La peste, a propósito de la acusación de mediocridad.

      
Por: J. Miguel Vargas Rosas



       Hace semanas que leí la obra “La Peste” de Albert Camus, el existencialista que se inclinó a la supuesta lucha contra todo tipo de dictadura o tiranía; sin embargo, de forma indirecta terminó apoyando la tiranía del liberalismo burgués. Es paradójico que al propagarse el COVID-19 a nivel mundial, uno de los que se consideraban su “discípulo” saliera pregonando que “La Peste” era un libro mediocre. 
La obra nos incita a filosofar de forma individual – es cierto - y nos muestra cómo despierta el instinto primitivo, guardado de cierta forma en el subconsciente del hombre, causando mucho más desastre que la propia enfermedad. Esto, a pesar de los tantos individualistas que existen hoy en día, contradice la posición de Camus, quien defendía el individualismo a toda costa. “La peste”, desligándose de los pensamientos de su autor, parece virar hacia el punto de vista del “común”, pues para poder resistir ante una peste es necesario el trabajo organizado o cooperativo. Que la conducta individual – sea primitiva o civilizada – afecta al entorno. Eso lo demuestran con más firmeza el médico, el periodista que finalmente se identifica con la ciudad y cree que lo justo es ayudar a esa gente, el vecino que se    conmueve al ver a su vecindario morir.  
El espíritu del hombre, que para Camus siempre fue netamente individualista, se siente identificado de repente con los demás, con el prójimo, ya sea para subsistir individualmente o por el sentimiento de humanismo que lo conecta con su entorno. De aquí se saca una lección clave, todo individualismo es desarrollado y desarrollable en su entorno, en la sociedad, por lo tanto cada comportamiento influye en la sociedad y cada forma de producción o comportamiento social, influye en el consciente individual. De ahí que las medidas políticas tienen también que afectar a la sociedad en su conjunto. Algo que de seguro Vargas Llosa descubriera entre líneas y lo tildara de “Mediocre”.
La Peste está escrita en forma romanticista, tratando de conservar la particularidad de cada personaje, arguyendo una libertad que no posee por estar inmerso en un sistema que no puede prever un mal como la peste. El inicio es algo terrorífico e incluso escalofriante. Más adelante lo romántico se va imponiendo, tanto en las historias que se cuentan como en los mensajes de amor filial, amical, paternal, y las filosofías de añoranza al pasado.  

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