VISIÓN DE LA CULTURA AMAZÓNICA: LA VIOLENCIA Y CONCIENCIA REPRESENTADA EN SU LITERATURA II

    Por: J. Miguel Vargas Rosas

     Reátegui muestra no solo las costumbres, idiosincrasia y actitudes del hombre amazónico, sino también su dialecto y su lucha constante por sobrevivir. Se solidariza con los más humildes de estas tierras, utilizando por ratos el humor y la alegría, pues en muchos pasajes se llena  de un futurismo soviético, que predice la llegada de un mejor mañana o la construcción de un mundo mejor.
      Al adentrarse en la violencia política, tenemos los relatos desde dentro del conflicto, y toma la voz de aquellos que participaron directamente en la batalla por un Perú nuevo. El conflicto fue atroz en todas partes y Reátegui lo ilustra de forma magistral, utilizando técnicas modernas de narración, con un lenguaje fluido y nada tedioso. Lo que le caracteriza es la aplicación de la dialéctica, pues utilizando el flash back relata recuerdos y hace ver la vida como una constante evolución.  
      Me centraré en el cuento “Shunto”, que da el nombre al libro y seré lo más breve posible. En este, por ejemplo, nos toca sagazmente el tema del conflicto armado interno que vivió el Perú. Pero nos narra desde dentro de la lucha campesina, que ha sido agrupada en movimientos guerrilleros, los que a su vez son movilizados por el PCP. Aquí, se acaban las viejas leyendas de que los militantes guerrilleros eran aquellos monstruos que nos muestran los citadinos que ni siquiera han podido conversar con alguno de ellos. E incluso aquí se rompe la idea de que un gran número de los que combatieron por una nueva sociedad hayan sido personas ideologizadas y que se declarasen marxistas-leninistas-maoístas: eran personas que se inclinaban por sentimientos de igualdad, de superación social, mas no por ideología (aunque por momentos los idealiza y eso hace que su realismo baje). Tal vez esto no fue analizado más adelante por el PCP y por eso no pudo ingresar en las comunidades selváticas de forma cautivante, ya que desconocían sus pensamientos.
      En “Shunto”, el fuego es mostrado como una imagen cosmogónica, que nos lleva o retira al pasado de la selva peruana, es como si el fuego acumulara en cada flama el dolor de explotación contra el hombre indígena, pues todos los combatientes y pobladores, reunidos alrededor de la fogata, al ver el fuego hacen reminiscencia del pasado no solo individual, sino de la población en general. Nos pone en bandeja, el cómo el occidentalismo ha acosado con explotación vil al hombre de la selva, cómo lo ha sometido a golpe de bala y sable, dejando después de su huida solo miseria y hambre y hombres del campo despojados de sus tierras. Producto del cual, vendría la muerte de los habitantes de la selva, la miseria en la que se sumergieron muchos y esto es lo que imbuiría a pelear por una nueva sociedad a los personajes de Shunto. Es una reacción ante tanta acción feroz cometida contra la cultura amazónica. Los pasajes si bien se tiñen de una acuarela de sentimientos, el optimismo y la felicidad se apodera finalmente de todo el ambiente; esto se debe a que hay en el texto, de forma implícita, un pensamiento forjado en el autor: el marxismo.
      La intensidad de “Shunto” radica en que hay mucho de poesía en sus líneas, y de ahí que ubique a Reátegui como un romancista que se inclina en gran porcentaje al realismo. Frases poéticas como: “Me asomé al abismo de su garganta enrojecida”; aparecen en varios cuentos. Otros de los recursos que frecuenta el narrador es la personificación que consiste en dar vida a algo inanimado. 
      En “La mesa ensangrentada”, Reátegui nos esboza nuevamente la tragedia del hombre amazónico, al ser explotado vilmente por la Peruvian Amazon Company de Julio César Arana; de su despotismo frente al indefenso indígena que ha sido reducido a base de disparos y del despojo de sus tierras, porque la Peruvian Amazon Company aplicaba el terror y semifeudalidad con el fin de desplazar hacia la extracción del caucho toda la fuerza de trabajo del hombre amazónico, que se dedicaba a la caza moderada, la pesca y el cultivo en menor escala, apoderándose de sus tierras o en este caso de sus áreas verdes, a cambio de un trato esclavista.
     Reátegui, en “La mesa ensangrentada” dota a esta cruda realidad (porque cruda es su narración también), de la mitología amazónica, de la maldición de los indios que va condenando a todo tipo de ser que tome una libreta o intente apoderarse de lo que pertenece a las comunidades amazónicas. El relato es preciso, zigzagueante y si el texto fue escrito en 1996, quiere decir que fue creado mucho antes de que Vargas Llosa creara “El sueño del celta” donde narra estos episodios, pero desde el ala derecha de la política. 
