El escritor romántico se pasea por "Ajuste de cuentos" de Mario A. Malpartida

Por: J. Miguel Vargas Rosas

     Podría asegurar, sin temor a equivocarme, que Mario A. Malpartida lleva consigo y quizá lo lleve hasta más allá de la muerte: el espíritu de un escritor y artista en toda su amplitud e intensidad. Ese espíritu único, sin  perjuicios de imitación, en la que caen muchos de los escritores hoy en día. Bastó con un par de conversaciones que sostuve con Mario Malpartida para atreverme a afirmar esto, pues sus palabras destilaban un espíritu puro, libre de alienaciones y tal vez se deba a su amplia cultura y constante lectura. No trato de alabarlo ni mucho menos echarle flores como se suele decir en el argot popular, sino que de entre muchos escritores de hoy en día que se olvidan de su propio “yo”, tanto en lo conductual como en el pensamiento (lo cual les hace actuar mecánicamente, sujetos a lecturas o fraseologías baratas), llegando hasta a alienarse o a forzarse a ser imágenes copiadas, o en medio de otros tantos que escriben solo para vender, convirtiendo la literatura en mercancías de poco valor real y mucho de monetario, Malpartida se erige como aquellos de los pocos que siguen escribiendo su propia literatura, reflejando en sus letras su propio espíritu, su alma, sus sentimientos profundos. Espero que esto no haya cambiado en sus nuevas publicaciones. 
“Ajuste de cuentos”, publicado en el 2012, nos muestra a ese Mario Malpartida romántico que se rebela contra la corriente romanticista y detesta el decadentismo, pues sus finales son esperanzadores, su visión es a futuro, aunque se duela por los años mozos y una nostalgia envuelva sus palabras ornamentadas de forma precisa por lo poético, sin llegar al tedio ni a descripciones banales.  Esa infancia tan realista, con su pobreza, sus entreveros ideológicos acompañados de los juegos infantiles y adolescentes, es descrita con un lenguaje prolijo y fluido. Por este libro, conformado por cinco cuentos, desfilan distintos tipos de caracteres infantiles y juveniles. El loco Cori, cuya afición son las peleas callejeras, o el flaco Ingunza, que sorprende de un momento a otro con el robo de un reloj a orillas del mar, tan solo para tener un obsequio que darle a su hermana, pues viven en una situación no tan buena económicamente. Todos enfrascados en la sutileza nostálgica de las descripciones de ensueño, porque el pasado (sobre todo la infancia) se torna un ensueño con el paso de los años. 
De esta forma, las historias se tornan en una crítica, en un grito suave contra la injusticia social, pero también en lágrimas arrojadas al mar por la impotencia de no poder contener la dialéctica de la vida. Pese a esto, Malpartida y “Ajuste de cuentos” son un solo ser que enfrentan la tragedia de la vida, la tristeza del pasado, para vencerla en el futuro y transmitir así una ráfaga de esperanzas. “Solo sabía querer”, es la prueba fehaciente de que el tiempo acongoja al autor, pero al cual sabe darle sentido, afrontarlo con valentía e hidalguía, optando por la literatura como forma de inmortalizar a personas – en este caso el tío abuelo del narrador – cuyos ejemplos de desprendimiento y alma justiciera, les ayuda a vencer a la muerte misma. 
El libro llega a su clímax total con el cuento “Confusa Memoria”, en el cual se narra la historia de un amor casi platónico y puro, de esos que pocos se hallan hoy en día. Esta relación se ve truncada por la decisión de la llamada “Muñeca”, quien decide luchar por la justicia social, mientras él (el narrador co-protagónico) se queda a añorarla, soñándola, volviéndola a describir poéticamente y confundiendo lo real con sus sueños, esos sueños de verla volver entre los muertos para continuar el camino inexorable del amor filial. En varios pasajes describe la actitud corajuda de muchos guerrilleros asesinados jóvenes por las fuerzas armadas del gobierno, entre los que destaca Javier Heraud. Todo ello, sin citar nombres. También se muestra parte de la brutalidad con la que suelen actuar las fuerzas del orden para reprimir protestas, sean estas pacíficas o no. El autor toma una posición, sin duda, en favor de una clase social, sin dejar su espíritu romántico. 
“Por ahora me parece realmente increíble que, después de tantos años de haberte inventado, aún te siga recordando”; frases como estas en su prosa poética son las que inician un chubasco en el alma del lector. Por este libro y por otras obras suyas (Pecos Bill entre ellas), es que inicié con una descripción del autor, con quien esperamos ver el mar, en una tarde serena y seguir escribiendo la historia o muchas historias.

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