El tiempo y El Curioso Caso de Benjamin Button de Fitzgerald

 Por: J. Miguel Vargas Rosas
   
     El tiempo es relativo, señalaría Einstein, explicando detenidamente el gran ejemplo del observador que va a bordo del vagón de un tren y del otro observador que se queda estático en un punto exterior. Lewis Carroll hablaría también de forma profunda, intensa y hasta casi idealista del tiempo en “Alicia en el país de las maravillas”, en la cual mostraría cómo el tiempo puede invertirse al igual que las cosas y los reflejos cuando Alicia ingresa al espejo y observa el mundo desde la otra dimensión, pero personifica al tiempo considerándolo un hombre que da oportunidades a los seres. Hawking señalaría que el tiempo tuvo un inicio, que si invirtiéramos el cono de un agujero negro, llegaríamos a un punto, sea este simplemente el agujero negro, donde todo se absorbe y todo se destruye. Por ende, el tiempo tuvo un inicio y al igual que el universo, tendrá un fin. 
       Fitzgerald, que cuidó fielmente de su esposa, ya casi vegetal por una enfermedad cerebral, empezó una aventura con el tiempo, a través de la simple pregunta de muchos de sus amigos y sobre todo debido a las palabras quejumbrosas de estos, por haber nacido niños. ¿Y si hubiésemos nacido viejos?, entonces él emprendió la locura que se tornaría pronto, a nuestro entender, en una poesía del sarcasmo pero también de la lógica invertida de la existencia; escribiría “El Curioso caso de Benjamin Button”, de forma ágil, con frases poéticas, palabras sencillas y aunque a su entender, por más que se invirtiera el tiempo, las generalidades de las personas perdurarían o se darían de igual forma que al haber nacido como niños en vez de viejos; sin embargo, hay cambios claves en el transcurso de una vida invertida. 
    
     Muy bien nos dice Fitzgerald que la senectud y la primera infancia surgida con el nacimiento, pueden confundirse hasta volverse uno.  En ambos el hombre debe usar pañales, ambos empiezan con la pérdida de la memoria, ambos se agotan rápidamente en la nada de la mente. Otro punto clave que descubre “El curioso caso de Benjamin Button” es que la multitud siempre criticará, siempre verá cosas malas en lo positivo y lo positivo en las cosas malas; siempre se sufrirán los embates de la sociedad injusta, siempre se enamorará uno tarde o temprano y siempre se resignará a la felicidad, a la desdicha o a la vida. Pero y aquí es importante, al invertir el tiempo o vida del hombre, se le priva a este de celebrar lo que otros, coetáneos suyos, celebran. El Benjamin adulto no puede estudiar en una universidad pese a que tiene 18 años porque aparenta de 50 y es humillado. Igual ocurre más adelante, para con los niños, mientras que él aparenta ser un niño y tiene 70 años de edad realmente, se le quita la capacidad de interrelacionarse con los ancianos, de clamar sus triunfos, sus metas, pero también descubre algo maravilloso: la felicidad de la infancia. 
     El bucle aquí nos da a entender la dialéctica en su esplendor: todo inicia donde empezó. Una obra ligera, pero magistral, que culmina con la tragedia que lleva de forma implícita la vida en su lógica y en su transcurrir, como los ríos que siempre darán a la mar. Finalmente, a través de toda esta aventura, hay algo que el tiempo enseña y es que cada ser humano tiene su tiempo determinado para vivir y para morir, pero también cada quien tiene su tiempo para alcanzar sus metas, para lograr sus objetivos, y que nunca es tarde para reiniciar los proyectos que creemos perdidos. 

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