Relato 2

  Por: J. Miguel Vargas Rosas  

   

La hacienda Andabamba data del siglo XVI aproximadamente. Según los rumores esparcidos hace cuatros años aproximadamente, en el campanario se percibían rasguños aterradores acompañados de lamentos en las noches. En la misma casa hacienda, las puertas se abrían y cerraban. A veces  golpes atronadores en las paredes sobresaltaban a los vigilantes. Pasos avanzando por los pasadizos largos y estrechos. Los rumores se esparcieron por doquier, que un programa nacional llegó a dicho lugar a hacer un reportaje sobre los sucesos paranormales que se registraban. La hacienda Andabamba era uno de los lugares más reconocidos por poseer a muchos esclavos negros en época de la colonia. Se presume que de ahí saliera la tradicional danza “Los negritos de Huánuco”. Las historias que se narran sobre el destino de estos esclavos, son también desgarradoras. Los esclavos eran flagelados hasta morir, torturados o encerrados sin comida, dejándolos morir de desnutrición o deshidratación. Adjunto a la casa hacienda, se encuentra una pequeña capilla con piso de madera. Debajo de este suelo, hasta hoy se encuentran los restos de los hacendados que fueron propietarios. 

        Nosotros arribamos a dicha casa hacienda para grabar algunas escenas para una película de ficción. Aún desconocíamos de esos rumores. Grabamos media semana hasta altas horas de la noche. Salíamos del lugar al promediar la una o dos de la mañana y no hubo suceso paranormal alguna hasta ese momento, salvo el sentimiento de presión que manifestaban algunos actores. La última noche que grabamos, hubo un intento de recuperación de esa propiedad que era comunal. Esa misma noche, mientras uno de los choferes que trasladaba a parte del equipo terminó estrellándose contra otro vehículo. Felizmente sin heridos ni lesionados. Mientras nosotros esperábamos a la otra camioneta para que llevara al resto de actores que habían quedado, el asistente de dirección me indicó hacia el fondo con el índice. Al voltear no había nada. Las corrientes de aire eran heladas. 

- Se encendió una luz – me dijo el asistente de dirección, apoyado por la versión de la asistente de producción – había alguien allá al fondo y así de la nada se desvaneció.

Lo tomé como una broma o un intento de atemorizarme. Ya era tarde cuando el último grupo del equipo de producción se prestaba a ser trasladado a la ciudad de Huánuco, por lo que decidí quedarme con un socio en la casa hacienda, para que no se arriesguen a otro accidente automovilístico si venían a recogernos. En el frontis de la casa hacienda tendimos dos colchones, que nos sirvieron para grabar caídas durante el rodaje y que nos servirían a nosotros para descansar. Sentados ahí, decidimos beber algo de café. No se oía nada, a excepción de los ladridos lejanos de los perros, el chirrido de los grillos y el croar de algunos sapos. El interior de la casa, con grandes ventanas, estaba sumido en una oscuridad portentosa. Varios minutos después, escuchamos un ruido estruendoso, como si se hubiese desplomado un armazón de madera en alguna parte muy cercana. 

Nos levantamos. Tomamos un fierro, una linterna y una pistola de utilería cada uno. 

- Yo iré a ver a fuera – se ofreció mi socio que iluminaba hacia el patio, donde se distinguía una pileta descolorida, hierbas cubriendo el suelo, árboles y abajo las rejas del portón principal. 

- Está bien. Yo veré adentro – reconozco que cierto temor se apoderó de mí al ingresar a la sala amplia, inspeccionar con el haz de mi linterna los pasadizos estrechos. Todo lucía silencioso, abandonado. Al finalizar no hallé nada. Salí a ver qué sucedía en el exterior y mi socio tornaba a la casa, siempre iluminando cada rincón con la linterna. 

- Nada. No hay nada….

Esa noche no dormimos nada, nos sentamos en las colchonetas,  sintonizamos una emisora radial en mi teléfono móvil y conversamos. Nada dormimos y nada pasó. ¿Y el ruido que escuchamos?, lo relacionamos con la información de que esa noche hubo un intento de invasión, misma  que no se efectuó con éxito sino hasta que terminamos de grabar las escenas. 


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