Misterios, deidades y muerte

Por: J. Miguel Vargas Rosas


   No crearé dioses para culparlos de esta tragedia inmensurable. Por otro lado, es difícil asesinar deidades como lo hiciera Nietzche. En estos momentos en que ella viene, nebulosa a mi mente, cual si fuera una irradiación lejana, las deidades incluso me parecen tan lejanas, tan absurdas como para asesinarlas y creer que ella misma fue una deidad para mi alma, a quien asesinó la vida o quizá el olvido o la indiferencia. Ya no entiendo, ya no recuerdo bien tampoco, tras andar como un esquizofrénico a través de los recovecos de la existencia y es que esta es tan sinuosa, que por ratos se alzan grandes picos, de donde finalmente se cae para estrellarse al nivel de todos. Zulema era precisamente esa cima, que me alzaba junto a ella, me alzaba hacia el paraíso o hacia las nubes y juntos volábamos en un juego que parecía interminable.
    No importa si esto lo escribo solo para este blog, pero es necesario desfogar, dejar salir el cataclismo desatado en el interior desde su partida eterna, en brazos de la muerte inmisericorde. Refuto a Camus cuando este afirma que la pregunta clave es si se vale vivir la vida o no, si el suicidio es justificable o no (Pág. 1. El mito de Sísifo. A. Camus), creo yo que la pregunta clave que nos falta contestar es por qué el hombre se ata a la vida, por qué se aferra a esta y el por qué yo no halé el gatillo cuando ella murió. ¿Los seres queridos que quedan en el mundo terrenal nos retienen?, ¿las metas inconclusas nos sujetan?, creo incluso que ella se resignó en el último momento, aunque amaba la vida tan férreamente como cualquiera de nosotros que la sobrevivimos. 
       Sí, creo que la pregunta clave sería por qué aferrarnos a la vida, incluso estando sumidos en la más espesa oscuridad, pues yo anduve así este largo periodo de doce años, sin ella, pensando en su muerte, en su rostro mortífero, en su voz acallada, en sus ojos ya sin fulgor, en el último adiós, viviendo tan solo de recuerdos como un atormentado o alguien a quien le gusta su propia tortura. Ella, entonces era venerada por mi alma, era respetada por mis palabras, y el olvido no le cubría  lo más mínimo, ya que a cada avance mi mente la evocaba. 
         ¿El amor nos hace aferrarnos a la existencia?, si mi amor ya estaba muerto, ¿por qué no irme con ella?, hay algo más del por qué seguir aquí, ¿luchar por los demás? tal vez y lo seguimos haciendo, ¿recordarla? no tendría sentido, ¿saber que no hay dioses ni otra vida después de esta?, quizá, quizá también el morir para hallar felicidad en otra vida se nos hace ya una idea tan absurda que nos aferramos a hallar la felicidad aquí, en esta tierra de infames humanos que no escuchan el dolor ajeno. 
        Cuando descubrí su sonrisa que invadía  las aulas universitarias, recuerdo haber hallado la sonrisa del amor, esa que da sentido a lo absurdo y responde las preguntas más existencialistas y que parecen no tener respuestas. Aquella vez la existencia era una obra estética y maestra, creada por algún loco artista. Quizá eso sea la vida en el fondo o en esencia, aunque los humanos suelen afearla, afear sus calles, esas calles que no vemos, pero que están ahí, esperando que las tomemos para continuar el viaje. Quizá esto sea solo un episodio... Tal vez lo absurdo se me pase dentro de poco y vuelva a iluminar mi camino tenebroso con el recuerdo de su sonrisa... Quizá, luego nos pondremos el alma en el cuerpo para seguir batallando por un mejor mundo... Quizá sea esto solo una carta que espera no dañar a nadie, porque todos deberán entender que la estética de la vida es única y esa estética nos causa un disfrute incondicional, tal como lo manifestara Kant en su momento... Solo que falta recuperar y extraer su estética al mundo real, liberarla del daño de los poderosos, liberar la belleza de la vida para todos: eso tal vez nos mantiene con vida, eso nos mueve a encontrarle sentido al vivir.
      ¡Amemos la vida!, ¡liberemos su belleza para todos!, un día las mañanas, los crepúsculos, los ríos, los niños y las generaciones nuevas, e incluso la memoria de Zulema, os agradecerá....

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