Nuestros muertos, son estrellas que acompañan nuestra caminata

     

    Por: J. Miguel Vargas Rosas

    Mi hermana indica a su pequeño que no se quede solo en la sala, donde han encendido velas a la imagen de los abuelos. Hoy, dicen, salen las almas, recorren las calles que transitaban cuando vivos, visitan los lugares que acostumbraban visitar y a veces se tornan pícaros y hacen asustar a los vivos. ¿Qué es la muerte?, ¿a dónde vamos cuando este viaje al que llamamos vida se acaba? Hoy, en la sierra, muchos han colocado comida en las mesas o altares pequeños para aquellos espíritus. La muerte entonces, también es una especie de arte, una narrativa cultural que pocos entienden, porque el mito de la existencia después de la vida, invade y pervive en el consciente de los pobladores del ande. Y más que creer en una espiritualidad metafísica, es la necesidad del hombre por romper los límites de la vida, por sentirse seguros y resguardados por sus seres amados que partieron de la vida terrenal, por lo que prefieren creer que las almas se refugian en un edén o en las estrellas; en algún recóndito lugar y que nos visitan, nos vigilan, nos hablan. 


Tal como dijera Bécquer, los muertos se manifiestan; hablan desde sus tumbas y merecen respeto, no solo por ellos, sino incluso por sus tradiciones y culturas. Esto no es una invención de la cultura española; sabemos que los incas también creían en la peregrinación del espíritu del hombre al mundo de los dioses. Hay una necesidad impertérrita de sentir siempre a los que amamos, muy cerca, y que ellos nos permitan enmendar errores, de sentirnos acurrucados en sus brazos invisibles. 

La muerte es una especie de arte: tiene su propio color, su propia complejidad, sus mitos y sus leyendas. 

La muerte es algo o alguien no deseado, pero que igual llegará a envolvernos en su manto gótico. 

México hace de la muerte un arte, un festival; la conmemora, le rinde culto y respeto. Como dijeran sus viejas rancheras, la vida no vale nada, pero se respeta al que gana. 

Las distintas culturas siempre tuvieron en lo más alto a la muerte, de forma explícita e implícita. La muerte era y es aquel límite, casa o patio, barca o lancha, que podemos cruzar en el momento menos pensado. 

Vallejo decía que después de la muerte no había nada, que la única vida y la única oportunidad para hacerlo todo era esta tierra. Algo similar replicaron los humanistas del renacimiento español. Pero, en esta vida, el hombre se da la oportunidad de creer y de crear a sus seres amados flotando en el limbo de la eternidad. Esos entes, que surcaron la línea, que fueron acobijados por el rebozo de la muerte, constituyen el arte de los hombres, constituyen la esperanza del amor, la esperanza del humanismo y no es malo… no es malo tomar valor y fuerzas de sus memorias, y sentir que nos levantan cuando hemos caído. 

Así, la muerte es una especie de arte, con sus propios colores, su propia tragedia y nadie puede impedir al hombre ejercer el derecho de creer, de soñar, de eternizar a los seres amados. Se apagan las luces. Desde fuera de la habitación escucho pasos acercándose; alguien golpea delicadamente la puerta y yo acudo a abrir: no hay nadie ni nada más que la oscuridad absoluta. Ellos están aquí, creo en ellos, creo en su eternidad dócil y en su compañía. Entonces, yo, que me considero partidario de la ciencia, del materialismo, miro el vacío y luego el cielo tachonado de estrellas y susurro: «Bienvenidos, abuelos. Bienvenidos sean»; me recuesto para intentar dormir. 

La muerte es una especie de arte que posee su propio lenguaje y su propio verbo. Eso es todo. 



Comentarios

  1. La Muerte es una dama enamorada de La VIDA quien hace de ella un arte y un hermoso misterio. Excelente Miguel...

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    1. Profunda frase lo de La muerte es una dama enamorada de la vida. Muchas gracias!

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