LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER: COMENTARIO

Por: J. Miguel Vargas Rosas


        Svetlana Aleksievich ha demostrado cierta molestia por el gobierno de Iosif Stalin, el conductor de la gran guerra patria y busca dar realce a las fallas del líder soviético en cada capítulo de su libro, que es una recopilación periodística e incluso estadística de declaraciones realizadas por las mujeres rusas combatientes en la segunda guerra mundial, en defensa de la Unión Soviética.
      El cierto odio a Stalin, es hasta cierto punto justificable, porque pese a sus virtudes como la construcción de la sociedad socialista en Rusia y llevar a este país a ser una gran potencia mundial, tuvo errores garrafales que afectó sobre todo a las grandes masas populares que eran capaces de dar la vida por el socialismo, muy aparte de los errores en cuanto al sistema económico y político donde Stalin tuvo desviaciones.
     Pero aquí, concentrémonos sólo en el libro, el cual a pesar de ser periodístico y sólo una recopilación sin continuidad, (por ende no puede ser considerada ni como crónica ni novela), las historias transmiten en su mayoría muchas emociones al lector e incluso hay partes donde suele ser desgarradora. Asistimos pues a un libro crudo, donde se muestra desde lo más morboso suscitado en la guerra, contada únicamente por voces femeninas.
         Hay pasajes románticos, porque toda guerra tiene como elemento inherente el romanticismo, de amor conyugal hasta la muerte, de amor a la familia y el dolor por éstos, pero como en todo ejército revolucionario, hay en el ejército soviético ese amor a la tierra, ese amor a su ideología, a su sociedad, a la que aman porque la creen más justa y más libertaria, pero también (y es algo loable, pese a discrepar con Stalin), están las declaraciones de los que aseguran que sin Stalin jamás se hubiera triunfado sobre los nazis. Aunque la mayoría da a entender su amor por el gobierno de Stalin, empieza la crítica a éste cuando la guerra acaba y muchos son perseguidos injustamente.
         Sin embargo el libro  se extiende demasiado, pues la escritora no ha podido hacer  una buena selección (observación desde mi criterio), ya que recoge declaraciones o acotaciones  vanas, que lejos de enriquecer a la obra, causan un bajón en la calidad, haciendo de esta forma que  un lector común pierda el interés, siendo necesario avanzar páginas para llegar a lo realmente impactante, desgarrador, amoroso y, no lo niego, hay pasajes que pueden conducirnos al llanto.
          Para conocer la historia, lo desgarradora y cruenta que fue la guerra mundial, es recomendable, así como también es recomendable para hacer un estudio sociológico, de cómo la sociedad socialista fue el primer orden social que erigió a la mujer como un ser valioso y productivo, colocándola en igualdad con el varón, sin embargo la raigambre del machismo aún no estaba del todo cortada en el espíritu de los hombres, por eso después de la guerra las mujeres son marginadas por la misma sociedad por la que batallaron.  Es claro que toda esa transformación demanda mucho tiempo, mucho trabajo, mucha dedicación y ese fue otro error de Stalin, bajar la guardia, creer que el nuevo hombre estaba forjado al cien por cien.
        El libro nos remonta a imaginar a esas personas desgarradas, mutiladas, nos asoma a su dolor, a su tristeza, a lo romántico cuando los protagon
istas recuerdan esos viejos episodios y la detestan, porque es sangrienta, es inhumana (y toda guerra lo es), rescatando héroes y hombres de temple, quienes nunca estuvieron en conflictos, pero decidieron dar la vida misma por su patria, sabiendo que daban la vida por sus familias, por sus seres amados, seguros de que esa sociedad sería justa, sería la más grande, la más humana y que valía la pena defender; ésto fue una de las cosas que los ayudó a triunfar, cosa que no se da en otros países actualmente.
     

  

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