El romanticismo gótico de Poe...

        Edgar Allan Poe, faltando poco para contraer nupcias, desapareció de una forma tan misteriosa como sus relatos. No se supo de él sino hasta un cuatro de octubre aproximadamente, en que lo encontraron, algunos dicen caminando perdido, con ropas de mendigo; otros señalaron que, estaba tirado en una calleja por donde solían transitar solo los alcohólicos, drogadictos y gente de mal vivir. No tenía su ropa elegante, sino unos trapos sucios. Era el Baltimore (Estados Unidos) de 1849. Tres días después, es decir un siete de octubre del año en curso, daría su último suspiro frente a su ex suegra, madre de Virginia Clem. Esta última, lejos de ser su prima y esposa, sería su musa prácticamente hasta el último suspiro. La imagen de Virginia Clem le perseguiría para siempre, pues su muertele pesaba en el alma.
Edgar vivió en familia ajena, optando el apellido de Allan  gracias a su padre adoptivo, a quien, en momentos de desespero, enviaba cartas suplicándole: “Ten piedad de mí, que si no me apoyas moriré en la más grande pobreza”; es muy sabido que su padrastro no lo quería, sin embargo, le dio migajas. Se conoce también que Edgar Allan Poe solía inventar historias para hacer creer a la gente que él las había vivido en carne propia, por lo que muchas de sus biografías escritas, se entremezclan con estas fantasías narradas por el escritor, ya sea en sus momentos de embriaguez o sobrio. Se conoce también sobre su miedo a la oscuridad, reflejado en la petición que siempre le hacía a la madre de Virginia. “Mamama, no apague aún la luz”. La luz no se apagaba sino hasta que él se durmiese. Por más que intentaron dar una imagen de Poe drogadicto, es seguro que jamás consumió droga. Su único y fatal problema fue el alcohol aunado a un estado económico paupérrimo.
Sin embargo, lo que nos atañe aquí, es hablar sobre su literatura, ese romanticismo oscuro que lo caracterizó y que tiene que ver mucho con su personalidad, ya que las personas de su época lo describen como un tipo de poco hablar, mirada lánguida, pero erudito en literatura, lingüística, periodismo y crítica literaria. Su romanticismo se caracterizó por la añoranza del pasado. La Caída de la Casa Usher, no es más que la añoranza de ese pasado que se desploma para dar pase a una nueva generación, mas ese pasado está teñido de terror, de espanto, de dolor y de sufrimientos, de amores truncos. El personaje principal denota impotencia porque no puede detener la inexorable caída de la casa, donde muere su amor, muere su amistad y se fulminan los cielos románticos. A Poe le pesa eso, pero le pesa sobre todo porque se pierde mucha cultura y mucha humanidad. Poe ve que el paso hacia la nueva era, se viene también con destrucción de las cosas buenas que pueden heredarse de años anteriores.
Por otro lado, forja esa literatura que alimentó la imagen de su esposa Virginia Clem de Poe, la muchachita alegre que tocaba el arpa a la hora del té en la casa de los Poe. Esa misma niña que murió a temprana edad, por culpa de la tuberculosis. De esa trágica muerte, que pesaría sobre el escritor, nacerían obras monumentales como “El Cuervo”, “El gato negro”, incluso podríamos colocar ahí “El corazón delator”. En el primero de los citados (El cuervo, poema narrativo), daría a Virginia el nombre de Leonora y la triste espera de quien la ama; la noche oscura, el viento golpeando las ventanas e incluso el cuervo, negro, no son más que el estado emocional de Poe, sumido en la más grande angustia y depresión. Nadie como Allan Poe para estremecer el corazón y la piel, nadie para transmitir la soledad tan honda de un corazón destrozado, nadie como para contagiar con sus versos esa nostalgia honda con la cual encuentras un compañero en tu dolor o te vuelves compañero de ese dolor.
La forma magistral con la que usa el lenguaje, además de jugar muy genialmente con las imágenes para transmitir sentimientos, pues el cuervo majestuoso, podría ser visto como la llegada de la locura, la visita de la muerte, pero me inclino a creer que personifica la llegada de la locura vestida de muerte. Es el cuervo el que le hace ver al poeta el vacío, la soledad, ese abismo insondable que causa la muerte del ser amado. Y las metáforas que ahonda en el sentimiento humano y enamorado.
En El gato negro también expresa esa pesadumbre por la muerte de Virginia, pues la mujer del protagonista muere, tosiendo sangre y en su impotencia, aquel sujeto desconsolado, culpa al gato negro, el cual, finalmente personifica el horror, al demonio mismo si queremos verlo así, pero es la muerte con rostro espantoso. El corazón delator, si bien es cierto no habla de una muerte natural, pero está presente la mujer y la locura.
Y digo que tiene que ver mucho Virginia Clem, porque faltando poco para morir, Poe escribe una carta, al parecer a su última novia con la que no llegó a casarse por su muerte repentina, donde señala que hace poco estuvo prisionero por ebrio, pero en realidad no estaba ebrio. “Fue por Virginia”. Su sapiencia en lingüística le acarrearía más enemigos que amigos. El ser un crítico frío y audaz para con sus contemporáneos, lo hizo repulsivo para los escritores de poca monta de aquella época. Pero también le permitió explorar nuevas técnicas como el suspenso hasta el límite, la novela detectivesca y hablar sobre la cultura y los valores que, él decía, se iban perdiendo y se perderían. Poe va más allá del romanticismo, quiere ver a futuro, critica levemente lo malo de su sociedad, quiere centrarse en los temas del presente, pero su vida se acorta, el alcohol lo fulmina y muere a temprana edad, solo en la más grande pobreza, murmurando, según una de las leyendas recogidas por Cortázar, “Que Dios se apiade de mi alma”.
Hasta hoy en día, la maldición que pesaba sobre Poe, no se disipa del todo. La casa donde él vivió con Virginia Clem, si bien es cierto ahora es una casa museo, yace en el más grande abandono por parte de las autoridades, sigue siendo su barrio uno poblado por drogadictos, alcohólicos y mendigos. Sigue siendo su barrio uno de los más pobres. La casa museo conservada por una agrupación admiradora de su literatura, permite ver la pequeñez y estrechez de su vivienda; conserva aún los muebles donde murió Virginia Clem, el escritorio donde él escribía y desde donde sufría al sentir la tos y el dolor de su amada. 
Y parece aún, estar en el dintel de su ventana angosta y tal vez de la mía, el majestuoso cuervo que graznará ligera y fríamente: “Nunca más”…..

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