. Su condición de líder precoz tendrá un final feliz, feliz para los demás, porque él pierde su forma original, insólita por cierto, al haber logrado un ascenso literal, de saco de papas, sufridor y mundano, a estrella solitaria en el firmamento.
En el último texto, el que da nombre al libro, Ponty es el sobreviviente de una extraña raza no humana. Su mundo personal también está signado por la soledad debido a su autoexilio. El ambiente que mora es escabroso y apenas una ventanilla le permite observar el exterior. Pero no es ajeno al peregrinaje. En este caso, cuando sale de su encierro, va de casa en casa o de plaza en plaza, predicando la búsqueda de un mundo nuevo. Sin embargo, la muerte truncará su objetivo final.
A veces esotérico, o gótico por la insinuación del terror, el libro surca el camino de lo fantástico-mágico, para conciliar los dos temperamento de este tipo de textos, muy propio del mundo cinematográfico contemporáneo, en donde las criaturas y acciones que se visualizan, son tan insólitas y extrañas que, en su conjunto, transgreden el mundo de la realidad, incluso del mundo representado a través de la realidad ficcional.
El efecto resulta siendo algo así como una colisión entre tradición y vanguardia, entre pasado y futuro. 

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