«El amanecer de amaneceres» de Pedro Novoa

  Por: J. Miguel Vargas Rosas 

    Debo empezar este breve comentario, citando al escritor quien fuera mi profesor en un ciclo de la maestría en Docencia Universitaria de la Universidad Nacional de San Marcos, Pedro Félix Novoa: «Creo que olvidar es, en definitiva, una forma de matar —sin dudas la peor—. Es liquidar a plazos, poco a poco, como a las cucarachas que se le van mutilando las extremidades sádicamente (…)»; entonces Novoa ha de saber que no lo matamos; seguimos revisando sus obras para comprenderlo y complacernos. 

Confesaré que no había leído a Novoa, sino hasta cuando él cayó en cama, enfermo. El único que pude conseguir hasta ahora fue el «Amanecer de Amaneceres», que dicho sea de paso toca el tema del conflicto armado desatado en el Perú en los años 80’s, y por este podemos deducir que el autor no era uno de esos escritores impulsivos, que suelen escribir una historia de golpe, sino más bien un escritor sobrio, técnico y tierno. Intercala la prosa de la novela con pasajes poéticos que se añaden al recuerdo de ciertos personajes. Estos pasajes utilizan bastante la metáfora y enseñanzas aplicables a la vida del hombre actual que, si bien fueron tratados por escritores de antaño, fueron de a poco dejados de lado. «Lo bueno, como la gloria, suele durar poco»; hay en este mensaje sin duda alguna mucho del mensaje que podemos descifrar en la metáfora amplia de La vida es sueño. 

La estructura es elaborada con sumo detenimiento por Pedro Novoa, pues intercala tipos de narradores —desde el narrador protagonista hasta el omnisciente— y estampa flash backs de forma continua, acompañados de paralelismos y de dos tiempos narrativos —presente y pasado—. El escritor se cuida de no plasmar una política retrógrada en sus obras y tiene cuidado en nombrar al grupo de insurgentes representado por los militantes de Sendero Luminoso, para no denominarlos terroristas, por ejemplo.  Si bien la obra a la que hacemos referencia se perfila como una novela histórica, esta se llena de una ficción inevitable. El autor comprende que la literatura es la ficción a través de la cual es posible dar a conocer verdades, a diferencia de Vargas Llosa y otros escritores que utilizan este arte para ocultar verdades, “contar mentiras” o refugiarse de estas. 

Novoa, por lo menos en esta novela, está exento del lenguaje pequeño burgués, es más bien un escritor de pueblo que lúdicamente utiliza un lenguaje entendible por todos, sin caer en lo soez, en lo vulgar ni en la morbosidad. Pese a que el espíritu de algunos de sus personajes rayana con la vulgaridad, el lenguaje del autor es pulcro, diáfano y poético. Aunque es posible observar que hay pasajes extraídos de la imaginación del escritor —como el Hotel Real de Aguaytía, hotel que jamás conocí pese a mi larga estancia ahí y a mis investigaciones sobre los años 80’s y 90’s para mi novela— no es proclive en el espíritu de Novoa mentir descaradamente, sino más bien intenta penetrar en el espíritu de sus personajes, que en su mayoría son de raíces populares, para mostrarlos desde el lado humano, materialista y normal, incluso estos sean los subversivos, lo cual dice mucho sobre la calidad humana del escritor. 

Por lo tanto, efectivamente, tal como dijeran muchos de los que lo leyeron, estamos frente a una de las voces más sobresalientes de la generación literaria contemporánea. Lástima que su vida haya sido truncada por la enfermedad a muy temprana edad, cuando aún podía dar más y más penoso aún que un escritor de su talla, luchase por la vida sin apoyo de un gobierno y de su ministerio de cultura, que lo único que hacen es condenar al desamparo y muerte a los artistas del pueblo, para después “lamentar el sensible fallecimiento”. Pedro Félix Novoa, como lo dije el día en que me enteré de su partida, vivió para dejar sus obras y estas viven para mantenerlo vivo. 


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