3 POEMAS DE J. M. VARGAS ROSAS

 CINCO 

Aves que surcan el inmenso cielo hacia el horizonte malva;

peregrinos del tiempo nos disolvemos en la ignota alba. 

Solo tú, hierática, blanca, impoluta, 

detienes por un instante, en una hoja, 

el tiempo como a una angustiosa gota. 

Pero, la relatividad que hondea en la luna 

colinda 

con la relatividad de tu mirada nocturna. 

Y al final de cada noche gélida 

aves surcan el inmenso cielo hasta perderse en el horizonte malva

y peregrinos del tiempo, nos disolveremos en la ignota alba. 


NUEVE 

Para R.A. 

Aún, mujer de sol y de lluvia, no te das cuenta 

del mundo que creas en este mini-mundo de sueños muertos 

de los sueños que retornan, en tu voz, desde los submundos 

de las noches glorificadas en tus manos blancas 

de tus labios ribeteados de estrellas y algodones.

Aún, amor, no te das cuenta 

de los ríos que renacen en tus miradas 

y cómo va retoñando la vida silvestre  

borrando la oscuridad de las marañas 

y cómo detienes el tic-tac en mis pupilas 

y renace el tiempo y la vida. 

Aún no te das cuenta 

de la falta que le haces a las hierbas del campo 

a los animales furtivos 

a los ríos y las cuevas 

a los edificios y sus terrazas 

a los automóviles y a los motores 

al ronquido de la madre adormilada. 

Sinceramente, aún no caes en cuenta 

que en tu palma sostienes la vida y la muerte

y en tus besos becquerianos se balancea mi suerte. 


CATORCE 

Bajo el puente, en la alcantarilla cenagosa, 

superviven los monstruos de mi infancia 

regurgitando cubos de hielo 

y alimentándose de hiedra venenosa

porque hubo monstruos más monstruosos 

que liquidaron la dulce sopa que mamá 

podía aderezar con ensueños 

y quemaron la casa del dragón durmiente 

convirtiéndonos en tristes señuelos. 



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