Palabra y fotografía

Texto y fotografías:  J. Miguel Vargas Rosas

El sistema ahoga y asfixia a la mujer por su condición; la oprime y la arroja a las tinieblas, a menos que la estereotipe como una "princesita", una belleza monumental de exhibición. El sistema las aprisiona en las calles, en las instituciones, en la educación, las somete, pero olvidan que ellas sostienen la mitad del cielo con una mano y con la otra la mitad del mundo... Que un día esas manos harán temblar el universo entero, para construir uno nuevo. 

En la lucha nada es misterio, pero ella lo fue; sus ojos envolvieron la noche, llenaron mi sangre combativa e incendiaron las ilusiones en espíritu y cuerpo. Nada en la batalla es un misterio, pero su recuerdo lo sigue siendo... Nombre, dirección, cabello, ¿Qué más daba? las ilusiones son eternas y se muere conquistándolas o pensándolas... Las ilusiones, son la perfección que lo inunda todo, el motor que lo mueve y agita todo, la decoración en la soledad, la palabra del silencio, el verso escondido...

Lejos de la madre, bajo el portentoso sol y entre las grietas que abre el alma, uno entiende por cosas mínimas que no hay regazo ni caricia más reconfortante, ni voz tan profunda y cálida que la de la madre para levantarse de entre los enfermos, para añorar la vida con sus errores y sus altibajos. No hay nada ni nadie como el candor de la madre, esperando en casa, tejiendo nuestras alboradas...
 
El sistema... otra vez, el sistema... Aniquila la naturaleza y al ser humano; ese sistema controlado por supuestas manos invisibles que se agitan en la alta esfera con su monstruosidad colgando del alma hasta el piso... Sombras... y muerte... Pero un día, la sonrisa de la infancia no será algo extraño entre nuestras calles... un día, resplandecerá la calle misma. 


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