   Aquí, se observa la similitud de la explotación contra el indígena amazónico y contra el indígena andino. Hay en ambos una explotación por parte de mineras, las cuales utilizan el mismo método, los mismos trucos y las mismas mentiras. Explotación que hasta ahora perdura y que daña no solo al hombre del campo, sino también a la economía nacional y que para poder apoderarse de las tierras, hace uso de una violencia desmedida, violando los derechos estipulados en la constitución, haciendo prevalecer las leyes de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que respalda a carta cabal a las empresas de las grandes potencias económicas. Y se podría decir hasta ahora lo que Reátegui señala en la página diez y siete de su libro: “No sé dónde estará el paraíso de Dante, pero sí sé donde está el infierno católico”.
     De esta forma, podríamos decir que la literatura amazónica es la representación estética y profunda de la cultura de la gente de la selva, de su idiosincrasia, de su cosmogonía ancestral, de su esencia: la naturaleza. Sin embargo, no elude su responsabilidad para con la realidad social que está plagada de violencia y sobre todo de violencia política, implantada por los de arriba con el fin de dominar las riquezas del mundo, porque en síntesis somos una semicolonia de las grandes potencias económicas, que desesperadas aplican el terrorismo, manejan títeres y no les tiembla la mano para usar la violencia desmedida e inhumana contra el medio ambiente, contra los hombres, contra los más débiles, contra los animales, ya que en el Perú se pierde más de 120, 782 hectáreas de bosques, anuales. (Y toda la materia prima está a manos de mineras que casi en su totalidad son extranjeras y sometidas solo a un sistema de miserables regalías que equivalen al 1 o 3% del total bruto de ventas, es decir solo 3% como máximo de las ganancias. Este sistema fue impuesto por el segundo gobierno de Alan García en el 2006 y pese a las promesas de Ollanta Humala de establecer un impuesto a las sobre ganancias mineras, este no ha sido implementado hasta hoy y en cambio en el 2011 lo que hicieron fueron pequeñas reformas tributarias en cuanto a las regalías, a las que según un estudio de la PUCP, se aplican sobre todo a las utilidades (utilidades que por cierto pueden ser alteradas por las empresas) buscando percibir 3000 millones de soles, pero hasta ahora se percibió como máximo 1166 millones anuales de soles aproximadamente (ojo, soles, no dólares), suma que las empresas mineras cuadruplican en dos meses. La realidad actual, es que incluso en los últimos años se ha percibido solo 32,000 millones de soles según La República.  
      Ahora, como Reátegui, están empezando a surgir escritores selváticos que se centran en la violencia armada de 1980, de sus consecuencias y sus causas,  y es Reátegui quien embandera este tipo de literatura, por la sagacidad con la que narra. Más de 60,000 muertos en el conflicto armado del Perú en 1980, y esto es solo un decir, pues la Comisión de la Verdad no ha levantado varias fosas comunes, no se han contabilizado de forma real y objetiva la cantidad de desaparecidos y muertos. Reátegui viene a confirmar que la violencia más atroz provino, en la selva, de parte de los militares y demás fuerzas del orden del Estado. 
     Reátegui también muestra el quiebre entre las órdenes de la dirección del PCP y el sentimiento cuasi idealista de los combatientes, que luchaban en pro de toda una comunidad, del mejoramiento de las condiciones del pueblo y no querían ir en contra de esa comunidad. Aunque no profundiza ni se molesta en hacer un estudio más exhaustivo dentro de sus relatos, sobre este punto, queda latente esa disociedad entre dirigencia y militantes. No se cegaban del todo, pero hay que esclarecer que aquella actitud fue asumida solo por una parte consciente de militantes, que sostenían que algo fallaba en las acciones, lo que finalmente desembocaría en la lucha de dos líneas dentro de la organización del PCP-SL.
      Para no seguir agotando a la audiencia, simplemente resta aplaudir la aparición y la evolución de la literatura amazónica. Se están dando grandes pasos para mantener viva la literatura selvática seria y eso es muy loable, muy loable el sacrificio de nuestros narradores y poetas de la Amazonía peruana. Sin duda alguna, una de esas nuevas figuras de esta literatura es Martín Reátegui Bartra y es nuestro deber, como promotores de la cultura, difundir la literatura de nuestra selva peruana, que es rica en recursos estilísticos como en mitología, en crítica social y en estudio sociológico novelado, se podría decir.

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