Paladas

     Por: J. Miguel Vargas Rosas 

    No podía recordar en esos milímetros de segundos si el monstruo o la cosa esa, que los había sorprendido de regreso a casa, tras ir a tocar puertas con la célebre frase “Dulce o truco” por ser noche de Halloween, había asesinado a su hermano menor, o solo ella era la víctima. Podía escuchar el ruido escabroso de las paladas, la arena cayendo sobre ella que parecía estar atrapada en una especie de saco asfixiante. Extendió los brazos hacia los costados y tocó los bordes terrosos, entre los cuales su cuerpo apenas encajaba. Las paladas seguían sin detenerse, acompañadas solo por el fuerte respirar del “Monstruo” o “la cosa esa”. Desesperada empezó a gritar, con la esperanza de ser oída por alguien, hasta que la tierra dejó de caer. 

   Su respiración afanosa no pudo contener el lloriqueo de su hermanito. 

      - ¿Dilan?, ¿Estás aquí? – se desesperó más - ¡Dilan!, ¡responde!

    El llanto quejumbroso del menor se transformó en lamentos femeninos y luego en insultos proferidos por voces agudas de ultratumba. La pala volvió a hacer de las suyas. El monstruo o la cosa esa, también respiraba exhausto desde lo alto. Ella ya no alcanzaba a ver la silueta de su sepulturero. ¿Y si estaba muerta y su alma no se resignaba a marcharse del mundo de los vivos?, ¿entonces a qué venía esta mortificación? Golpeó hacia arriba con los puños, pero el costal le impedía moverse con libertad. La tierra caía como lluvia torrencial, opacando sus gritos, nublando su visión por completo.  

      - Ella no me cuidará – escuchó con claridad la voz de Dilan – yo la cuidaré a ella. Soy el hombre de la casa. 

    ¿Lo habían matado también? Un rostro cadavérico emergió de la nada en esa fría sepultura, le clavó sus ojos rojos. Ella se horrorizó y gritó hasta desgañitarse, pero la calavera le mordió la mandíbula, logrando arrancarle una parte de su piel lozana. El monstruo seguía echando paladas de tierra, como si su objetivo fuera enterrarla viva. De repente sintió unas manos presionándole los tobillos y jalando de estos. Pugnó por liberarse de aquellas manos; sin embargo, la fuerza con que jalaban de ella era brutal. Después de prolongados segundos, las manos fueron subiendo por sus piernas y se apresuraron en llegar a su garganta. Una rata inició a mordisquear el costal o saco. Ella alcanzó a ver los dientecillos filudos. Las manos le apretaban la garganta, asfixiándola e inmovilizándola. 

    Percibió truenos en el exterior. La tierra caía más pesada, como si estuviese enlodada. Llovía. Muy dentro de sí escuchó una vieja canción de Rodes Rollins, a la cual odiaba Dilan por ser muy nostálgica. Entonces un par de lágrimas se desprendieron de sus pupilas. El monstruo o la cosa esa, había vencido. Las manos se aferraban a su cuello, la rata había introducido su hocico finalmente.  

    - Si… si… si estás vivo – siseó – Dilan… Dilan…. Ve…. Ve... a casa… con mamá….por…por….por fa…por favor…


Comentarios

  1. Un cuento muy dinámico.Me gusto muchísimo desde principio a fin.Una prosa que enamora desde sus primeras lineas.Muy recomendado su lectura.

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